POV: ALEXANDRE
Ajustaba mi uniforme e intentaba aplastar algún mechón que se había salido de su lugar. No sabía si estaba comenzando a enfermarme o solo el entrenamiento físico de esta mañana fue arrasador.
Hace mucho no estaba enfermo y ahora no podía darme el lujo de estar recostado y desperdiciar el tiempo que no tenía.
Hoy tenía una cita con Zai. Mi Zai, mi linda Zai... Mi...
Las gotas de sangre cayendo sobre un recipiente de metal, interrumpieron mis pensamientos. Mire mi alrededor, olvidando que estaba trabajando.
Bueno, más que trabajando, contribuyendo en algunas circunstancias que se nos prohibieron hace algunas semanas.
El parlamento estaba incómodo, teníamos que hablar sobre temas que habían quedado como cabos sueltos, pero el escenario no era encantador. Nada de las mazmorras era acogedor, todo nuestro alrededor estaba lleno de criminales que nos miraban fijamente, algunos sanos, otros malheridos por una pelea.
—Como decía— continuaba hablando, aunque había perdido el hilo de la conversación— Hablemos de los suministros que se acaban con rapidez porque he realizado un trabajo que no me corresponde. Soy el general del ejército, no el guardaespaldas de los doctores.
—Si no lo recuerda, estamos hablando sobre la ley que el rey, desea aprobar—su mirada demostraba cansancio—Reitero mi pregunta. General ¿No hay otra área donde realizar nuestra reunión?— cuestiono el senador.
—¿Usted no pidió que fuese en un lugar informal en una hora laboral?— pregunte mirando mis botas llenas de sangre— Si deseaba una habitación mucho más ostentosa, nos hubiésemos dirigido a la cámara de lores. Aunque se nos ordenó que no formáramos ninguna reunión sin el rey presente ¿O me equivoco?
—No, no te equivocas, Alexandre— dijo mi nombre entre dientes.
—Entonces, seguiremos hablando de logística hasta que me den suministros— di una falsa sonrisa— No creo que algunos asesinos lo intimiden ¿O sí?
Sus bocas se mantuvieron cerradas por algunos segundos.
—Está bien, entonces continuemos, mi humor después de un intento de redadas fallido, no es el mejor.
Cada que recuerdo mi falla, se formaba un tic en mi ojo derecho, menos mal fue un movimiento silencioso.
Todos ellos respiraron despacio. En realidad estos hombres estaban presos por estafadores y ladrones, pero eso no lo diría, tampoco que esta parte de las mazmorras nunca solía visitarla.
Necesitaba cambiar mi ropa antes de mi cita con Zai. Estaba lleno de barro y sangre, pero tenía menos de tres horas para terminar esta reunión, terminar mi trabajo y cambiarme.
Debía firmar una gran montaña de cartas, también verificar que todo estuviese en orden con mis socios y negocios propios, pero sería en otro momento. Mis socios podrían esperar un día más, Zai no.
Las horas transcurrieron con rapidez, mi trabajo se transformó en algo mucho más pesado de lo que creía y mi ducha fue más corta de lo que necesitaba. No tenía tiempo, debía ir rápido a recoger a Zai.
Hace menos de 24 horas besé a Zai y aún podía sentir que mi cuerpo saltaba de la emoción cuando mis labios tocaron los suyos. No había dormido casi nada anoche, ojalá hubiese podido culpar a la emoción, pero fueron mis responsabilidades quien perturbaron mi noche.
Tenía semanas durmiendo apenas dos horas diarias, mi cuerpo estaba comenzando a pasar factura, lo sabía, pero dormiría más tarde, debía hacerlo.
Me dirigí hacia uno de los establecimientos de Zai. Cuando llegue muchos se alertaron, no traía uniforme conmigo. La gerente no me dejo pasar y aunque intente explicarle que no estaba embargando nada o queriendo perjudicar a la empresa, no me creyó.
Principalmente, yo no embargaba. Era un general, no un banco.
¿Zai tenía problemas con el banco?
Luccas apareció ordenando que me dieran el acceso a las instalaciones. Él me llevo hasta Zai, pero aún la gerente del lugar seguía pisándonos los talones y mirándome fijamente.
Esta mujer me vio ayer ¿Por qué se comportaba así?
— ¿Ella siempre es así? — pregunté sin ningún disimulo, mirándola caminar a mi lado.
—Tiene años conviviendo con Zai, no puedes culparla.
Los tres llegamos a una bodega. Zai estaba de espaldas apuntando a una gran cantidad de tela. Muchos de sus empleados la miraban atentos mientras tomaban nota.
—Saquen el poliéster de aquí. ¿Qué hace una tela inflamable cerca de los laboratorios?— seguía dando órdenes— ¿Ya se completó el pedido de la nueva temporada? Se debe llevar a Aguamarina.
Zai estaba vestida con el color de mis ojos. Sus guantes eran blancos al igual que su capa. Se había colocado mi obsequio.
¿Debía darle aún más? Claro que si.
Observe de reojo a la gerente, me miraba extraño, como si fuese su enemigo. ¿En serio creía que estaba aquí para causar problemas?
De nuevo, mis ojos se dirigieron hacia Zai, ella se dio cuenta de nuestra presencia y se giró poco a poco, miro como estaba de pie al lado de Luccas y la mujer extraña. Los empleados miraron con curiosidad quien estaba esperándola.
Zai llego a mí con pasos lentos y media sonrisa, con los ojos entreabiertos y las manos detrás de su cuerpo. Pero la gerente nos interrumpió.
—¿Necesita que despache al caballero?—pregunto, mirándola fijamente con los ojos bien abiertos— Mi señora.
Luccas le respondió antes que Zai pudiese responder.
—No seas ridícula y vuelve al trabajo— ordeno Luccas, dándonos la espalda— Blackburn, tu chica maniaca amaneció aún más terca, te la dejo un rato.
Esos dos parecían molestos, pero Luccas era quien casi estaba rojo de la rabia. La gerente me miro por un momento y después observo a Zai, que se había quedado callada con la nariz roja.
—Me retiro, señora— dijo, algo apenada mientras evitaba mirarnos ahora—Lamento si la he molestado.
Se fue antes que Zai pudiese responderle. Todos volvieron a su trabajo, mirando de reojo solo cuando la curiosidad les ganaba y deteniéndose para observarnos hablar.