El horror podía abarcar muchas escenas e interpretaciones dependiendo las particularidades de cada situación; pero para Cassie fue imposible utilizar otra palabra para la emoción que se arremolinó en su estomago y subió a sus labios, como una quemazón amarga generalmente dada por la acidez estomacal, aunque en este instante no tenía nada que ver, aún menos considerando su estómago vacío.
Está vez era generado por la abominable destrucción del arte que solía reinar en esa estancia, aunque cada pintura desprendía un aura sombría, era la pizca peculiar que definía las creaciones de Lysander Aldrich y ahora descansaba en frívolas hileras rasgadas en el suelo de madera oscura, como las cenizas que siguen a un incendio y caen deshaciéndose al menor toque.
Y aunque Cassandra sentía la necesidad de consolar a Lysander, había algo en su interior, un instinto de preservación que le indicaba que era mejor no acercarsele o decir palabra alguna. Porque de ser Cassie la que hallara todo su trabajo en pedazos, experimentaría el dolor y la ira, aunque primaria la ira en sus acciones en los primeros instantes y era de conocimiento común que rara vez una persona iracunda era racional.
Así que permaneció en silencio mientras el mayor enigma de L'hiver Institut recogía los trozos de su vida y los sostenía en sus manos como tratando de unirlos. Era un intento pobre y algo ridículo de presenciar, pero ella entendía que para la mente de Lysander aún era imposible asimilar que aquello sí había ocurrido en realidad y que nada haría que las obras volvieran a su estado original.
Alguien se aclaró la garganta tras ella, atrayendo la atención de ambos jóvenes hacía la puerta, donde habían dos figuras enmarcadas por la luz que había a sus espaldas. No había peor momento para que apareciera el maestro Antoine Jouvet, pero sin lugar a dudas el hombre tenía un don para dar con ella en las peores situaciones... Aunque Cassie reparó poco en ello, en su lugar, se centró en la joven junto a Jouvet.
Hermosa.
Frágil.
Alta.
Pálida.
De mirada cínica y labios inexpresivos.
Delgada, hasta el punto en que la piel se extendía tersa sobre el hueso, resaltándolo.
Todo aquello podía definir a la chica junto a Antoine Jouvet.
Cabello blanquecino y extremadamente largo.
Ojos jade.
Labios quebradizos.
Pestañas espesas y oscuras.
Nariz respingona.
Era la chica que abrazó a Lysander el sábado que Cassie le regresó la libreta, ella que inexpresiva se había lanzado a su cuerpo como si lo apreciara en sobremanera aunque su semblante dijera lo opuesto. Lucía segura de si misma a pesar de no mostrar emoción en absoluto, seguramente por la manera en que estaba parada, con la espalda y hombro rectos, la mirada en alto y sin titubeos.
Era la chica que Lysander continuamente esbozaba en sus obras, en diferentes ángulos y posiciones, aunque a decir verdad el único sentimiento que resaltaba desbordándose de ese arte lóbrego era el desprecio y en el único dibujo que sonreía , la falsedad cínica característica de un asesino.
A Cassie se le erizó la piel, había algo en ella que encajaba con su imagen de... demencia, era imposible decir qué o por qué. Y algo en ella le decía que era un secreto que guardaría aunque la despellejaran viva.
Los ojos de Lysander cayeron primero en Cassandra, se deslizaron hacía Antoine y culminaron con la joven de hermosa belleza invernal... Como Cassandra la había etiquetado debido al color que dominaba en ella, por alguna razón le recordaba a los blogs de estilo deprimente y frío que abundaban en internet.
— Señor Lysander Aldrich —comenzó Antoine a hablar — Dado el tiempo que lleva estudiando aquí, creería que conoce las reglas del instituto y sabe que las visitas solo son permitidas los fines de semana, aún así, esta joven entró a buscarlo diciendo que era de gran importancia hablar con usted, dado su parentesco, deduzco que es su hermana... Y solo por eso y porque ella prometió irse en cuanto hablara con usted, le permití buscarle, por suerte la encontré yo y no el director vagando por el instituto sin ser una alumna.
Cassandra no consideraba eso suerte, en su mente el temido maestro Antoine Jouvet era peor que cualquier otro educador e incluso el director del instituto, pero este momento no era apropiado para hacer saber su punto de vista.
— Selene — pronunció Lysander con la glacial mirada clavada en la joven y luego le respondió a Antoine — Así es, maestro Jouvet. Yo mismo me encargaré de que se marche en cuanto hablemos.