Monstruo

Capitulo 1

Maddie.

Abro mis ojos con lentitud, y la visión que se despliega ante mí me deja sin aliento. El cielo nocturno, con sus estrellas titilantes, se extiende sobre mí como un manto de libertad. Los edificios en ruinas que me rodean parecen testimoniar el pasado que he dejado atrás. Las patrullas abandonadas, las luces de colores que iluminan la escena, y el sonido de las sirenas y el viento que arrastra todo a su paso, me envuelven en una sensación de euforia.

Estoy afuera. Estoy libre.

La voz de Julia me saca de mi ensueño, y me vuelvo hacia ella con una sonrisa nerviosa.

—¿Estás emocionada, Maddie?—me pregunta, con una mirada que parece ver más allá de mi superficie.

Asiento, tratando de contener mi emoción. —¿Se nota mucho?—le pregunto, intentando sonar tranquila.

Julia se ríe y niega con la cabeza. —Oh, claro. Lo disimulas tan bien. Para nada se nota cómo destrozas a esa pobre bolsa con tus temblorosas manos.

Me ruborizo, sintiendo cómo mis mejillas arden. Julia sonríe y vuelve a concentrarse en la carretera, mientras yo me esfuerzo por mantener mis lágrimas bajo control.

—Tranquila, es normal que estés nerviosa—, me dice Julia, con una voz suave y tranquilizadora. —Pero recuerda que este cambio es para bien. Te lo prometo.

Asiento débilmente, sintiendo cómo mi voz se atasca en mi garganta. La ciudad de Londres se despliega ante mí, con sus luces y su magia, y siento cómo mi corazón se llena de euforia.

Es la primera vez que me siento así... Es la primera vez que respiro con tranquilidad.

Julia es la persona que ha hecho posible este milagro. La persona que me ha liberado de mi pasado y me ha dado una nueva oportunidad.

"Yo te protegeré de ahora en adelante, pequeña. Tranquila, todo el sufrimiento terminó."

No puedo creer que solo unos trámites, una firma, un papel... hayan logrado hacerme sentir la chica más feliz de todas. Aun no puedo entender por qué Julia quiso hacer esto por mí. Apenas me conoce... Apenas se enteró de todo lo que he vivido.

Pero no importa. Lo que importa es que estoy libre. Que estoy viva. Y que tengo una nueva oportunidad para empezar de nuevo.

Cuando me dieron la noticia de que había sido adoptada por ella, sentí que mi corazón iba a explotar de felicidad. Fue como si todo mi ser se hubiera iluminado de repente, y no podía creer que esto estuviera sucediendo realmente. Me sentí como si estuviera flotando en una nube de euforia, y nada podía hacerme caer.

Julia llegó temprano a la casa hogar donde había vivido durante dos semanas, y me llevó... -grité internamente de emoción-... ¡a mi nueva casa! ¡Una casa de verdad! Donde solo viviríamos ella y yo. Era perfecto.

Durante tanto tiempo, había estado convencida de que mi vida siempre sería un infierno, que nada bueno me pasaría. Pero Julia me había hecho ver que las segundas oportunidades existían, y que eran para todos, no importaba cuán sucia y rota estuvieras. También me había enseñado que no todo era tan malo si lográbamos resistir un poco más.

Julia era asombrosa... era la mejor persona que había conocido en mi corta vida. Era la única que tenía por ahora. Mi madre... Ella había decidido convertirse en... mi madre.

–Roger estará vigilando la casa a todas horas para que te sientas tranquila– me dijo Julia, su voz suave y tranquilizadora.

Me volví hacia ella, y encontré su perfil mientras conducía. Asentí torpemente, con una sonrisa cerrada en mi rostro.

–Estaré bien, solo preocupada por ti– le dije. –La verdad... me pone un poco nerviosa todo lo que veo que haces a diario–.

Julia me interrumpió, su voz suave pero firme. –Es lo que se debe hacer en este trabajo, Maddie. Vale la pena correr riesgos por niñas que se encuentran en un peligro como el que estuviste tú, ¿no lo crees?–.

Me sentí un nudo en la garganta al recordar mis memorias. Aún se sentían tan frescas. Aún tenía miedo de cada una de ellas.

Pero Julia tenía razón. Ese era su trabajo, y con su esfuerzo y dedicación, había logrado hacer milagros. Pero también me preocupaba el hecho de que ella se estuviera arriesgando de esta manera todos los días.

Me preocupaba que se estuviera involucrando con personas peligrosas como las que había enfrentado el día que me rescató, cuando me sacó de las sombras. Pero había mucha gente que la necesitaba, como yo lo había hecho. Ella era un ángel, y también había sido mi milagro...

Debía seguir teniendo fe en ella, porque si pudo rescatarme a mí del infierno, también podría hacerlo con otras personas. Ya me había dejado claro que podía hacerlo.

–Tranquila– me dijo Julia, su voz suave y tranquilizadora, mientras tomaba mi mano sin despegar sus ojos del camino. –Sé cuidarme. Te pido que confíes en mí también, ¿de acuerdo?–.

Asentí, y Julia me miró para regalarme una sonrisa cerrada. Pero cuando volvió su vista al frente....

–¡Julia!– grité, cuando el auto se tambaleó bruscamente hacia un costado para esquivar a una persona que apareció en el camino.

Julia trata de estabilizarse rápidamente para impedir arrollarlo, pero pierde el control y gira bruscamente el coche, haciendo rechinar las llantas sobre el pavimento. Un chillido ahogado se me escapa y empiezo a sentir al corazón salirme por la boca, cuando empezamos a tambalearnos por el movimiento brusco en el que zigzaguea el auto.

Nos desviamos hacia las orillas del puente, pero Julia logra detenernos en un rápido freno antes de salir volando por encima de las bardas de este. — Oh por Dios... ¿Estás bien?— me pregunta cuando detiene al fin el coche.

La calma regresa un poco al verla intacta, sólo es su cabello caramelo el que luce un poco alborotado ahora sobre su rostro. Su expresión delata preocupación y pánico.

Asiento, porque ahora desconfío de mi voz para decirle algo. Mi corazón aún late desbocado. Dios... Estuvimos muy cerca de caer a las aguas que se ocultan debajo de este puente, de no haber sido por que Julia pudo detener el auto a tiempo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.