Capítulo 08.
El Ejército del Cráneo Esmeralda
Las escaleras culminaban en un pasillo angosto de paredes y suelo de piedra, con columnas talladas y un techo bajo que podrían tocar con sus dedos si estiraban la mano hacia arriba. Todo estaba bastante silencioso, salvo por el resonar de sus propias pisadas contra el piso. Y no había ni una sola fuente de luz, adicional a las lámparas de sus tres celulares.
—¿Crees que haya sido construido por alguna civilización antigua? —preguntó Karly curiosa, mientras alumbraba con su luz las paredes y el suelo a su paso—. ¿Quizás los primeros pobladores de Gray Peaks que vivieron aquí antes de la fundación del pueblo?
Monique soltó un pequeño quejido reflexivo.
—No lo sé. Pero creo que es incluso más antiguo que eso, en realidad.
—¿Cómo lo sabes?
—Es más un presentimiento —susurró Monique, sin estar ella misma segura de por qué lo decía.
Todo aquel sitio le provocaba una sensación familiar, aunque no tenía claro el motivo. Durante sus viajes de entrenamiento con su madre o su padre, había conocido muchos lugares antiguos, infestados de secretos y monstruos. Pero ese no se sentía parecido a esos. No percibía peligro, pero tampoco era que se sintiera del todo a salvo. Era en verdad algo muy extraño.
El pasillo por el que caminaban llegaba hasta una habitación cuadrada, con los techos más altos. En la pared justo delante, se podía ver un vivido grabado en la piedra, en el que se distinguían figuras que bien podrían ser personas, monstruos, llamas de fuego y, lo más resaltante de todo, la enorme figura en el centro que asemejaba a un dragón con sus alas alzadas.
Esa imagen de dragón sí que le traía recuerdos, de las lecciones de su padre, y de los dibujos presentes en varios de sus libros.
Había también más de las mismas runas alrededor de aquellos dibujos, que en conjunto era claro que contaban una historia. O, al menos, para Monique resultó bastante claro, por algún motivo.
Sin darse cuenta, se había quedado de pie justo delante del mural, alumbrando poco a poco cada centímetro de éste al tiempo que lo recorría con su mirada.
—¿Estás bien? —preguntó Billy luego de colocarse justo a su costado.
Monique asintió, sin despegar sus ojos del muro.
—Creo que entiendo lo que estos dibujos quieren decir —susurró en voz baja, tomando un poco desprevenido a su compañero.
—Dijiste que no le habías puesto atención a tu padre.
—No, pero…
Guardó silencio, incapaz de poner con palabra lo que sabía o sentía. De alguna manera, sin embargo, Billy aun así lo comprendió.
—¿También es un presentimiento?
Monique volvió a asentir como respuesta.
—Creo que cuenta la historia de tres mil guerreros antiguos, que dieron sus vidas, sus cuerpos y sus almas para así convertirse en el ejército definitivo al servicio de su amo.
—¿Su amo? —inquirió Billy, curioso, pero también preocupado.
—Ese de ahí —indicó Monique, señalando hacia el dragón en el centro del mural—. Tres mil almas perdidas al servicio del Gran Dragón Negro que Devora la Luz.
—¿Dragón Negro?
—Mi padre me ha dicho que una de las cualidades más distintivas del Señor del Mal, es su habilidad para tomar la forma de un enorme Dragón Negro, único en su clase.
Aquello causó una visible reacción de asombro en Billy, que resultó imposible de ocultar.
—¿Crees entonces que eso se refiera a…?
Ahora fue él quien no completó su frase, y Monique la que pese a eso lo comprendió.
—Bueno, ya que la puerta se abrió cuando la toqué… es una posibilidad —contestó la joven de cabellos azules, mientras contemplaba atenta su propia mano.
Su padre le había explicado que existían objetos, lugares y seres que reaccionaban a la magia del Señor del Mal y a su cercanía. Como había dicho, esa no era la primera vez que algo reaccionaba con tan sólo tocarlo, pero casi siempre eran cosas que su padre tenía guardadas en su baúl, o cosas que encontraban durante sus viajes a lugares remotos. Nunca algo construido en el parque a una cuadra de su casa.
¿Qué era ese sitio? ¿Por qué estaba ahí? ¿Era sólo una coincidencia que estuviera tan cerca de su nuevo hogar…?
—Oigan —escucharon que Karly pronunciaba con fuerza, con un pequeño temblor en su voz—. Creo… que encontré a las tres mil almas sacrificadas.
Ni Monique ni Billy supieron en primera instancia a qué se refería. Karly se había aproximado a una abertura en una pared lateral, que al parecer llevaba a una habitación adyacente. Estaba de pie un par de pasos dentro de aquella habitación, y alumbraba hacia el interior con su teléfono. Su postura era tensa y nerviosa.
Ambos se aproximaron para intentar ver qué era lo que había causado tal reacción en ella; era bastante inusual verla tan silenciosa y quieta. Sin embargo, en cuanto se pararon a su lado y alumbraron también hacia lo que ella veía, no tardaron mucho en no sólo comprender su reacción, sino incluso compartirla…