Capítulo 15.
Monique, la Animadora
—¡¡Monique!! —gritó Amanda con tanta fuerza, que su grito retumbó en todo el barrio. Aunque, para esas alturas, la mayoría de sus vecinos ya se habían hecho a la idea de que no debían ponerle mucha atención a los extraños ruidos que provinieran de esa casa.
La familia Devil se encontraba esa noche reunida en la sala principal de su residencia. Harold y Amanda acababan justo de llegar al mismo tiempo de sus respectivos trabajos, y Monique ya los aguardaba, un tanto nerviosa para comunicarles una noticia importante. O quizás no tan importante en realidad, pero igual debía decirles. Y para facilitar la comunicación de dicha noticia, se había ayudado de un poderoso apoyo visual: su nuevo uniforme de animadora, de camiseta y falda de colores azules y dorados, con las letras GP bordadas en el torso.
La reacción de ambos al verla con aquello puesto había sido bastante similar a lo que Monique se había imaginado. Su madre la miraba con un marcado horror, y su postura era tensa, como si aguardara el ataque inminente de un enemigo. Por otro lado, su padre la miraba con ojos grandes, maravillados y llenos de asombro, y una amplia sonrisa de júbilo en sus labios.
—Por favor, no pierdan la cabeza con esto… —les susurró Monique despacio. Su rostro se encontraba bastante rojo en esos momentos, como quizás no lo había estado nunca en su vida.
Su petición, sin embargo, había caído en oídos sordos.
—¡¿Pero qué demonios traes puesto?! —espetó Amanda, sonando casi ofendida.
—Querida, te ves hermosísima —murmuró Harold con voz cariñosa, teniendo ambas manos cruzadas sobre su pecho.
—No puedo creerlo —susurró Amanda a regañadientes, caminando hacia un lado de la habitación con los brazos cruzados—. Me niego a aceptar que esto es real; ¿por qué, Dioses Antiguos? ¡¿Por qué?!
—Esos colores te quedan de maravilla —exclamó Harold en alto, desbordando orgullo.
—¿En qué fallé? —soltó Amanda mirando al cielo—. Fue por esa maldita caricatura de conejos, ¿cierto? —espetó con brusquedad, girándose de nuevo hacia su hija—. ¡Sabía que sería una terrible influencia para ti!
—¡Ah!, ¡déjame ir por mi cámara! —señaló Harold en cuanto la idea le cruzó por la cabeza, y se dispuso a ir corriendo hacia su habitación. Sin embargo, no fue muy lejos antes de que Monique interviniera y lo detuviera.
—Basta, los dos —exclamó Monique con fuerza, y la mayor firmeza que le era posible en esos momentos (que no era mucha)—. No es para tanto, ¿de acuerdo? Me dijeron que tengo que elegir una actividad extraescolar, y hoy casualmente me invitaron al equipo de animadoras. Y, bueno… le prometí a Karly que al menos lo intentaría. Es como un periodo de prueba; si no funciona, lo dejaré.
—De ninguna manera —declaró Amanda con voz autoritaria, parándose derecha con sus manos contra su cintura—. No voy a permitir que mi hija se vuelva una superficial y frívola animadora. Es algo muy bajo para alguien de tu posición.
—¿Y qué posición es esa? —musitó Monique, desconcertada. Esperaba que a su madre no le agradara la idea, pero no que la odiara a tal nivel.
—¿Qué ocurre, querida? —masculló Harold con tono burlón, cruzándose de brazos a su lado y mirándola de reojo con una sonrisita pícara en los labios—. ¿Las malvadas animadoras no dejaban que te sentaras con ellas en el almuerzo cuando eras joven?
Monique parpadeó dos veces, un tanto destanteada por esa pregunta. Por supuesto, debía ser sólo una broma; dudaba mucho que algo como eso fuera lo que molestara a su madre.
Sin embargo, en cuanto la miró de nuevo, y notó como Amanda desviaba su rostro avergonzado hacia un lado, y sus mejillas se pintaban de un rosado poco común en ella… Monique comenzó a contemplar atónita la posibilidad.
—¡Ni quién quisiera sentarse con ellas! —soltó la ex heroína con fervor, alzando el mentón con orgullo y sacando el pecho—. O pertenecer a su estúpido equipo… Yo estaba bastante ocupada entrenando mis habilidades de combate, fortaleciendo mi magia, y peleando en el campo de batalla con amenazas reales, como para preocuparme por ellas y sus ridículos trajecitos y bombones.
—Pompones —le corrigió Harold en voz baja, aún con esa sonrisita ladina en los labios; se veía que lo estaba disfrutando demasiado.
—Míralo como una forma de practicar y mejorar mis habilidades atléticas, mamá —intervino Monique, queriendo poner un poco de paz al asunto—. Te impresionarías si vieras los increíbles saltos que Karly puede dar. Además…
El rostro de Monique se ensombreció ligeramente, y dejó escapar en ese momento un pesado suspiro de abatimiento.
—Es la primera vez que me invitan a pertenecer a… bueno, cualquier cosa —susurró Monique con ligero pesar en su voz—. En mi otra escuela todos me sacaban siempre la vuelta, ¿lo recuerdan? Sé que aunque hubiera querido entrar a cualquier club, me hubieran cerrado la puerta en la cara si tan sólo lo hubiera preguntado. Así que… no sé —pronunció encogiéndose de hombros—. Creo que es agradable que por una vez alguien quiera que sea parte de su grupo.