NARRADOR OMNICIENTE
Ambos estaban de pie, uno frente al otro mientras sus manos temblaban, sus hombros se colocaron rectos y sus labios permanecían sellados.
Zai se dio la vuelta para mirar las tumbas, no se dirigió hacia Alexandre de nuevo para seguir esa conversación, solo le pidió espacio para despedirse.
Él se apartó algunos metros, mirando como Zai hablaba y reía a carcajadas con la pequeña lápida que no podía darle una respuesta. Dejo las rosas en la tumba, pero antes lloro mientras sostenía su pecho.
Zai se levantó con dificultad, ella observó como Alexandre la esperaba de pie debajo de un árbol. Sin ningún cuidado, limpio las lágrimas mientras las arrastraba por su mejilla, dejando un pequeño ardor en la piel.
Comenzó a caminar en silencio hacia él, ellos estaban solos en medio de este cementerio.
—¿Nada que decir? ¿Nada que reprochar?—pregunto en voz baja— ¿No crees que ahora soy una mala persona por fingir indiferencia hacia este sentimiento?
Alexandre dio un pequeño paso hacia ella.
—¿Cuántos años tenías en ese entonces?—pregunto Alexandre, restando la edad de Zai con los años en la lápida— Zai, apenas eras una niña.
—¿Cuándo comencé a odiarlo o cuando lo tuve entre mis brazos? Son edades muy diferentes— sus palabras fueron acompañadas con algunas lágrimas que se habían escapado de sus ojos— Tuve a benjamín cuando apenas tenía 15 años, lo odiaba cada minuto del día, odiaba que llorara, odiaba que me sonriera y lo odie a un más cuando empecé a quererlo.
Zai se quedó en silencio mientras miraba sus manos llenas de cicatrices.
—Benjamin falleció en la madrugada del 30 de diciembre. Cuando murió quise derrumbarme, pero nunca nadie me dio el derecho de hacerme pedazos. Solo cuando me detuve por un momento para ver que dejé atrás, me di cuenta de que solo había escombros a mi alrededor— una combinación de rabia y tristeza se escuchó en su voz— Intente morir muchas veces, veneno, mutilación, peleas clandestinas en un barrio de aguamarina. Nada de eso me mataba, todo eso solo estaba dejándome aún más triste y algo molesta con la muerte, por haberme dejado atrás.
Zai lo miro a los ojos, él estaba pálido al escuchar su confesión, pero seguía escuchando atento.
—Después de este lugar, fui arrastrada por hombres que recolectaban mujeres para ser vendidas, hubo un muchacho, catalogado como el peor de su clase y el peor hombre que había parido la tierra, pero fue la única sonrisa amable que me ofreció libertad en medio de todo este caos.
—¿Accediste?
—No, rechace la oferta cuando supe que me llevarían a un lugar muy cruel— ella colocó su espalda derecha— Pero me dijo que si lograba escapar, podría buscarlo... y aquí estoy.
Alexandre al mirar la tonalidad pálida de su piel, tomo entre sus dedos sus manos e intento darles calor.
— ¿A dónde fuiste llevada, Zai? ¿Qué te hicieron en ese lugar?— su pregunta fue lenta.
Zai solo le dio media sonrisa y se quedó en silencio por algunos minutos.
—Si te asustan las cicatrices de mis manos, las que llevo en la espalda te harán vomitar— susurro, mientras caían lágrimas de sus ojos— Si te cuento cada detalle de mi historia, tendrías que desnudarme para que pudieses conocer cada cicatriz. Pero, cada una de ellas son mías, mi historia o mi condena, es lo mismo porque todo me lleva a un mismo lugar.
Ella tomó una pausa.
—El sitio... el lugar es un secreto que aún no estoy lista para confesar. Hay personas poderosas que están involucradas, aguamarina es una nación de mujeres hermosas y hombres crueles...
—¿La monarquía de aguamarina? ¿Hablas de ellos? — pregunto, aun sosteniendo su mano —¿Acaso son ellos a quienes debo de matar? Solo dime mi amor.
—Yo no le temo a nadie, Alexandre, pero insisto es un secreto.
Él seguía sosteniendo sus manos con delicadeza, pero ella rechazó su toque con suavidad, dando algunos pasos atrás y girándose de nuevo para caminar hacia la tumba.
—Diré adiós una última vez, aunque no importa donde su cuerpo físico se encuentre, Benjamín me acompaña siempre— susurro, dándole la espalda mientras dejaba correr sus lágrimas— Pero solo déjame decir adiós, ya que no me dejaran volver a este pueblo, solo lo sé.
Ella volvió a dirigirse hacia la tumba, pero sus actos y palabras fueron calmadas, era una plática cálida que solo podía darse entre dos personas que se habían extrañado, pero solo estaba ella en un frío silencio, imaginándose que a su lado estaban ellos dos mirándola.
Zai se giró hacia la otra tumba, colocando su mano sobre ella y dando cortas palabras mientras sonreía. Alexandre solo pudo leer sus labios en algunas cortas palabras.
“Los amo” “Los extraño” “Querido mío”
Ella volvió a su lado con los ojos rojos, no espero a Alexandre para colocarse en marcha, pero sus pasos eran tan lentos que no recorrió mayor distancia mientras él se reincorporaba a su lado.
Alexandre miró su perfil mientras caminaba, los labios y mejillas pálidas, la punta de su nariz y sus ojos rojos por el llanto. Zai solo miraba el frente y parpadeaba en ocasiones, pero después de algunos minutos caminando, comenzó a hablar.
—Conocí al joven jefe de un pueblo autónomo y remoto, justo cuando un pequeño bebe recién nacido lloraba entre mis brazos. Él me trajo a este pueblo y me dio dos opciones. Ser su esposa y que el niño tuviese su apellido o criar sola a mi hijo mientras todos en el pueblo me odiaban— dijo mientras seguía caminando— James fue mi amigo, un compañero el cual solía despertarme cuando se daba cuenta de que estaba gritando en mis sueños, pero también fue el padre de mi hijo y una autoridad para este pueblo. Éramos amigos con títulos de esposos, personas que se apreciaban y reían juntas a la hora de la cena.
Miró las palmas de sus manos y continúo hablando después de tomar un suspiro.
—Odie a Benjamin las primeras semanas de su vida, odiaba como lloraba y como en cada movimiento que hacía me recordaba a las personas crueles que... que me hicieron pasar malos momentos. Cada que Benjamin golpeaba una superficie, recordaba como un puño azotaba mi boca, cuando Benjamin quería vomitar, solía recordar cómo me hicieron comer mi vómito después de no haber ingerido comida por días — sus palabras eran frías, pero ya no había lágrimas bajando por sus mejillas— Pero, después comencé a amarlo. Imagine su cabello castaño enredarse en mis manos. Cuando fuese adulto y sus grandes ojos verdes estuviesen mirándome él podría decirme que me amaba... Solo era una niña intentando mantener a flote todo lo que no sabía que existía.