Y mientras todo esto pasaba en tierras parisinas, en medio de un cementerio sombrío y desolado, en otra parte del mundo una chica de cabello castaño abría sus oscuros ojos, para encontrarse con la frialdad del techo de su habitación.
Se hallaba en aquel apartamento con sus pies sobre el suelo, pero con su corazón en otra parte.
Su madre no había dicho nada cuando la vió entrar sin Antoine más bien, Lorraine pensaba que Nathalie estaba feliz de que ese "chico inestable" ya no estuviera en sus vidas...Al menos por el momento.
Un suspiro lleno de sentimientos llenó la habitación.
Lorraine aun no se había desprendido del recuerdo de Marc, de todas aquellas palabras, todos esos secretos que su corazón guardaba.
Todas las noches inciertas llenas de palabras impregnadas de odio y codicia.
Toda su vida que se había tornado oscura, sombría...
Lorraine nunca pensó que el hombre que le dió la vida tuviera ese tipo de personalidad, esos ojos llenos de sentimientos que la dejaban con un corazón exánime, para que después le ordenara recoger los pedazos rotos del mismo.
Y era irónico, pues a esa edad se suponía que debía descubrir el amor, las rupturas amorosas y que lo más lógico fuese que su corazón estuviera roto por un chico del que se enamoró, pero...
El primero que rompió su corazón...Fue su propio padre.
Se levantó, y cepilló su cabello frente a un espejo que había adquirido cuando Antoine se fue.
Nathalie estaba preparando unas crepes, con crema batida encima.
A Lorraine le pareció extraño que su madre estuviera preparando algo así, ya que por lo general las preparaba para ocaciones especiales.
Pues luego supo que esa era una ocación especial. Al menos para Nathalie.
Alguien más se encontraba charlando alegremente con ella.
Lorraine se vistió con lo primero que pudo encontrar y salió, pero se horrorizó cuando vió al rubio que le había hecho la vida imposible a su novio comiendo cerezas con almibar en el mostrador.
-¡Hola, querida chica cereza!. -dijo, con un aire sarcástico mientras ponía una de estas frutas en frente de Lorraine-
Ella rodó los ojos.
Se alejó con rápidez para que al de cabellos dorados no se le ocurriera pegar una de estas en su cabello de nuevo.
-¿Puedo hablar contigo, madre?
Y la llevó hasta su habitación.
Cerró con llave la puerta.
-¿En qué estabas pensando?. -dijo Lorraine, tratando de no levantar la voz-
-En que es hora de que dejes de soñar. Ese Anthony sólo te daba eso: sueños, promesas que nunca llegaban a nada. En cambio él...
-¡Él me sigue llamando "chica cereza" despúes de todos estos años! -Lorraine se estaba alterando-
-Aun así me parece mucho mejor que aquel chico soñador. Por si no lo notaste, él fue el que nos dejó aquí. Se fue, demostrando su interminable cobardía.
-¡Fue a visitar la tumba de su madre! ¿A caso te has puesto a pensar lo que se siente perder una madre? ¡No! Así que no tienes derecho a discriminarlo.
-¿Y cómo sabes eso? ¿Cómo sabes que no fue a buscar otra chica?
Ella rodó los ojos y salió de la habitación, dando un portazo.
Cuando salió, Eric la tomó del brazo.
-¡Por favor, escuchame!
Y la siguió hasta su habitación.
-Por favor, mi caramelo de cereza...
-Si me vuelves a llamar así, te juro que destruiré ese rostro tan preciado para tí. -respondió ella-
-No dijiste eso cuando estabamos en tu jardín. -susurró-
Y ante este comentario, el rubio sintió como el impacto de una bofetada chocaba contra su rostro.
-¡Largo, Curie! ¡Largo de aquí!
Lorraine lo empujó fuera del apartamento. Y antes de irse, Eric miró a la jóven y dijo:
-Paris guarda muchos secretos sucios. Vamos a ver lo que sucede con tu novio...Cuando los descubra.
Lorraine se quedó allí, estática, dejando que el peso de aquellas palabras llegara a su corazón.
Evaluó todas las opciones que tenía, las cuales no eran muchas, así que sólo prefirió quedarse allí, mientras la incertidumbre le destruía el cerebro.
Cuando Eric se dió la vuelta, Lorraine detalló su chaqueta de cuero, con la figura de un cuervo en el centro.
"Qué chico más extraño"
Eso y los problemas de su amado, eran lo único que existía en su cabeza.