Monarquía de lágrimas

-Creía que era el destino...

POV: ZAI

Sentada en una mesa redonda, estaba mirando a Antho pelear con Luccas. A veces lo compadecía, le había tocado tener un grupo de amigos... algo peculiares.

A unos metros estaba Melione, sentada comiendo algunas manzanas, debido a su embarazo no podía tomar sidra. Eliazar pelaba cada manzana a su lado, cortándolas en forma de conejo para que ella pudiese comerlas.

Después de cada mordida, él dejaba un beso en el puente de su nariz.

Mi corazón no cabía en mi pecho cuando miraba la escena. Esperaba que Eliazar pudiese ser aún más feliz de lo que se imaginaba.

Mi noble amigo, deseaba llorar cuando pensaba en cómo nos habíamos conocido. Si había un cielo, él se ganó un espacio ahí.

Su hijo tendría un buen padre, uno que lo amaría con cada pedazo de su corazón y lo protegiera con todos los rastros de sus miedos. Una madre que podría enseñarle cada detalle de un mundo riguroso y abrazarlo en las noches que el frío sea cruel. Además tendría tres tíos que estarían para atormentar su existencia.

Un movimiento en mi hombro hizo que colocara la atención en Antho y Luccas.

—Estás divagando de nuevo—dijo Luccas mirándome con cuidado— Tienes tres días en este estado. ¿Estás bien?

—He estado estresada por algunos asuntos— conteste mirándolo a los ojos— Y se acercan días complicados, solo estoy cansada.

Anthonely no dijo nada referente al tema, solo se quedó mirándome por algunos segundos. Ella sabía que algo pasaba, pero aún no se había atrevido a preguntar.

Melione llegó con pasos rápidos a mi lado. A diferencia de Eliazar, que con pasos lentos estaba cuidándola en cada movimiento. Él retiró la silla para que ella se pudiera sentar. No era extraño aquel gesto, en realidad Eliazar siempre había sido un esposo y amigo cariñoso, a su manera.

Estábamos todos sentados en la mesa. Cuando note que nadie más se iba a colocar de pie, yo lo hice. Busque una por una cada tabla de quesos que había preparado Antho hace media hora.

La idea era hacer una sola, pero todos solíamos pelear demasiado y tener gustos parecidos.

—¿Seguro que no está envenenado? —preguntó Luccas a Antho, sonriéndole con cariño.

—Solo el tuyo, los demás solo tienen sedantes—respondió, con una seriedad casi creíble—Ni siquiera sé diferenciar entre veneno y remedio para la tos, ¿la creadora de venenos no era Zai?.

—No se menciona el pasado en la mesa—protesto Melione, tomando jugo de manzana, pero miraba la sidra en cada sorbo— Luccas, debes advertirle a tu prometida lo loco que están estos tres, ahora que tendremos una nueva integrante a la familia.

Familia, esta era mi familia.

—Le caerán bien, excepto que le costara mirar a Zai como su amiga y no como su jefa— hablo, tomando una aceituna de su tabla—Por lo demás, estará bien. Mi chica es hermosa y fuerte como nadie.

—Eso fue asquerosamente cursi, Luccas—dijo Eliazar con una mueca, aunque él estuviese susurrando frases llenas de dulzura a su esposa cada minuto— No suelo realizar vestidos de novia, pero me ofreceré como voluntario.

Todos hablaban con una sonrisa en los labios, yo los miraba mientras solo comía y tomaba.

No deseaba hablar, aún estaba triste y solo quería llorar de rabia. Alexandre no me había escrito ninguna carta.

Melione reía a carcajadas mientras Luccas bromeaba con Antho y Eliazar. Yo los tenía a ellos, nunca había notado lo feliz que era a su lado, solo ponía atención a ello cuando estaba triste, qué patética era.

Un peso se colocó en mi regazo, Bolita se había subido para olfatear y tomar algo de jamón. También lo tenía a él, un gato que podría hacerme sonreír hasta que mis comisuras ardieran, lo quería tanto.

La noche transcurría llena de risas y vino. También repleta de preguntas sobre el bebe y cómo debemos turnarnos para cuidarlo.

Antho y yo nos fuimos caminando hacia la casa. Tenía a Bolitas en mis brazos, él dormía de forma plácida mientras ambas caminábamos.

—¿Por qué no fuiste a tu viaje de negocios?—preguntó Antho— ¿Miedo de irte y que Anthonely junior haya nacido?

—Antho por décima vez, no tendrá tu nombre— protesté, aunque estaba sonriendo— Y no, no es miedo. Solo deseo quedarme en casa para ya sabes...

Antho se quedó en silencio algunos minutos antes de volver a hablar.

—¿No me comentarás sobre la pelea que tuviste con tu novio?

Me giré para mirarla a los ojos, ella me observaba con curiosidad.

—No fue una pelea, ni siquiera ninguno de los dos está molesto—respondí, comenzando a caminar de nuevo con pasos lentos— No sé cómo describir la situación.

—Es extraño mirar cómo te gusta alguien—susurro, mirando las farolas.

— ¿Por qué? ¿Crees que no lo merezco?

—Sé que no mereces un simple amor. El hombre que esté a tu lado pueda arrancarse el corazón cuando pronuncie tu nombre—susurró— Esa clase de amor, ya sabes. Uno que me haga pensar que podría desaparecer y nunca estarías sola.

Ahora quien guardaba silencio era yo.

—Tú también mereces esa clase de amor—dije, mirando su perfil al caminar—Creo que todos merecemos que nos amen como si fuésemos otro órgano en su pecho. ¿Es muy exagerado?

—No, el amor es extremista, un amor mediocre solo es un intento para ocultar el desprecio— contestó, mirándome a los ojos y sonriendo— Creo que, vivimos pensando en cómo debe ser y no viviéndolo.

Asentí con sus palabras. Ambas llegamos a casa y nos sentamos en el mueble de la sala. Mirándonos en silencio.

Anthonely tenía un vestido color beige con bordado dorado. No utilizaba capa, ni guantes, pero si le gustaban los accesorios y tocados en su peinado.

—Me gusta Alexandre—confesé, mirándola a los ojos.

Antho sonrió despacio, sin despegar los ojos de mi.

— ¿Debo lucir sorprendida?—preguntó con sarcasmo.

—No, solo deseaba admitirlo en voz alta.

Anthonely rio a carcajadas. Su risa y la forma en que sostenía su estómago me hizo sonreír.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.