Mon petit amour

Ton coeur et le mien

El chico de gafas negras llegó a casa, con una nueva perspectiva de la vida.

Se dejó caer sobre la cama, mientras su mente se embriagaba con los recuerdos de aquella dichosa tarde.

Aquella en la que había encontrado al amor de su vida.

Fue allí, en su habitación, con los ojos fijos en el techo cuando Antoine se dió cuenta que el tiempo es lo más valioso que uno posee. El tiempo con aquella chica, que había saturado su corazón con felicidad y ternura.

Se dió cuenta que un beso puede significar el inicio de una historia. El inicio de una vida juntados de las manos, compartiendo cada segundo.

Se olvidó del sentimiento repulsivo de las náuseas, del dolor agonizante en el pecho.

Olvidó todo por unos gloriosos segundos. Segundos en los que tocó sus labios, mientras el calor de un sonrojo se posaba en sus mejillas, mientras sus manos estaban gentilmente entrelazadas.

"Porque no quiero nada, nada si no es contigo"

Recordó la sensación de su mano contra el mentón de ella, pensó en las palabras que le diría cuando la volviera a ver.

Porque ahora, Antoine Bonheur tenía una razón para combatir aquel dolor.

Porque ahora, contaría los preciosos y angelicales segundos que pasaría a su lado. Contaría las letras en el papel de los poemas que ahora le dedicaría.

Ahora, por primera vez en mucho tiempo, Antoine se iba a permitir ser feliz junto a ella.

Se permitiría ver la vida con más color y dulzura.

Escuchó a alguien tocar la puerta.

-Toc toc, querido Romeo.

Era Lou.

Le contó todo lo que había pasado.

Y por supuesto, su respuesta fue uno de sus más melodiosos gritos de una fangirl orgullosa.

-¿Cómo es eso de que ustedes se conocían?. -preguntó él-

-Siempre estaba en Des roses, leyendo un libro de Shakespeare o de Stephen King. -comentó, con alegría- 

Y acomodó sus cabellos dorados, que ahora estaban recogidos.

-Y, ¿ya puedo decir que ustedes son oficiales?

-¿A quien?

-¡A todo el mundo!.-respondió ella- Sabiendo cómo eres, nunca pensé que fueras a encontrar novia.

-No es mi novia, dijo, con nerviosismo-

Lou alzó una ceja con confusión.

-Ayer se lo pregunté y ella sólo miró al suelo. No se veía muy convencida.

Pero, a pesar de eso, Antoine no podía olvidar el sabor dulce de sus labios, el sentimiento de seguridad que ella le entregaba.

-Mira, querido Romeo, ya se acercan las fiestas. Eres poeta, le puedes escribir un poema de navidad.

-Eso haré. -dijo, masticando una galleta de chocolate que le había tarido Lou- Gracias hermanita.

Y eso hizo. Pensó en ella, en la oscuridad de su cabello y sus ojos, pensó en su tacto suave y delicado.

Pensó en sus manos que se entrelazaban con sus dedos, mientras una sonrisa le marcaba el rostro.

Oh, querida Lorraine Bellerose, ¿qué me has hecho? ¿Qué será de mí...Si alguna vez te pierdo?

La pluma cayó sobre el papel, plasmando todos los sentimientos que Antoine Bonheur sentía por la chica del lazo azul.

Hasta ahora, estos sentimientos se limitaban a la ternura de sus besos, a la suavidad de sus manos y al brillo de sus ojos.

Puso la carta en un sobre y la entregó al repartidor de correos.

.........

Las luces del atardecer traspasaban su ventana, mientras la chica de ojos oscuros comía palomitas disfrutando de un libro de Stephen King.

Le daba oportunidad a todos los autores, pero su favorito era por supuesto, el rey del terror.

Siempre se preguntó por qué Carrie White fue tan vulnerable, o por qué los susurros de un payaso podrían tener tanto poder sobre unos adolescentes...

Preguntas importantes, a su parecer..

Alguien tocó a su puerta.

Era raro, pues nadie la veía más que en la escuela.

-¿Es usted Lorraine Bellerose? .-preguntó el repartidor-

Ella asintió con la cabeza.

-Le enviaron esto, señorita.

Y le tendió la carta, junto con un ramo de rosas.

Su corazón dió un vuelco cuando vió el remitente.

"Para tí, mi pequeña:

Siempre dijiste que no te gustaba tu sonrisa, pero la verdad es que yo la encuentro adorable. Porque no puedo dejar de pensar en tí, en la manera en la que te sonrojas o aquella peculiar forma de expresarte que ni yo mismo suelo comprender.

Te juro por mi vida que jamás te haré daño, porque no te lo mereces. mereces todo lo bueno de este mundo. Te mereces mucha felicidad, y sólo quiero que la compartas conmigo. Perdón, pequeña, perdón por lo que pasó en la tienda de dulces con Cosette, perdón por todo.

Sabes que estoy dando todo de mí para estar a tu lado. Porque eres el motivo de mi felicidad.

Porque ahora sólo quiero juntar...

Tu corazón y el mío"




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