POV: ZAI
El temblar de mis dedos y el agitar de mi pecho estaban acompañados con mí andar.
La oscuridad no era de ayuda, porque en el frío camino no había objetos que mirar mientras mi respiración volvía a su ritmo habitual. La rapidez del galope no dejaba que pudiese dejar mis manos en mi pecho y con cuidado sentir mi piel.
Realmente no era consciente, si era el cuero que sostenían mis manos o la cantidad de pasos que tuve que dar mientras preguntaba dónde este hombre se hospedaba. Al parecer algo alejado de la ciudad.
No tuve tiempo de detenerme a describir la mansión o quedarme a discutir conmigo misma el motivo de porque todos los sirvientes me miraban con desconcierto.
Estaba en un despacho lleno de libros de política cuando un general apareció con pantalones azules y una camisa de mangas largas manchada de diferentes tonalidades de pintura.
La expresión que tenía su mirada al verme en su despacho fue tranquila, algo divertida, casi pude confirmarlo cuando unió sus manos y sus cejas se alzaron.
—Necesito hablar con usted, excelencia— dije, algo agitada.
—Solo te daré una audiencia si me tuteas y haces mención de todos mis defectos en el proceso— sus palabras eran suaves, mientras daba pasos rápidos para acercarse.
Fue suficiente un gesto para que el caballero que me había atendido se retirara. Su atención estaba en mí, y no sabía qué sentir cuando sus ojos me recorrían, ya que cada vez que estaba cerca de él mis actos y palabras se contradecían.
Intenté explicarle el motivo de mi interrupción, quise hablarle con sinceridad, porque necesitaba cobrar aquel favor que me había ganado curando sus heridas, pero, mis palabras no salieron para exponer el origen de porque mi pecho estaba ardiendo y mi garganta estaba cerrada.
Quité mi abrigo por impulso para poder tener menos peso en mi cuerpo, exponiendo el vestido que estaba manchado de una sangre ajena.
Él se había mantenido a minuciosos pasos de mi, parecía que estaba pensando si acercarse más o no, pero, ahora estaba cerrando la distancia sin meditar sus pensamientos . Sus pasos se dirigieron a donde mi cuerpo estaba estático. Sus manos tomaron mis hombros, era un hombre expresivo, pero ahora parecía conmocionado y con los hombros tensos.
Alexandre me estaba mirando aterrado. Pero, casi retrocedo al mirar la furia de su expresión.
En ocasiones olvidaba que este hombre seguía siendo un general, uno que siempre aparecía en los periódicos y se cotilleaba de su trabajo. ¿Por qué por algún momento olvidé quién era?
—Solo una palabra tuya bastará para que el rey caiga a tus pies— su postura se irguió sobre la mía—Pero, primero solo dime ¿La sangre que mancha tu vestido, te pertenece?
Negué con un gesto.
Podía sentir como su mano estaba temblando sobre mi. Dudaba que fuese miedo ¿Por qué tiembla si no estaba herida? Además, mis heridas no deberían ser la causa de su agitación.
Su temblor estaba haciendo que mi pecho se volviese a cerrar y mi poca capacidad de respirar estuviese aún más ausente.
¿Por qué respirar era tan difícil y querer llorar era tan fácil siempre?.
—Calma, necesito calmarme—mis palabras salieron arrastrándose por mi garganta.
Me dio el espacio suficiente para poder respirar, no hizo demasiadas preguntas y solo se quedó a mi lado, mirándome, esperando a mi costado. Estaba quieto, esperaba que terminara de tomar aire para volver a acercarse.
Respire profundo, intentando realizar los ejercicios que me habían recomendado.
—Hágalo de nuevo, vamos—ordenó.
No sabia si era una orden, sugerencia o súplica, pero le hice caso.
— ¿Mejor?—asentí como respuesta—¿Necesitas otra cosa? —negué, aun sin desear hablar— ¿Puedes contarme qué te pasó?
Sus preguntas parecían órdenes, rectas y rápidas. Me tomó algunos segundos hablar.
—Mate a alguien— respondí de repente.
— ¿Es el motivo de tu agitación?— seguía negando como respuesta— ¿Vas a contarme quien fue?... Ahora.
Busqué su mirada, no había nada cálido, solo un general que nunca se me había presentado. No parecía paciente, ni siquiera amable con esa expresión fría. Di un paso hacia el frente y me moví con cuidado para sostener una de sus manga.
Ni siquiera quería su calidez, no tenía frío, sin embargo estaba temblando, aunque, era una mentirosa nata, tal vez había dejado de mentirle a los demás para comenzar a mentirme.
—Estaba en la escuela donde imparto clases cuando alguien me atacó— comencé la historia. Alexandre estaba quieto, pero el color de sus ojos se profundizó con los hechos que contaba— Sentí como caminaban en dirección hacia mi salón, pero, era un representante— mi mano que no lo sostenía se hizo puño— Le dije que ignoraba su insinuación si daba media vuelta y se iba.
—Y no lo hizo...
Un nudo se creó en mi estómago con el recuerdo de aquel hombre.
—No lo hizo, además sus palabras hicieron que yo...—intente mirar algún gesto que me hiciera culpable en sus ojos, pero solo había la misma rabia— Él dijo que merecía ser tratada como el ganado, él me miró como si fuese un animal criado para el matadero.
Una de sus manos recorrió el camino de mi hombro izquierdo hacia mi mejilla, tomó un mechón de cabello que se había deslizado de forma rebelde de mi trenza y lo llevó detrás de mi oreja.
El roce de un hombre que no conocía no debería calmarme, solo yo debería tranquilizar mi cuerpo en caos, pero sus dedos en mi piel me hacían estar tranquila.
— ¿Qué necesitas que haga por ti?—preguntó, mirando mis ojos—Solo menciona lo que desees y será tuyo.
—Hay un testigo que necesito que elimines—admití, aun sosteniendo una de sus mangas—Es más un cómplice que un testigo, en realidad.
—No necesito explicaciones—respondió, mientras pasaba sus nudillos por mi mejilla—¿Qué me darás a cambio?
La pregunta hizo que mis gestos se congelaran y mi entrecejo se frunció con enojo. Intente dar un paso atrás, pero la mano que aún seguía en mi hombro impidió mi acción.