Monarquía de lágrimas

-¿Una declaración?

POV: ALEXANDRE

Belladona estaba resplandeciente. Cada esquina del museo brillaba con un esplendor único y, sin lugar a dudas, nunca estuvo decorado de tal forma.

Temía por cada esquina. Aunque hubiese personal encargado para que todo estuviese perfecto, belladona era una parte de mi vida y no permitiría que alguien la arruinara tan fácilmente.

Tuve que retirar algunas obras de un grandioso valor solo porque la idea de que fueran arruinadas me estaba matando.

Tenía que estar a la vista de todos, pero era mucho más fácil desviarme del camino y escabullirme hacia los jardines. El eco de los pasillos se profundizó; alguien estaba detrás de mí.

—Alexandre— escuché mi nombre provenir de una voz masculina.

Continué mi camino, fingiendo que no escuchaba a Thomas llamarme y seguirme con mayor rapidez, intentando alcanzarme.

¿No tenía otros hijos a quienes molestar? Se supone que me detestaba, debería actuar como siempre y alejarse.

Sin más remedio, detuve mis pasos y me di la vuelta para escucharlo hablar.

—¿No se supone que deberías colocarte el uniforme blanco para estas situaciones? —preguntó, mirando cada detalle de mi vestimenta. — ¿Por qué no lo hiciste?

—No deseaba hacerlo —mentí, mientras comenzaba a retroceder—. Es una fiesta de máscaras, ¿no se supone que deberías tener una?

—No deseaba colocarme ninguna —respondió dándome la espalda—. ¿Y tus hermanos? ¿Por qué no están aquí?

Mentía, lo conocía lo suficiente para saber que había olvidado mandar a realizar una máscara decente y nadie tenía una disponible para él.

—No tengo tiempo para estar al pendiente de mis hermanos —comencé a caminar en dirección contraria a Thomas—. En la oficina principal hay una máscara, alguien está autorizado a entregártela.

Thomas se fue reprochando mientras caminaba con dirección al despacho.

Deseaba utilizar otro uniforme para este día, pero ya era demasiado tarde cuando me di cuenta de que perdí masa muscular. El doctor que solía realizar mis chequeos médicos cada 3 meses comenzó a visitarme una vez a la semana desde que llegué.

Ni siquiera subí una mísera talla. Estaba comiendo tanta proteína como podía y realizando mucho del ejercicio que necesitaba, pero nada borraría 3 meses de odiarme con 2 semanas de preparación.

Por lo menos algunas facciones de mi rostro se rellenaron y mis hombros se pronunciaron, pero tenía otras preocupaciones. Mis ocupaciones restaban el poco tiempo disponible que podía tener con Zai.

Una necesidad floreció en mí esa noche junto a ella. Nunca experimenté esta prisa de estar al lado de nadie, pero con Zai, las cosas solo pasaban de un momento a otro.

De nuevo, escuché mi nombre provenir de una voz masculina, pero me detuve al reconocer la voz de los condes Blagden.

Se suponía que era una fiesta de máscaras. Aunque, no debía ser tan difícil encontrarme cuando solo había 6 uniformados de alto rango en el baile y era el único joven.

—Señores —los saludé a ambos, estrechando su mano mientras sonreía—. Hicieron un buen trabajo organizando este evento.

—Adele solo lo hizo porque se trataba de usted... en cambio, estaba a punto de explotar si seguía organizando un evento del rey —admitió Mattius en voz baja.

—Estoy complacido, en verdad hizo un gran trabajo —dije, quitando la máscara—. ¿Viene sin acompañante, lord?

¿Qué tan dramático sería si le presentaba a Aurora a Mattius Blagden? Seguramente Harry intentaría asesinarme y arrastrarme por toda belladona.

—Tal vez encuentre la mujer indicada en este lugar, ¿no es así, padre?

—Dudo que lo hagas —respondió con media sonrisa, pero al mirar el gesto de su hijo, su mueca cambió—. Me pediste sinceridad y estoy otorgándotela.

— ¿Por qué no? —pregunté sin poder evitar sonreír—. Escuché que casi todas las cortesanas jóvenes vinieron a este baile.

Los zapatos de tacón se escucharon llegar mucho antes que su voz.

—Algunas vinieron a conquistar al soltero codiciado —Danna sonrió mientras miraba a su padre—. Pero todas las cortesanas deberán dar un paso atrás por usted, Alexandre.

—Su hermano también está catalogado como un excelente partido.

Mattius miró de reojo a su hermana mientras sonreía de medio lado con orgullo.

—Hay un pequeño rumor sobre los invitados —Danna me miraba de forma fija mientras hablaba—. Tal vez pueda presentarnos a la mujer misteriosa.

—O tal vez no, todo dependerá de cuánto la abrumen... No le gustan los extraños —confesé, cruzando los brazos encima de mi pecho—. Pero podrán mirar cómo bailo con ella.

Mis palabras no ofendieron a ninguno de los Blagden, en cambio, solo hicieron que todos sonrieran y comenzaran a bromear sobre Mattius.

Si hacía una presentación formal con cualquier persona, sería la primera y última vez que Zai aceptaría mi invitación a un baile, ya estaba advertido sobre ello. No quería arruinarlo.

—El baile está a punto de comenzar —una voz femenina se escuchó detrás de mí—. ¿Qué hacen ustedes en los jardines?

—No deberías tratar de esa forma a tu cuñado, Adele —el señor Blagden respondió con un tono serio a la pregunta de su hija—. ¿Tú no deberías estar con tu madre?

—Creía que ustedes estarían con ella...

Hubo una mirada cómplice entre los Blagden, una que estaba llena de pánico y algo de ansiedad. Adele Blagden se disculpó con rapidez y se retiró con pasos rápidos mientras Danna la acompañaba.

Insistía, esa señora era extraña. Siempre parecía perdida en su mundo, con un luto eterno que cubría sus facciones.

Julieta Blagden era un misterio de mirada y cabello oscuro.

Mattius y Omar Blagden no duraron demasiado tiempo haciéndome compañía, solo esperaron algunos minutos para retirarse con la excusa de encontrarse con algún conocido.

Tal vez la señora Julieta no era la única extraña en esta familia.

Coloqué la máscara en su lugar y comencé a caminar en dirección al baile. En el salón no había nadie que me interesara, no deseaba mirar cómo las personas tomaban vino cerca de mis cuadros o el licor manchaba el mármol.




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