POV:ZAI.
Tal vez debí hacerles caso a todos cuando me pedían cuidar mi salud. Ahora tendría que tomar suplementos para mejorar casi todos mis valores.
Comenzando por la nutrición y mis horas de descanso. Pasé por cada uno de los especialistas en este lugar, todos llegaron a la conclusión de que era la mujer más descuidada que han atendido.
No era buena paciente, eso está claro. Me agradaba este lugar porque me hacía sentir segura, la mayoría eran doctoras. Muchas no tenían numerosos pacientes, en su totalidad mujeres traídas aquí porque sus esposos se negaban a que fueran vistas por un hombre. Me parecían excelentes profesionales, jamás dudaba en recomendarlas. Ahora, siendo regañada por mi evidente anemia, tal vez dudaba.
No conocían mi historia, pero sí mi cuerpo a la perfección. Se alarmaron la primera vez que vine y tuvieron que palpar cada una de mis cicatrices. En ese momento no tenía casi movilidad en mi espalda, pero me ayudaron con terapia física.
Después de varias horas y cientos de regaños, tenía papeles en mano y algunas condiciones que cumplir.
—Tus resultados son horrendos.
—No me ha dado gripe. ¿Esa no es una buena señal? —pregunté, intentando disimular una sonrisa.
—Zai, ambas sabemos que después de las múltiples infecciones debes cuidarte.
—Me cuido bien, lo prometo.
—Saltarte comidas y mitigar el hambre con fresas no es cuidarte —de nuevo, su voz reflejó severidad. Coloco su espalda derecha, mirándome con recelo. —Al igual darte de alta con otras doctoras de este lugar.
—Y no volveré. Estoy en perfectas condiciones para que vuelva a decirme cosas raras —crucé mis brazos encima de mi pecho—. Melione me dijo que está asistiendo para tratar ciertos problemas. ¿Puede comentarme cómo se ha sentido?
—Es tu mejor amigo, puedes preguntarle tú misma cómo se siente.
—Pero-
—No podemos proporcionarte información sobre la salud de un paciente, así este sea tu amigo —dijo, escribiendo en un papel otras indicaciones—. En cambio, puedo hacer que te agenden una cita.
—Ni de chiste, entrar en ese consultorio es el infierno de las verdades.
—Zai.
Me coloqué de pie de forma apresurada, como si eso me ahorrara tiempo para evadir su propuesta. No era una obligación, pero sí una de sus recomendaciones.
—Mi negocio casi se viene abajo, no salto mis comidas porque esté triste o desee atentar con mi vida. Prometo que no pasará de nuevo —mostré mis manos como gesto de tregua—. Todo comienza a prosperar, así que volveré a mi rutina y seré saludable.
—Si tienes algún síntoma de fiebre, tendrás que venir a urgencias. Zai, no estoy jugando cuando te digo que estás en riesgo.
Volví a tomar asiento. Mirándola a los ojos mientras ella intentaba con claridad que viera la lógica del asunto.
—No vine a este lugar porque me sintiera bien. Me canso con mayor facilidad, me cuesta levantarme de la cama y tengo dolor de cabeza. ¿Crees que tarde demasiado volver a como estaba hace unos meses?
—Si no sigues el plan de tratamiento a pie de la letra, estarás en problemas irreversibles. Eres joven, sí, es favorable para ti, pero también tu cuerpo ha pasado por mucho y eso agrava tu diagnóstico.
Solté el aire acumulado en mis pulmones, demasiado consciente de que jamás presenciaría a esta mujer tan preocupada como ahora.
—Cancelaré mis viajes, contrataré a personal que me atienda y rebajaré mis horas en el trabajo —enlisté las cosas que debía hacer por mi salud—. Solo asistiré a una clase en vez de cinco en la escuela.
—¿Estás cuidándote? —preguntó de repente.
—Bueno, insisto en que es un buen síntoma no haber tenido gripe.
Sus ojos entrecerrados y el largo silencio me dieron una idea de que hablaba.
—Yo no mantengo ese tipo de encuentros.
—Entonces estás esperando a casarte con el general —se reclinó en la silla, luciendo tranquila—. Si llegas a embarazarte, morirás. Recomiendo no planificar bebés hasta que tus controles sean adecuados.
Abrí la boca para responder, pero mi cerebro no tuvo la destreza suficiente al formar una oración. El balbuceo nos sorprendió a ambas.
—¿Te estás volviendo tonta? —preguntó con media sonrisa—. Creía que tu cerebro permanecía medianamente bien la última vez que lo revisaron.
—Eres una igualada. Esto es poco ético.
—Ambas sabemos que nuestra relación doctora-paciente es inusual.
Su carcajada me hizo sonreír. Después de 4 años tratándome, manteníamos la confianza suficiente para desarrollar este tipo de conversación.
El ruido de la puerta llamó nuestra atención. El enfermero pasó con una pequeña bandeja y un gesto de duda en su mirada.
—No me gusta asumir ciertas situaciones, pero sospecho que el soldado que espera en nuestra recepción le está buscando.
No me sorprendió en lo absoluto que Alexandre me estuviese esperando. Después de confesarme que tenía personas vigilándome, puse ciertas condiciones, pero si estaba aquí es porque le habían alertado el tiempo prolongado que estuve ausente.
—Podría ser otro soldado.
—No cualquier general se pasea con un uniforme de gala como si fuese un atuendo cualquiera. Mucho menos puede robar incontables miradas de nuestro personal, sin contar-
—Entendí tu punto, gracias —lo interrumpí con un gesto en la mano.
Me dispuse a retirarme, me despedí de la doctora, no sin antes volver a escuchar la misma charla sobre cuidarme.
Observando al preocupado soldado que me esperaba, su rostro lleno de angustia me hizo darme cuenta de que llegó el momento de mostrarle mis cicatrices.
POV:ALEXANDRE.
La noche se volvió un carroñero que vigilaba con sigilo mi próxima caída para atacar la falsa fachada de tranquilidad que me costaba sostener.
Ambos permanecíamos en silencio, uno frente al otro mientras las paredes se cerraban sobre nuestras cabezas. Ella parecía tranquila, indiferente y, aunque mi semblante lucía restarle importancia a la situación, no podía sentir nada más que ansiedad.