POV ZAI
Estaba recostada cuando el caos tocó mi puerta. En realidad, nadie podría predecirlo aunque pudiésemos mirar el futuro.
Mi vida siempre había sido caótica, desde mi primer llanto hasta el último sería una bola de momentos que no podría prevenir. Golpes que solo me tocaba aceptar. Lágrimas que sola tendría que secar una y otra vez.
Mi vida estaba llena de cristales rotos incrustados en mi pecho y recuerdos que solo parecían un espejismo en una realidad que ya no coincidía para mi.
No había llorado lo suficiente este año, tal vez, esa era la razón para que el destino decidiera poner este obstáculo de ansiedad. Todas las circunstancias debían tener un propósito ¿o por qué sucedían si solo traen dolor?.
Estaba enfrente de uno de los almacenes que guardaba mis productos. Había alrededor de 35 millones en mercancía. Antes podría llegar y mirar prosperidad, ahora, solo miraba frascos quebrados y un fuerte olor a perfume.
Todo estaba roto.
Me había auto convencido hace mucho tiempo que cada pieza en mi interior estaba sujetada con precisión. Pero cada que recordaba que había hecho, cada cosa que había pasado, cada marca o como sucedió esa marca, algo volvía a romperse en mí-
Eran pedazos de una copa rota, el filo de una daga o las espinas de una rosa. Era todo aquello que atraía dolor a las personas a mí alrededor. Podía caer de rodillas y los pedazos que me rodeaban, se moverían un poco por miedo a seguir agrietándose a mi lado.
Comencé a caminar, mirando como el rostro de los empleados se contraía al mirarme. Todo estaba hecho pedazos. Todo era un destrozo que no podía arreglar.
Ladrones, competencia, gente que solo quería molestar. Esa era las conclusiones que todos predecían.
Eliazar estaba en la comisaría. Detectives y policías tendrían que averiguar este caso y llevar un seguimiento. Luccas estaba con nuestro abogado y el seguro.
Yo estaba varada, siendo lastimada por el fuego que solo yo podría mirar. Aunque el fuego siempre fuese la representación de la rabia, mi fuego representaba la tristeza. Quemando cada parte que amaba, quemándome a mi misma hasta no poder moverme.
Quite los guantes que traía conmigo. Mire las cicatrices que estaban para recordarme quien era. No eran hermosas, eran gruesas líneas que me recordaban cuan decepcionante había sido.
Porque a pesar de estar destruida, sabía que, las gritas en mis recuerdos y las cicatrices en mi piel me acompañarían cada día. Porque no había muerto cuando me estaba ahogando, quemando y deseaba con todas mis fuerzas dejar de respirar, no lo haría ahora.
Lo primero que hice fue analizar la situación. Mire las caras distantes, todos eran guardias con moretones, todos pedían perdón con la mirada. Yo no culpaba a nadie.
Ropa de trabajador, fue lo único que pedí para comenzar mi travesía. El pantalón estaba sobre mí y la camisa de mangas cortas me quedaba perfecta.
Comencé a contar cada botella que encontré en el camino. Muchas estaban vacías, pero, se podrían volver a utilizar, muy pocas estaban sanas o decentes para venderlas al público.
Mire de reojo como muchos hacían lo mismo, apilando cajas de cristales y reuniendo aquello que se podría salvar. Cada caja que estaba a nuestro alrededor solo contenía perdida.
Ni siquiera me moleste en utilizar guantes para comenzar el trabajo. Tome cada cristal roto con mis manos y los coloque en la basura.
Estaba juntando cada pedazo de mí y sin importar cuanto reuniese, no había fin. Todo estaba hecho nada, no había un comienzo ni un final en este desastre.
Tal vez habían pasado 1 hora o 3 cuando tuve que reunirme con mis socios en una oficina de almacén. Casi todos estaban esperando mi llegada.
Antes de entrar en el lugar, escuche como las tres estaban conmocionadas, algo enojados. Luccas solo daba palabras de calma, pero, se escuchaba igual de agitados.
Cuando ellos me recibieron, solo hubo gritos, enojo y algo de tristeza por parte de mis aliadas. ¿Acaso todo era mi culpa?
Beatriz y Anna Payson estaban apoyadas una con la otra. Ambas estaban llorando, pero, dándose el apoyo que desearía sentir. No había tenido una realidad parecida. Nadie que tuviera mi sangre para que me arrullara. Pero no lo necesitaba, yo tenía una familia, mis amigos.
Una vez tuve a alguien así de cercano. Pero los Blagden solo traicionaban.
Si Antho estuviera aquí, lo haría.
—¡No podemos volver, no podemos!— Anna lloraba en el pecho de Beatriz— Todo se vendrá abajo, no podemos.
Beatriz arrullaba a su hermana menor, dándole el calor que nos había quitado el suceso.
—¿Ustedes creen que esto solo le afecta a ustedes?— Fiorella hablo— Todos hemos construido este lugar. Nadie quiere volver de donde la señorita Zai nos recogió como perras olvidadas.
—¡¿Crees que esta es la forma de hablarnos?!—Beatriz grito, sus palabras retumbaron él en lugar.
Mi mirada se dirigió hacia Luccas y Eliazar.
—¿Hay algo que nos hayan podido decir los oficiales? ¿Es parte de las revueltas?.
—Me temo que este tema no es por los protestantes. Los policías tienen que evaluar la situación. Todo queda en manos de ellos ahora— Eliazar me miraba con cuidado—Sabes que no serán rápidos, nadie pagará los daños pronto.
Tome un poco de aire antes de mirar a Luccas y pedirle que me explicara la situación.
—Seré breve. Esto podría calificarse como una crisis—explico con un tono firme—Tenemos una cuenta de ahorros para esta situación, pero.
—Pero...
—Se perdió más de la mercancía que se produce en 3 meses. La cuenta de ahorros es de 25 millones y perdiste 56 millones sin contar los daños al lugar.
Escuche los suspiros de las mujeres que estaban detrás de mí.
—Podemos recortar personal— las palabras de Luccas fueron lentas.
Volví a escuchar llanto y solo me quedo una solución para calmarlas.
—¡Cállense la maldita boca de una jodida vez!— grité, girándome a verlas—¿Cuál es su maldito miedo?