Monique Devil

Capítulo 11. Son libres ahora

Capítulo 11.
Son libres ahora

…si no hacía algo pronto para detenerlo.

Monique reaccionó velozmente, abriéndose paso de un salto por encima de los esqueletos, cayendo justo delante de la Srta. Cereza. Sin dar tiempo a ninguna explicación, tacleó rápidamente a su maestra, haciendo que ambas se lanzaran hacia un lado, cayeran al piso y rodaran algunos metros sobre el esponjado disfraz de nutria. Todo eso en el momento justo para evitar los ataques de las armas de los esqueletos, que golpearon y agrietaron el piso en el punto en el que la profesora estaba parada hace un segundo.

—¡¿Ahora qué crees que haces, jovencita?! —exclamó la Srta. Cereza furiosa, estando de espaldas en el suelo. Agitó sus brazos y piernas en un intento de levantarse, pero su disfraz tan voluminoso obviamente no se lo facilitaba.

Monique se olvidó por un segundo de ella, y pasó en su lugar a ponerse de pie, interponiéndose en el camino de los esqueletos, que ya marchaban en su dirección.

—¡Deténganse!, ¡ahora! —les ordenó con voz de mando. Sin embargo, para su sorpresa, los esqueletos no la obedecieron—. ¡Dije que se detuvieran! —repitió, pero obtuvo el mismo resultado.

Los esqueletos siguieron avanzando. Sus ojos rojizos se encontraban totalmente fijos en la Srta. Cereza, y no parecían percatarse siquiera de que Monique estaba ahí, justo delante de ellos.

—Han perdido el control —concluyó con espanto. Debía ser algo parecido al estado de frenesí en el que su padre le había dicho que varias criaturas del Submundo entraban en el fervor del combate, en especial cuando peleaban en grandes grupos.

No tuvo mucho tiempo para pensar más al respecto, pues de nuevo se lanzaron al ataque. Monique reaccionó, lanzándose ella a su vez de nuevo hacia la Srta. Cereza para alzarla en sus brazos con todo y su disfraz de nutria.

—¡Bájame en este instante! —le exigió la profesora, pataleando.

—¡No creo que quiera eso, señorita! —le gritó Monique, al tiempo que corría con la profesora en brazos hacia la salida. Y al mirar sobre el hombro de la muchacha, la Srta. Cereza por sí misma vio al ejército de esqueletos que corría en estampida detrás de ellas, y no tuvo más remedio que estar de acuerdo.

Monique salió despavorida del salón de juegos con la Srta. Cereza, y se abrió paso rápidamente entre la multitud, mientras los aguerridos esqueletos las seguían muy de cerca.

—¡Monique! —exclamó Karly con apuro, corriendo también hacia afuera, pero sólo logrando ver cómo se alejaban por el pasillo—. ¿Y ahora qué hacemos? —exclamó preocupada, girándose hacia Billy.

—¿Y yo qué voy a saber? —respondió el chico, encogiéndose de hombros—. No es como que haya algo que tú o yo podamos hacer contra tres mil esqueletos enloquecidos, ¿o sí?

—Pues tenemos que hacer algo, aunque sea —sacó en ese momento su teléfono, sosteniéndolo delante de ella— grabar toda esa persecución y pelea por el centro comercial para luego subirla a internet y hacerla viral.

—¿Y eso de qué va a ayudar exactamente? —musitó Billy, perspicaz.

—¡Eso lo que una amiga hace! —le respondió Karly en alto, mientras se alejaba corriendo en dirección a donde había ido la estampida, con teléfono en mano.

Billy puso un instante los ojos en blanco, y no le quedó más que de nuevo ir detrás de sus dos amigas.

— — — —

Monique siguió huyendo por entre los pasillos del centro comercial, con su profesora en traje de nutria en brazos, y una turba de esqueletos enardecidos pisándoles los talones. Por suerte su frenesí los tenía totalmente concentrados en su objetivo, por lo que pasaban de alto sin atacar a las demás personas o tiendas; aunque claro, eso no impedía que si algo, o alguien, se ponía en camino de su estampida, terminarán empujándolo hacia un lado con bastante poca delicadeza. Pero al menos la mayoría de las personas tenían el sentido común suficiente para huir despavoridos de ellos.

Sabía que no podría huir por siempre, pero tampoco se le ocurría de momento qué más hacer. Sin darse cuenta había comenzado a dar vueltas por todo aquel recinto, quizás a la espera de que sus perseguidores se cansaran, pero era más probable que ella lo hiciera primero.

En un momento durante su huida en la segunda planta, su pie pisó y resbaló sobre algo, que segundos después reconocería como el helado de fresa que alguien había dejado caer al suelo. Monique y la Srta. Cereza se precipitaron al suelo, y ésta última se soltó de los brazos de la jovencita, volando por el aire hacia adelante y luego cayendo al suelo, por suerte siendo amortiguada por su disfraz. Sin embargo, luego siguió rodando con el impulso hasta quedar contra una de las mesas del área de comida en esa planta.

Monique se forzó a pararse, pero al instante escuchó los estridentes pasos y gritos de batalla de los esqueletos a unos centímetros de ella; los más cercanos las alcanzarían en cuestión de milisegundos. Rápidamente se lanzó al frente en dirección a la Srta. Cereza, pero en lugar de tomarla a ella, tomó por las patas una de las sillas de la mesa, y se giró con gran velocidad hacia los esqueletos que saltaron en dirección a su presa, golpeándolos con increíble fuerza con la silla. Ésta se desmoronó en pedazos por el impacto, pero aguantó lo suficiente como para mandar a volar a los tres esqueletos más cercanos hacia un lado, y hacer que uno de ellos perdiera la cabeza, y los brazos de los otros dos se desmoronaron. Los pedazos de huesos verdes cayeron al suelo, rebotando y tintineando contra éste.



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En el texto hay: parodia, heroes y villanos, demonios y monstruos

Editado: 18.04.2024

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