POV: ZAI
Cruzaba los dedos para que esto no fuese mala idea, pero, ya no había vuelta atrás. Estaba en la sala de Alexandre Blackburn ahora mismo.
Llegue sin previo aviso, en realidad no sé por qué creí que sería buena idea visitarlo después de un viaje tan tedioso y mil pendientes. Pero, mañana estaría muy ocupada para mirar algo que no fuesen papeles y laboratorios. Dentro de unas semanas sería... un día que nunca me gustaba recordar.
Intente no pensar en eso.
Escuché pasos venir, aunque no era Alexandre, era una rubia que no necesitaba ningún accesorio para destacar. La había visto la noche que vine aquí. Recordaba que Alexandre la miraba con cariño, también que hablo de ella con mucho aprecio. Aurora era el nombre de su mejor amiga.
—Es un placer tenerla aquí de nuevo— me saludó, sonriendo cálidamente—El señor llegará en algunos minutos. Mi nombre es Aurora y por ahora la asistiré.
—Mi nombre es Zai—respondí mientras la miraba a los ojos. Le di una pequeña sonrisa—Es un placer volver a mirarla.
—Acompáñeme, creo que estará mejor en el despacho del señor— dijo con voz amena.
Comencé a seguirla. Tenía un vestido azul marino, sin ningún bordado o pedrería, pero, al mirarlo bien sabía que no se trataba de cualquier diseñador. Tenía pequeños aretes de perlas y una fina cadena de oro.
Ella era realmente bonita. Aurora tenía algo que me quería hacer llorar, tal vez una sensación de calma que podía transmitirse solo con mirarla.
—Debo confesar que he molestado al señor, le pedí que hiciera pasar mi mensaje— admitió sin dejar de caminar— Usted conoce a mis personas favoritas. Así que, eso nos haría grandes amigas.
Ella hablaba mirándome a los ojos, parecía tan sincera que me dio vergüenza no aceptar su propuesta.
— ¿Por qué habla con tanta formalidad cuando se supone que usted y Alexandre son como hermanos?— pregunté — Puede hablarme de la misma forma.
— ¿Apariencias? La verdad solo intento no ser tan...
— ¿Transparente?
—Intensa, es la palabra correcta sin lugar a duda.
Sonreí con sus palabras. Ella abrió la puerta y miré el mismo despacho que me recibió semanas atrás.
Tenía unas barras de chocolate en las manos, eran un nuevo producto que estaba planeando y deseaba mostrárselo a Alexandre. Lo coloqué encima del escritorio y de nuevo hablé con Aurora.
—No me molestaría que usted sea mi conocida. Aunque nunca he sido buena haciendo amigos.
—¡No debes preocuparte!— habló en voz alta— Las pocas amigas que he tenido es porque intentan llegar a Alexandre o Max a través de mí. Cuando lo oculto y luego lo descubren, se molestan y me dejan de hablar. Cuando éramos niños, él y Max solían espantar a las niñas porque nuestro club era de hombres, aunque yo siempre he sido muy femenina y...
Me miró con detenimiento. Si era muy transparente.
—¿Desea algo de tomar?— preguntó, acomodando sus mangas, algo apenada—Alexandre está por llegar, tuvo que resolver algunos asuntos.
—Es domingo.
—No importa que día sea, es el general.
Aurora iba a decir algo más, pero, giró de una forma muy brusca al escuchar el sonido de un carruaje llegar. Un grito se escuchó cercano, tanto que el rostro de Aurora se contrajo con molestia.
Ella se acercó a la puerta, pero otras voces se escucharon cercanas. Miro hacia los lados para medir la distancia entre el despacho y la salida, pero cerró la puerta y se giró hacia mi.
—Es muy tarde para sacarla de aquí— dijo en un susurro.
—¿Qué está pasando? ¿Nos atacan?
Aurora no respondió, en cambio, quitó un gran cuadro y mostró una pequeña habitación escondida detrás.
¿Qué carajos?
—Lamento obligar a mi nueva amiga a realizar esto, pero, no será algo que sea grato de presenciar.
Sin mucho que decir, ella con rapidez me metió en el cuarto. Creía que olía a humedad, pero era un lugar limpio y tan amplio para tres personas. Colocó el cuadro de nuevo en su sitio y se puso en frente, pero, aún podía mirar con facilidad lo que sucedía en el despacho. Había varios orificios en el cuadro.
¿Una cámara escondida en su despacho? Ingenioso.
Alexandre apareció con pasos largos, detrás de él, 3 hombres altos pasaron. Los 4 pelinegros se mantuvieron callados, pero una mujer gritaba a su alrededor.
Alexandre se sentó en la silla enfrente del escritorio. Los tres hombres tomaron asiento y la mujer se quedó parada apuntándolos con rabia.
Todos miraron a Aurora, pero la ignoraron después de algunos segundos. Tal vez ella había presenciado esta faceta, ya que a ellos no les avergonzaba.
—Haz silencio Emma, la decisión está tomada— el mayor de los hombres habló— Tu hijo te ha mandado a retener, después de todo él es un general y nosotros peones.
Alexandre estaba tenso y todo lo que me agradaba de él no existía, en cambio, había un hombre con el gesto cansado y la mirada perdida.
¿Por qué ellos miraban de forma tan cruel a Alexandre?
—¿Cómo pueden dejar que me hagan esto?— pregunto en un susurro, acercándose a los otros dos hombres— Soy su madre— su mandíbula temblaba con tanta fuerza que se podía escuchar como sus dientes sonaban—¿Qué he hecho para merecerme esto?
Los tres hijos se quedaron en silencio, pero el hombre que supuse que era el padre de Alexandre, hablo.
—Ellos solo quieren que dejes de tomar. Alexandre tal vez creo un miedo irracional a que los rasguñes borracha— dijo después de encender un cigarrillo — Tal vez deberías golpearlo para que reflexione.
Ni siquiera los guantes fueron tela suficiente para detener a mis uñas clavándose en mi piel. Algo en mí se detuvo. Mi mente analizó cada rasguño que nunca explicaba o cada golpe que solo ocultaba. ¿Qué clase de mujer le haría daño a su hijo?
—Harry, mi amor— Emma se dirigió hacia el caballero. Arrodillándose a su lado e intentando tocar la manga de su traje, pero él arrebató la tela con fuerza— ¿No dejarás que lleven a tu madre, o si?