Cuando descubrió que estaba loco, ah, que felicidad, entonces fue que todo comenzó a tener sentido. Siempre había creído que el mundo tenía problemas serios. Las incoherencias de aquellos que son normales lo atormentaban a diario. Cuan difícil era para el asimilar que la gente llora cuando alguien muere. Algo tan normal para él, que, pese a su sacrificio, siendo incomprendido, liberaba a algunos de sus cargas. No, él no era cura, sencillamente un facilitador de la muerte. Tanto se entristecia al ver que unos se quejaban de tener un asco de vida, queriendo vivir la de otra persona, sin darse cuenta que la insatisfaccion persistiria y rogarian recuperar la suya, con sus mismos problemas. Al principio no tenía experiencia, solo clavaba un hacha en algunas sienes preocupadas, otras en cambio cortaba yugulares desesperadas por vaciarse sin mucha aspereza. Al cabo del tiempo fue aprendiendo que las cosas no se hacen rápido. Cuando tocó liberar a la numero 34 ya tenía manos maestras en el "arte de la carne". Que bien olía el pelo rojo de la 34. Es una pena que al sacar el destornillador de su ojo derecho la sangre manchó sus lindos cabellos. Ya el procedía diferente, se dio cuenta que al liberarlas tan rápido no alcanzaban la perfecta iluminación, pues el alma se extinguía sin llevar consigo el mensaje que el quería entregarles con tanta pasión. El sabía que estaba loco, sabía, además, que la locura era observar la verdadera realidad a través de los cristales que se ocultan en la ignorancia de tantas pobres y atormentadas almas. El proceso de liberación fue madurando a través del tiempo, 34 fue su primogénita, bautizada en su sangre, enfrentando poco a poco el dolor, el sufrimiento, anhelando cada vez más morir muy pronto, escapar de este mundo de tanto dolor. Durante el ritual, el loco tuvo miedo de que 34 muriera muy pronto, porque la sangre al cortar una pierna emanaba de una manera violenta. A él no le gustaba la violencia. La pobre, no puede morir tan rápido, no sin descubrir la verdad de la vida, la ilusión de la realidad. ¡NO!! enseguida vendó la piel abrupta y las carnes rasgadas que rodeaban lo que quedaba del fémur, él no podía ser tan cruel, nunca se lo permitiría. Cuando ella se desmalló tuvo que paciente mente estimularla dándole pequeños choques eléctricos de 110 volts para que reaccionara, la corriente normal, no quería usar voltajes que perjudicaran la vida de su involuntaria aprendiz. A veces lo atacaba la tristeza, ellos no comprendían el amor que profesaba en sus mecanismos. Pero el sentido del deber era más fuerte que la estúpida compasión, muestra de la ignorancia heredada de las sociedades, rodeado de las cuales creció. Al entrar en estado consciente de nuevo, él sonrió con sinceridad, porque poco a poco ella iba superando sus expectativas. Tuvo más cuidado al extraer con delicadeza el ojo restante, para no volver a mancillar los cabellos de aquella joven. Así, dentro de un viejo garaje, atada de manos, colgando del techo, sin nada de ropa, yacía el cuerpo apenas con vida de 34, esperando con desesperación su hora. -Mátame ya!!! por favor!!! Hazlo- gritaba ella moviendo a los lados su cabeza tratando de adivinar sin suerte la localización de su anfitrión. Él supo al fin que ya se estaba dando cuenta de cuán necesario es morir. Con el corazón agitado e hilarante agarró el bate de béisbol de cuando vivía en la ignorancia, infectado de las banalidades de su juventud y le dio el uso para el cual fue creado. El sonido de 3 costillas rotas es un sonido interesante, que gusto que quedaban todavía 21. Así, de golpe en golpe las fue quebrando todas hasta romper la carne, ya no importaba que sangrara, ya ella había comprendido. Luego los impactos pasaron a la pierna restante y se extendieron al resto del cuerpo, ¡CUIDADO!, la cabeza no puede serle tocada, esos cabellos tenían que seguir brillando, sin perder su dulce aroma, sin manchas. Al cabo de un montón de batazos, el alambre que aprisionaba las muñecas de ella penetró en la carne, y los impactos al cuerpo desprendieron el mismo hasta caer, iluminado, despierto de la ilusión, complacido en su deseo de muerte, la difunta humanidad de ella, ante los pies de él, que sabiéndose loco se regocijaba, en su favor, en favor de otros 33, en favor de todos los que venían después a alcanzar la conciencia suprema. Solo él sabía lo que eran realmente la compasión, el amor y la misericordia, expresados con tanta delicadeza hacia sus huéspedes.