Monocromático

Capítulo XX: Recuerdos sórdidos.

CINCO AÑOS ATRÁS

Para el resto del mundo, era una mañana completamente normal. El sol surgía desde el horizonte iluminando las hermosas extensiones de prado verde con toques de azul debido a los lagos que había por aquí y por allá, las aves comenzaban con su canción matutina, una melodía que expresaba la alegría de la naturaleza al recibir un nuevo día.

No obstante, en el hogar de la familia Aldrich reinaba la oscuridad, una penumbra que se cernía sobre los terrenos en los que estaba asentada. Mostrándose como una construcción parca a pesar de su belleza clásica, adoquinada y valiosa debido a la fecha en que fue construida, cerca al siglo XIX para una familia adinerada que no se había movido de ahí en generaciones.

Ahora, el patriarca de la familia era Geremy Aldrich; quién, a simple vista, poseía una familia y una vida perfecta, dedicado con su hijos y amoroso con su esposa, con dinero suficiente para permitirse grandes lujos y un status sin igual. En su juventud, Geremy había sido criado para hacerse cargo de la compañía familiar, sus padres le había inculcado valores y enseñado modales...Él había sido el orgullo de la familia Aldrich y justo cuando su padre decidió dejarlo al mando para irse a vivir a suiza con su esposa y disfrutar de un retiro bien merecido, Geremy conoció a una hermosa mujer de cabello pálido e impresionantes ojos jade, de fina figura y delicados rasgos; su nombre era Margaret.

Es así, como un amor surgió en invierno, entre dos almas que parecían destinadas a estar juntas por la eternidad... Tras dos años de conocerse, Geremy Aldrich le propuso matrimonio a la mujer con la que estaba seguro compartiría el resto de su vida y dos años más tarde nació la primogénita de la familia Aldrich.

Selene Aldrich.

Una niña que solo obtuvo perfección y amor durante los primeros años de su vida; ella conoció la bondad, la compasión, el respeto y gozo de la vida que sus padres le ofrecieron... Siendo el nuevo orgullo de la familia, era llevada a todos los eventos de alta alcurnia a los que sus padres asistían, desde elegantes fiestas hasta galas nocturnas, todas realizadas por personas adineradas y de renombre.

Y en toda la historia, que hasta el momento era similar a un cuento de hadas; cuando Selene tenía dos años de edad, llegó el segundo tesoro familiar. Un niño, que al igual que ella, obtuvo el hermoso cabello de su madre y, contrario a ella, los singulares ojos cristalinos de su padre.

Él fue nombrado Lysander.

A Margaret y Geremy Aldrich el mundo les sonreía, rodeándolos de buena suerte y felicidad sin fin. Margaret Aldrich era mucho más apegada a su hija Selene, siempre la vestía con costosas prendas de alta costura, hermosos vestidos que todos halagaban en cuanto la veían. Eso, acompañado de sus bellas y suaves facciones, una sonrisa sincera y brillantes ojos jade, hacían de ella, una de las niñas más afortunadas y hermosas que cualquiera podría conocer.

Contrario a Selene, Lysander no fue llevado a muchas de esas ostentosas fiestas. Sus padres lo protegieron más y no fue dejado en el ojo público, aun así creció feliz, alejado de todas las farsas de esas personas... Hasta su tercer cumpleaños, año en el cuál Selene contaba con cinco años de vida y fue diagnosticada con una terrible enfermedad mental tras haber tenido comportamientos anormales durante los últimos meses.

Aquel fue el detonante que hizo estallar la burbuja de perfección en la que la familia Aldrich vivía. Margaret comenzó a sentir desprecio por su defectuosa hija y maldecía al mundo por traerle tal desgracia, ahora, ella sería la burla de todos aquellos que vieran aquel error, aquella enfermedad... Así fue como todo el dolor, el disgusto y la ira comenzó, el cuento de hadas convirtiéndose rápidamente en una historia de terror.

Dando pasó a un desenlace desafortunado, que ocurrió cinco años antes de que Lysander decidiera irse de aquella casa para estudiar en un instituto para personas privilegiadas.

Esa tormentosa mañana, una joven de quince años fue encontrada al lado del cuerpo sin vida de su madre. Su piel estaba cubierta de sudor a pesar que tiritaba en un rincón, con el vestido cubierto de vómito y sangre, tenía la mirada pérdida en el vacío y rodeaba sus piernas con los brazos, tratando de encogerse, se mecía de adelante hacía atrás... como si no quisiera estar ahí, como si se hubiera extraviado a sí misma.

No lloraba, no pedía ayuda, estaba en completo silencio.

El cuerpo de Margaret Aldrich yacía sin vida en el suelo rodeada de su propia sangre, sus desorbitados y aterradores ojos abiertos, sus pálidos labios entreabiertos. Su cuerpo frío que pronto estaría completamente descompuesto estaba ataviado con un vestido rojo carmesí, que a la vez estaba untado de la sangre que había surgido de la profunda herida que empezaba en su muñeca y terminaba en la parte posterior de su antebrazo, justo antes de la articulación del codo.



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En el texto hay: oscuridad, amorjuvenil, arte

Editado: 25.01.2019

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