Mon petit amour

Les Corbeaux

Pasaron tres meses, donde Antoine se pudo recuperar de la herida.
Honestamente, en esos momentos se sentía como el chico más feliz de la tierra, aunque tuvo que lidiar con el dolor que la herida le entregaba, todo estaba bien en su corazón y alma.

Ya no habían más pesadillas, ya no había más miedo...Ahora sólo era un chico francés que escribía poesía e historias de amor. Historias donde el bien triunfa sobre el mal, historias donde se está permitido soñar.

Tenía unas cuantas sorpresas para su novia, que amaba más y más con el pasar de los días, pero primero quería hablar con Colette.

Después de que Colette llamó a la policía, por fortuna atraparon a todos la banda de maleantes que habían maltratado a un jóven de tan sólo 17 años, y a todos les dieron una sentencia.

Cosette logró salir, claro. Ya que su madre no estaba dispuesta a tener una hija en prisión, pero los oficiales le hicieron jurar que no volvería a acercarse a Antoine Bonheur ni porque le fuera la vida en hecho.

El padre de Antoine aparentemente se arrepintió, pero el jóven no quería creerle, sentía muchas cosas que le impedían acercarse a él. Ya fuese para honrar la memoria de Amelié, que sufrió tanto a su lado, o sólo porque le daba escalofrios el simple hecho de estrechar su mano.

Así que, Antoine se dirigió con alegría hacía la casa de Colette que había decidido quedarse en Francia después de haber visitado casi cada rincón del mundo.

Colette Lassarre tenía muchos proyectos, como el modelaje o el doblaje de voz, y con ese rostro tan bonito y esa confianza no le iba a ser dificil conseguirlos.

Ahora se estaba dedicando a editar libros en una de las editoriales más célebres de Francia. Y también era la imagen de la compañia.

El jóven tocó la puerta de su casa y esperó. Cuando esta se abrió, dijo:

-¡Tu mejor amigo está de vuelta!

Traía consigo una tarta de fresas que era la favorita de la de ojos esmeralda.

-Te traje esto. -dijo-

Ella lo saludó con un beso en la mejilla y lo invitó a pasar.

Trajo té y galletas.

-Qué bien que me traes esto porque hay muchas cosas que quiero preguntarte. -dijo él, sentandose en el sofá-

-Te escucho. -respondió-

Sus ojos verdes brillaban contra la luz de la sala.

-¿Qué hacías tú allí el día en que me dispararon?

-Es una larga historia.

-Estoy dispuesto a escucharla. -respondió Antoine-

Ella tragó saliva. Titubeó unos segundos, pero al final dijo:

-¿No notaste que todos los que estaban allí tenían un cuervo en sus ropas?

Él asintió.

-Bueno, todos ellos son parte de una especie de banda de mafiosos, conformada por incomprendidos, o personas que nacieron con una malicia innata. Dispuestos a robar, e incluso matar. Mi padre fue uno de ellos, y murió en manos de la avaricia y el peso de los secretos sucios que ellos guardan.

-¿Qué buscan?

-Dinero. O venganza, lo que pasó con Cosette.

Hubo un silencio amargo, que eclipsó el ambiente por un segundo.

-Desde que mi padre murió, yo también he sido una de ellos. Se hacen llamar "Les Corbeaux". Claro que yo no quiero ningún contacto con ellos, pero sí sabía sus movimientos y a donde te estaban llevando, así que fui y te rescaté.

-Wow, sólo puedo decir...Gracias, Colette, de verdad gracias.

-Descuida.

Y sonrió con dulzura.

-Lorraine me dijo que vió a Eric con la misma chaqueta de cuero, ¿él también es...Uno de ellos?

Colette asintió.

-Por ello me vendía sus cuadros. -dijo ella- Se unió a ellos por la misma razón que Cosette: celos y venganza, debido al amor que existe entre tú y Lorraine. Uno de los amores más puros que he visto.

Otro silenció cayó sobre los corazones de aquellos dos jóvenes.
Al cabo de unos minutos, Colette tomó la mano de Antoine y dijo:

-Espero que eso tan bonito que han creado dure para siempre. Se lo merecen.

Ella sonrió, él le correspondió la sonrisa.

 




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