POV: ALEXANDRE
No podía entrar a ese lugar, no deseaba mirarla a los ojos y fingir que no deseo jamás haberme enterado de ella, no quería reconocer que era su hermano mayor, hijos de la misma madre y el mismo canalla.
Tenía suficiente con la estupidez diaria de Donovan y ahora tendría que estar al pendiente de una adolescente criada e influenciada por la mujer que se dedicaba a arruinar la vida de los demás.
Respiré despacio, intentando disipar el ardor que se concentraba en mi pecho. Saqué de mi bolsillo un nuevo par de lentes. Había roto los anteriores con rabia, negándome a parecer a ese retrato.
Mis ojos picaban por el trasnocho y la falta de aire. No conocía el descanso, me negaba a recostarme y que mi mente reanudara la misma conversación.
Tomé aire y comencé a dirigirme hacia el lugar, intentando que la nube gris se dispersara. Me adelanté a la hora acordada con mis hermanos, necesitaba conocerla primero.
Ni siquiera estuvo en discusión con quién se quedaría. Viviría conmigo y aprenderíamos a convivir juntos o nos mataríamos en el proceso.
Ya tenía a alguien organizando su integración a la sociedad, una institutriz le enseñaría lo necesario y el mejor instituto de la ciudad la educaría. ¿Cómo Emma pudo ocultármela todo este tiempo?
Aurora se mantenía ausente, me pidió tiempo a solas consigo misma, alejada de los Blackburn. Sé que ella no odiaría a Julia, pero en estos momentos, no podía culparla si me detestaba también a mí.
Salí en compañía del mejor personal de Maximiliam. Ambas mujeres eran castañas y podrían patearme el trasero si ellas quisieran. No necesitaba protección, pero no estaba de más estar acompañado.
Después de pasar algunos pasillos y evitar mirar a las mujeres que me rodeaban sigilosamente, me coloqué de frente a la puerta que le habían asignado. Antes de pasar, escuché la voz de una mujer mencionando mi nombre.
—¿Alexandre? —susurró una voz detrás de mí—. ¿Eres tú?
La observé por el rabillo del ojo. La pelirroja me miraba con asombro, vestía con seda roja y el lunar que dibujaba cerca de su boca estaba corrido por sudor.
Si los informes eran ciertos, era la mujer que se dedicó a vender a mi madre durante años.
—Por todos los cielos, eres igual a tu padre, niño —dijo la pelirroja luciendo sorprendida. De forma rápida intento espabilar con rapidez. —Bueno... ¿Dónde carajos está la perra malagradecida de tu madre? Me debe demasiado dinero, esa niña estuvo detenida por casi matar a uno de mis clientes. Es igual a su madre, idiotas que malgastan mi tiempo. Mi cliente está enojado, le prometí a una señorita sumi.
La rabia disfrazada de escalofrío subió por mi espalda.
—Cállenla.
El golpe fue veloz, tanto, que ni siquiera pudo detener su cuerpo colisionando contra la puerta cercana. Ignoré el quejido de dolor y las quejas de las mujeres a mi alrededor. Gire el picaporte, fingiendo estar listo para lo que fuese que hubiese detrás de esa puerta.
—Quiero que todas estén calladas, ni siquiera un pájaro debe aletear mientras estoy aquí —ordené en voz baja.
La habitación que me recibió no tenía demasiadas cosas, pero sí un notorio olor a humedad y una ventana ovalada. Lo primero en sorprenderme fue un viejo baúl manchado por pintura con las iniciales de mi madre. Algunos cuadros estaban colgados en diagonal, todos pintados con técnicas básicas de grafito y acuarelas.
Después de todo, era cierta su historia en este lugar desagradable. Una pequeña cama se encontraba en la esquina, a su lado, una mesa de noche que solo tenía tres patas y una gran piedra que evitaba que colisionara.
Ella estaba sentada de espaldas, observando fijamente hacia las calles. Me miro llegar, era un hecho que no podía ocultar.
Cerré con cuidado la puerta, como si eso fuese a disimular mi presencia en la habitación. Un bastón estaba a su lado, pero no fue lo primero que llamó mi atención, eran las vendas ensangrentadas en una esquina las que me hicieron tropezar.
—¿Dónde está mi mami? —preguntó en voz baja, aun dándome la espalda—. ¿Qué carajos hiciste con ella?
—Emma está en rehabilitación, se ausentará durante un tiempo —respondí secamente, sentándome en la cama mientras miraba las vendas tiradas—. Desea que vengas con nosotros.
—Eso no es cierto.
—No, no lo es —admití, mirando su perfil—. Pero no tienes opción, Julia. No ahora que sabemos sobre ti.
—¿Ahora que lo saben? —cuestionó, agachando aún más la cabeza—. ¿Madre no les había contado nada sobre mí? ¿Acaso crees que caeré en esa mentira?
Tomé una bocanada de aire, suspirando con fuerza después de algunos segundos. Estruje mis ojos, buscando las palabras correctas, pero ella habló mucho antes que yo.
—Mamá siempre dijo que sus hijos eran hombres crueles, que me mantendría alejada hasta que ahorrara el dinero suficiente para huir lejos de su crueldad —su voz hizo eco en las angostas paredes del lugar—. Pero, ahora he recibido una carta donde dice que debo seguirlos. ¿Por qué mamá está haciendo esto?
Me quedé sin palabras, relamiendo mis labios mientras evitaba que el nudo siguiera formándose en mi garganta.
—Sé que no fue lo único que escribió, pero debes saber que no intentaré modificar la idea que tengas de tu madre —dije, colocándome de pie—. Tenemos que irnos.
—Este es mi hogar —su tono de voz fue mucho más bajo que un susurro—. Madre me dijo que sus hijos eran crueles, que debía mantenerme lejos y ahora tú intentas llevarme... ¿Por qué?
Ni siquiera intente responder esa pregunta, me conocía lo suficiente para saber cuánto podía soportar.
Me coloqué en marcha, y sin decir nada más, busqué la puerta que dirigía hacia el pasillo. No fue necesario caminar demasiado, pude escuchar cómo se movía con sigilo para atacarme de espaldas.
Me moví con rapidez, una botella se estrelló en el marco de la puerta.
—¡Me niego a irme sin mi madre! —gritó, sosteniendo en alto otra botella—. ¡Ustedes solo desean alejarme de mi mami, ella solo necesita tiempo para llevarme!