POV: ALEXANDRE
Seguía ignorando las cartas que mandaba mi madre día tras día. El cartero del hospital donde la había internado ya era amigo del personal y en pocos días me hablaría con confianza si seguía viniendo tan a menudo. En cada carta que entregaba, el cartero nos advertía que mi presencia era de suma importancia, pero yo seguía ignorándola.
También haría la vista gorda de Thomas y Henry si no estuviesen en mi despacho. Era raro mirarlos hablar de negocios como si mamá estuviera aquí.
Detestaba su indiferencia al tema, como parecían despreocupados mientras yo estuve vagando durante semanas para evitar pensar en ella. Aun sosteniendo el poco rencor que mantenía hacia mi madre, seguía extrañando a Emma Blackburn como el primer día.
Mis peores socios eran Thomas y Harry, estaba seguro de ello. Donovan tenía pocas acciones y todas las manejaba yo, así que nunca me molestaba demasiado, pero si una moneda de plata se perdía de la cuenta de Thomas Blackburn, lo tendría aquí con una montaña de papeleo pidiendo una explicación.
Thomas estaba tomando whisky mientras leía los documentos, si alguien entrara y nos mirara tan tranquilos, creerían que él nunca me había maldecido y mirado con odio.
Tomé el sello y di fin a la cantidad de papeleo que debía entregarle a Thomas. Harry sostuvo el papel y colocó su firma sin meditar demasiado lo que estaba firmando.
—Te noto algo apurado, Alexandre. ¿Alguna de tus amantes te está esperando? —pregunto Thomas, espiándome por el rabillo de su ojo— ¿O solo nos estás echando de tu casa?
—No tengo amantes, Thomas—respondí, mirándolo de forma directa—. Pero si me preguntas, debo partir en media hora.
—¿Aún estás encaprichado con la perfumista?
—Los caprichos son para los hombres que no pueden obtener lo que desean, en cambio, yo siempre tengo lo que se me da la gana—tomé un cigarrillo y lo llevé a mis labios—. ¿Aún esperas con ansias una carta de Emma o tú le escribirás primero?
Harry soltó un gran suspiro y dejo caer alguna hojas sobre su regazo.
—No comiencen ustedes dos— amenazo Harry entre dientes— Estaban bien callados la boca.
—Él empezó— apunte a Thomas, sonriendo de medio lado— Por cierto, si tienes la pequeña idea de evadir impuestos de nuevo, hare que te encarcelen en la peor esquina de las mazmorras.
—No lo estoy intentando...
—Lo estás haciendo, paga tus cuentas y no manches tu lindo apellido.
Thomas desvió la mirada, claramente molesto y sin ninguna señal de callarse pronto, continuó murmurando cualquier insensatez que se le ocurriera.
Los toques en la puerta y la risa de Donovan llamaron la atención de los tres. Aurora y Donovan entraron con pasos largos al despacho. Aurora estaba con un gesto neutral mientras le respondía al intento de coqueteo de Donovan y traía consigo mi correspondencia en la mano.
Esto era nuevo, tendría que corregir a Donovan. Aunque, por la mirada de Harry hacia él, tal vez solo debería advertirle que tenía un problema mayor.
—Gracias, Aurora. Deberías descansar el resto de la semana, toma el tiempo necesario para tu reunión— dije, sosteniendo las cartas entre mis manos—. ¿Puedes indicarles a los demás que preparen mi auto? Estoy a punto de partir.
—Es mi deber servirle, señor— respondió con un tono serio, enderezando la espalda.
Cada que ella me llamaba así, quería jalar un mechón de su cabello con fuerza, solo lo hacía porque estos tres estaban aquí, en especial Harry.
Aurora comenzó a caminar lejos de mi escritorio. Creía que Harry no se atrevería a hablarle enfrente de mí, pero aun así, se atrevió.
—Esa fragancia es nueva, Aurora. ¿Quién te la ha regalado?—preguntó Harry, aun sin mirarla directamente.
¿Un regalo? Aurora tenía más dinero ahorrado que toda la familia Blackburn junta. ¿El apellido Blackburn estaba cargado de tanto descaro?
— ¿Y por qué deduces que se la regalaron?—pregunté, fumando de mi cigarro—. Gana mejor que tú, debo informarte.
Aurora se quedó quieta, mirando la espalda de Harry y cómo él evitaba mirarla.
—Ha sido un obsequio, señor—respondió Aurora, colocando su espalda derecha— Pero, no es de su incumbencia quien me lo haya enviado.
—He preguntado, ¿Quién te lo ha regalado?—volvió a preguntar en voz baja, apretando los papeles entre sus dedos—. Habla antes que lo averigüe por mí mismo.
—Esa pregunta puede responderla su hermano—contestó Aurora, comenzando a caminar—. Él organizó la cita a ciegas.
¡¿Yo organicé la cita?! En realidad quien le había regalado todos esos perfumes como agradecimiento, fue Zai. Se estaban volviendo amigas o algo así habían dicho.
El silencio envolvió a los 4 Blackburn en la sala. Harry lanzó los papeles sobre el escritorio mientras me miraba con rabia. Donovan miró a Thomas en busca de ayuda y el mayor de los Blackburn solo cruzó sus brazos mientras sonreía.
— ¿Qué? ¿Vas a reclamarme porque Aurora esté buscando un prometido? —pregunté, colocándome de pie y alisando mi traje— Tal vez podrías invitar a la joven pareja a tu boda, hermano.
—No es mala idea, así superarás tu amorío y los Blagden observarán la fidelidad que sientes por su hija—habló Thomas con media sonrisa— Ellos están enterados sobre Aurora, es claro que no toman cartas en el asunto porque es la protegida de Alexandre.
¿Tomar cartas en el asunto? Si los Blagden se miraban pacíficos, seguro era Thomas hablando demasiado.
—Eres bueno arreglando matrimonios, Thomas, tendrás que bendecir la unión del marqués y Aurora— dije con media sonrisa, mirándome en el espejo y arreglando mi cabello—. Casados y felices.
— ¿Nuestro socio marqués o tu amigo rubio que es marqués? Eso sí que es una conquista— seguía hablando mirando sus uñas—. Después de todo, me cae bien la muchacha.
Se me olvidaba que Max era un marques en ocasiones.
La copa de vino de Harry se estrelló cerca de uno de mis cuadros más valiosos. Harry se levantó molesto, tirando todos sus papeles encima del escritorio y comenzando a caminar con rapidez con su abrigo en mano.