Cada día en L'hiver institut era diferente y sin igual, Cassandra podría señalar un millón de detalles que le encantaban del lugar: como las columnas de estilo dórico que bordeaban el pasillo hacia el jardín central, tales que te imaginabas cuando hablaban sobre el Panteón de Agripa. Sí, imaginar, porque Cassandra solo las había visto en fotos y en sus sueños, a duras penas había tenido oportunidad de viajar antes de que sus padres murieran en un accidente y ella fuera criada por su tía.
La mujer estaba algo desquiciada, como ella misma lo decía, pero sabía de muchos temas y abordaba cada uno de ellos con profundidad y detalle, cabe decir, que jamás te aburrías cuando contaba una de sus historias. Había estado casada dos veces y había decido no tener hijos, en su juventud había acompañado a su primer amor en un viaje de mochileros, se habían casado por impulso y tres años más tarde se divorciaron; la segunda historia era un tanto más aburrida, ya que se enamoró profundamente de un abogado y luego el hombre la aburrió hasta las trancas, razón por la cual ella le pidió el divorcio, desde entonces dijo que no volvería a perder el tiempo.
Pero ¿Quién sabe? Eliana, la tía de Cassandra, apenas tenía treinta y ocho años.
Cassie sonrió con un deje de melancolía al recordarla, desde pequeña había visto a su tía con admiración y recordaba que su madre la llamaba "Espíritu Libre". Cuando ella había recibido el mensaje de L'hiver institut que hablaba sobre la opción de la beca,De ambas se habían entusiasmado y gritado por toda la casa como un par de posesas, meses más tarde, Cassie había obtenido el honor de estudiar en el instituto de invierno y tía la había despedido con un gran abrazo y sonrisa de orgullo antes de que ella abordara el avión, la mujer había gritado: ¡Más te vale cumplir tus sueños!
Después de eso, se comunicaban con mensajes de texto y llamadas a lo largo de las semanas.
Cassie sintió un pinchazo en su pierna, se tocó y miró el lugar por instinto, cuando levantó la mirada vio a su amigo Charlie, el cual estaba sentado a su lado, mirando un lugar frente a ellos y regresando la mirada con gran rapidez, inclinando la cabeza.
Ella miró al frente y encontró los ojos del maestro Antoine Jouvet, el hombre la mirada con una ceja enarcada y expectante, su mirada gris opaca enmarcada por gafas de grueso marco cuadrado y la barba candado que llevaba en el rostro le daba una apariencia severa que encajaba a la perfección con la continua mueca despectiva en sus labios.
— ¿Pretende regresar a mi clase o seguirá ausente, señorita Ward? — preguntó el maestro sin indicios de que quisiera que ella le diera una respuesta a la incógnita, Cassandra bajó la mirada y se mantuvo en silencio. Esta clase jamás le interesó pero era de carácter obligatorio, por lo que no había manera de esquivarla.
Historia del Arte.
Antoine entrecerró los ojos en su dirección y prosiguió con la temática. En particular, al maestro Jouvet le molestaba que los estudiantes no prestaran atención en clase, algunos simplemente exigían asistencia y entrega a tiempo de los trabajos, pero no Jouvet, él prefería que todos los alumnos escucharan cada palabra que dejaba sus labios, por más monótono que fuera.
Los ojos de Cassie se movieron de un lado para el otro en el auditorio, como temía, varios estudiantes la miraban, algunos moviendo la cabeza de una lado para el otro reprobatoriamente y la mayoría con molestia, sin embargo, en medio del mar de chalecos azul oscuro y camisas blancas, una mirada permaneció inconmovible.
Lysander.
Él volvió a mirar al frente.
Aún así Cassandra sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, apretó sus labios y miró las líneas inconexas que había garabateado en la hoja de su cuaderno. Su mente comenzó a maquinar ideas sobre lo que pensaría él sobre su obvio desinterés por la clase, seguramente pensaría al igual que los demás que era una molestia pero no lo expresaba y eso la intrigaba.
Un pedazo de papel rasgado y doblado por la mitad de deslizó ante ella.
Miró a Charlie, pero sus ojos estaban trabados en el maestro, siguiéndolo por todo el lugar. Cassie abrió el papel y leyó las palabras escritas en una perfecta caligrafía cursiva, sin dudas, perteneciente a Charlie.
¿Tu cerebro desapareció?¿Acaso quieres que Antoine te repruebe?
Cassie negó, arrugó la nota y la deslizó en el pequeño bolsillo en el costado de su falda. Cuando su horario le había sido dado maldijo al cielo y la tierra cuando notó la clase de historia del arte, no porque odiara el arte, sino por su peculiar maestro. De los cinco maestro que dictaban esta clase en distintos horarios ella se llevó la mala suerte con Antoine Jouvet, que protagonizaba varios rumores en los pasillos de L'hiver institut.