POV: ZAI
Distintos olores me rodeaban, características de personas enfrascadas en un aroma que llevarán en su piel, ropa y presencia.
Aunque enseñar fuese mi pasión, no podría estudiarlo, no carecía de dinero, pero, al no tener apellido eso hacia mis posibilidades casi nulas. Aunque lo quisiese, en una sociedad donde nunca la educación era una prioridad, personas que querían aprender siempre eran desilusionadas por una realidad que nunca eligieron.
Después de algún tiempo distribuyendo mis perfumes y cremas, me convertí en la dueña de la línea de perfumes más famosos del país, aunque mi marca se estaba expandiendo y aún cometía errores.
Pero, equivocarse era importante en el proceso. En realidad ¿Qué sería de mí, si alguna de mis partes fuesen perfectas?, tal vez nunca hubiese descubierto como enseñar un niño a leer o, a un hombre adulto a tomar un lápiz sin ninguna vergüenza.
Todos los escalones que atravesé para llegar aquí, eran posibles gracias a mis amigos. Las personas que me prestaron su identidad para alquilar negocios y bodegas. Ahora, solía recibir encargos de nobles y líderes de altos rangos, aunque, seguía siendo una marca con opciones económica.
No solo tenía una línea de perfumes, también, era dueña de la botánica más famosa entre los nobles y toda mujer, que necesitase desaparecer detalles de su vida.
Detestaba a los nobles, ya que, todo ejemplo que he tenido de ellos ha venido acompañado de experiencias turbias.
Recuerdo el día que un nombre pateaba a una niña por migajas de pan, aquel hombre ya no vive, pero, yo tampoco ruego por migajas.
Ahora sentada en una esquina de mi despacho, creaba un pedido personalizado para el rey. Nunca asistía a sus hogares y mi identidad era desconocida, pero, gracias a la ayuda de las personas que conformaban mis empresas, no era necesario.
Era un pedido de 15 perfumes, todos diferentes, aunque, con características parecidas.
¿El rey tendría algún fetiche con los olores cítricos?, sin embargo, esa pregunta no era tan importante ¿Qué hombre en su sano juicio tiene 15 amantes? ¿No se preocupaba por las enfermedades o como podría perjudicar a la reina?
¿Acaso todos los hombres en realidad carecen de sensibilidad?
Me coloqué de pie, observando mi lugar de trabajo; aquel que había presenciado cada uno de mis inventos y como fue la creación de perfumes que elevaron mi éxito en el mercado. Había frascos con esencias y un pequeño laboratorio en una esquina del lugar, pero, aquel solo lo utilizaba cuando tenía un pedido personalizado que atrapara todo mi tiempo.
El celeste estaba en las paredes del lugar, algunos muebles blancos estaban decorados con cojines plateados y en la pequeña mesa de madera habían tazas de té. El lugar era colorido, alegre, tenía un carisma propio.
Aunque amase el maximalismo, me distraía. Había decorado este lugar de una forma sencilla porque interrumpía mi trabajo, ya que, si ponía algún cuadro; me sentaría a mirarlo y pelear conmigo misma, discutiendo si estaba derecho o no.
Salí de la oficina, mirando como mis ayudantes iban de aquí para allá, con frenesí y algo estresados. Todos estaban recibiendo, empaquetando y entregando pedidos. Había caballeros esperando en las puertas traseras para llevar las encomiendas a las casas.
— ¿Tenemos todo bajo control?— pregunté a la castaña que se acercaba con apuro, intentando ayudar—Anna, debes recordar que eres mi gerente, no mi esclava.
—Señorita, es un día ajetreado. Nuestro perfume principal se agotó— reveló, aun caminando de forma apresurada— Se ordenó que se buscara en las bodegas, está en camino.
Se fue con pasos rápidos, dictando órdenes a todo quién pasaba. Probé caminar sin tropezar y estorbar a los demás, pero, fue algo complicado estando en la hora con mayor circulación de pedidos.
De forma rápida entre a la habitación del correo, tomé las nuevas cartas y pedidos que debía revisar, agendar y confirmar. Antes de hacerlo entre a una de las habitaciones y miré a mi contador.
Aquel hombre de ojos hermosos solía amarme, pero, ahora no podría impresionarme que me observara con desprecio y una pizca de "ganas de matarme" en sus ojos.
—Luccas, se supone que me adoras ¿Por qué me miras con desagrado?
—Estoy en mi alter ego de contador, en este momento te desprecio— dijo, después de quitarme la mirada de encima— ¿En qué gastaste un millón de monedas de oro?
—Compre productos en aguamarina, tantos para abastecernos un año, pero, se aproxima navidad—admití, mirando las cartas que estaban en mi mano—Aunque falten 4 meses, debemos estar preparados.
Luccas, aquel hombre era mi amigo y colega. Era uno de los pocos hombres que adoraba y sabía que el sentimiento era mutuo, pero, cuando de ser mi contador se trataba, podría decir que deseaba matarme el mismo.
Compartíamos el mismo pensamiento de la falta de educación en esta nación, aunque, viviéramos en una nación podrida en dinero, ¿De qué servía enriquecer nuestras tierras si los jóvenes de un futuro no conocerían el valor del oro o como ese valor podría decapitarte?
— ¡Te deje las facturas en el mismo cajón!— grite, mientras caminaba de nuevo entre los pasillos — ¡Revisa nuestros impuestos y llama al abogado!
Me senté en uno de los sofás, mientras tomaba una infusión de menta y ojeaba los encargos. Había muchas personas que se confesaban en las cartas; pero, no hablo de un sentimiento romántico hacia mí, me hablaban sobre los grandes amores que habían marcado su vida, los amantes que tenían en su memoria o como sus parejas eran el amor que todo aquel que respira se merecía.
Todos estaban escribiendo sus emociones y plasmando la descripción de amor que tenían, tantos detalles que caracterizaban a las personas y yo, los conocía para poder embotellarlos.
Sostuve las agendas necesarias, comencé a anotar los pedidos y las direcciones de aquellos que querían una audiencia privada para una mejor descripción de su perfume. Cada pedido necesitaba el tiempo suficiente, así que, observe las fechas y organice el tiempo que ameritaba mi trabajo, después escribí el destino de aquellos regalos o pedidos que ya estaban en el catálogo.