¿monja? No lo creo

Capitulo 8

Mauricio

Isabella Mussolini, esta mujer, me vuelve completamente loco, desde que la vi, no puedo apartar de mis pensamientos su largo cabello castaño, su piel morena, sus ojos están llenos de travesura, esos labios que me vuelven loco cada vez que siento su roce, sus movimientos y tiernas caricias imborrables de mi mente, su cuerpo es muy firme, se ve atlético, tiene todo en su lugar, unos pechos de buen tamaño pero, para nada exagerado, abdomen plano, no puedo seguir con este pensamiento o terminare haciéndole el amor en una camilla de hospital y no quiero eso, bueno si quiero hacerle el amor pero, no en una camilla, ustedes me entienden.

Y aquí me encuentro, en un cuarto de hospital besándola desesperadamente, estando casi encima de ella, de verdad la necesito como novia y también en cuerpo, quiero que Isabella sea mi mujer, sea completamente mía, pero, no puedo precipitarme, ¿que tal si cree que quiero follarla e irme? no quiero que eso se le cruce por su mente, apenas nos conocemos unas cuantas semanas.

La puerta es abierta por el doctor y me separo un poco de ella pero nuestras manos siguen juntas.

—¿Podrías dejarme a solas con Isa? —pregunta el doctor de forma burlona.

—No, si tienes algo que decir, lo dirás conmigo aquí, además, no tienes ningún derecho de llamarla Isa —el doctor pone su vista en ella.

—Esta bien, Mauricio puedes retirarte —me quedo incrédulo, por las palabras que pronuncia Isabella, tengo tantas ganas de partirle la cara a ese doctor, por la sonrisa burlona que tiene en el rostro.

Me dirijo a la salida de la habitación no sin antes, chocar mi hombro con el del doctorcito.

Isabella

—Discúlpalo, por eso —le digo a Carl.

—Tranquila no tienes que disculparte por ese tonto, ¿en qué quedamos? —pregunta en un tono juguetón.

Me besa desenfrenadamente, le sigo el beso apresurado, nos deshacemos rápidamente de la ropa y me penetra con rudeza, sus penetraciones son rápidas, como si lo necesitara demasiado, pasan unos cuantos minutos y el llega y yo, no sentí absolutamente nada, ¿cuándo será el día que sienta un orgasmo? Eso fue todo, sexo, el quedo complacido, pero, ¿y a mí? ¿quién me complace?

—¡Lo necesitaba tanto! —exclama.

¿En serio? ¿Por esto deje que Mauricio se fuera? Me siento tan miserable, Carl me confesó, que ya yo estaba lista para el alta pero, no me quería dejar ir sin antes tener mi vagina, porque eso era lo que el quería y como ya está complacido ahora sí me puedo marchar.

Me despido de mis padres cuando llegamos al convento, me adentro al lugar, ya quiero que sea de noche para hablar con los chicos y bueno obviamente después de hablar con ellos, me iré de fiesta como todas las noches cuando simulaba que estaba cansada.

Hice el mismo procedimiento de siempre para mis escapadas y me encontré solamente con Mauricio, qué raro, Nicolas no fue al hospital con Mauricio y ahora tampoco sale al jardín.

—¿Qué sucede con Nico? —pregunto confundida.

—No lo sé, desde la feria está muy raro, no me ha dicho nada —responde igual de confundido.

—Que raro ¿no crees?

—Si, pero luego hablaré con el, discúlpame, por lo que hice en el hospital —recuerdo lo que pasó con Carl.

—No, discúlpame tú a mí, el solo me iba a dar el alta y ya, nos hubiéramos venido juntos al convento, pero eso no pasó porque dije que te fueras.

—hey, tranquila ¿si? —me toma la mejilla con delicadeza —eso ya no importa, estamos juntos, ahora.

—Bueno si —le sonrío.

Nos acostamos en el césped y hablamos de trivialidades, su color favorito es el naranja, le encanta la comida china, si decidiera en tener una mascota sería un perrito.

—Me fascinan las mujeres de cabello largo, pero me gusta más una en especial —me mira fijamente y no puedo evitar que una sonrisa se asome en mis labios —me gustas tú Isabella.

Me besa tiernamente, con su beso puedo sentir; que llegó al cielo y estoy en medio de dos nubes esponjosas que son sus ricos y deliciosos labios, estos se mueven sincronizados como un vals de una quinceañera, lento pero siendo un mágico momento. ¿Me gusta Mauricio? ¿De verdad me gusta el?

Nuestro beso disminuye pero igual se siente la magia del roce de nuestros labios.

—Isa, tranquila, no me respondas, yo sé que es muy pronto solo, quería que estés al tanto, de lo que pasa aquí —asiento y nos damos un pico.



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En el texto hay: fiesta, diversion, monja

Editado: 03.11.2018

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