Oscuras navidades-Gryla
En el atardecer de aquella fría fecha decembrina la puerta blanca de aquella casa se abrió de par en par dejando pasar a un niño de diez años quien cerró la puerta de un golpe huyendo de las consecuencias de la travesura realizada al pobre gato del vecino.
— Robert ¿eres tu mijo? — dijo aquella dulce anciana, que estaba sentada en la sala tejiendo.
El niño ignoró el llamado de su abuela y subió corriendo las escaleras para ir directo a su cuarto, con suerte sus padres creerían que estuvo toda la tarde estudiando en su habitación y cualquier cosa que dijera el vecino sería una mentira más.
La verdad, el sentía que se les había pasado un poco la mano con la broma de la cual había sido víctima aquel pobre gato, pero fue muy gracioso verlo tratar de huir de sí mismo cuando él y sus amigos le prendieron los petardos amarrados a su cola.
— bien Robert, puedes dejar de fingir — dijo su madre quien había entrado notablemente furiosa — ¡en que rayos estabas pensando Cuando le hiciste eso al gato del sr Fernando!.
— de qué hablas mamá, estuve toda la tarde aquí estudiando— dijo aquel niño haciendo su mayor esfuerzo para que su mamá le creyera.
— vamos… ambos sabemos que no estuviste aquí toda la tarde — dijo mientras empezaba a recoger la consola de video juegos, la laptop y otras cosas guardando las en una cesta. — tienes una idea de lo que esto costará, por que habrá que pagar los gastos veterinarios del gato… estas castigado, no más videojuegos, ni laptop y dame el celular. — dijo extendiendo la mano para que le diera el teléfono.
— ¿que?, mamá no… No, No es justo — dijo tratando de hacer cambiar de opinión a su madre.
— ¿que no es justo?, apenas es el inicio de tu castigo… Tampoco podrás ver a tus amigos lo que resta del fin de semana —sentenció y volvió a extender la mano. — el celular… ¡ ahora!.
—¡ BIEN ! — gritó mientras le daba el teléfono a su mamá de mala gana.
Hacia una hora que había terminado aquella discusión y la abuela de Robert aún se encontraba en la sala de abajo pensando preocupada sentada al lado de la chimenea. Los fantasmas de su pasado volvían para atormentarla pues sabía perfectamente lo que acarreaba aquel comportamiento de su nieto.
— Robert, mamá a comer — la voz de su hija llamándolos desde la cocina la trajo nuevamente de regreso a la realidad.
Escucho como su nieto bajaba corriendo las escaleras, por el sonar de sus pasos se podía adivinar que aún estaba molesto.
—Robert mijo ven— lo llamó justo Cuando lo vio terminar de bajar las escaleras — ven acá ayúdame con esto — señaló las cosas para tejer.
— ok abue.
El nunca la trataba mal a su abuela, era su persona favorita aunque muchas veces parecía desconectarse de la realidad cosa que solía pasar sin previo aviso.
— mi niño me entere de todo lo que pasó — empezó diciendo aquella anciana y Robert se mostró fastidiado ante lo que aquellas palabras anunciaban — no debes hacer esas cosas… Mucho menos en esta época del año.
— abuela no fue nada grave — dijo hastiado de tantos regaños — solo fue una broma inocente… ¡nadie salió herido!.
— hay cosas que desconoces… se alimentan de carne humana y prefieren las más tiernas de los que hacen cosas malas.
— abuela no me da miedo lo que cuentas — dijo divertido — conozco esa historia y es solo eso… Una historia para asustar a los niños y hacer que se porten bien — dijo en un tono arrogante.
— no mi niño no son sólo historias, es real — las lágrimas empezaban a empañar los ojos de aquella vieja mujer — desearía que fuera así y no tener en mi memoria esos recuerdos grabados con fuego.
Aquel niño solo podía observar en silencio a su abuela sin encontrar palabras para consolarla.
— gryla es un demonio antiguo que muchos confunden con un gigante o con un enorme ogro su piel blanca se podría confundir con la nieve y su cuerpo delgado y alto lleno de músculos pegados al esqueleto, La piel le cuelga de sus brazos y sus manos son largas con afiladas garras. Siempre viste unas túnicas harapientas negras que llegan hasta el suelo barriendo de ese modo con ellas las huellas que deja en la nieve. Su cabello lizo en arañando es tan negro como la noche en que baja y sus ojos negros con un brillo demoníaco que te paraliza al verla — describe la señora a su nieto aquella criatura — ella vive en lo más profundo de una caverna justo arriba de aquella montaña… donde es difícil que los hombres transiten.
— es absurdo abuela, si existiera un ser así que roba niños ¿ no creerías que desde hace mucho tiempo la habrían detectado y la habrían cazado para que no matara más niños?— razono aquel niño.
— se vale de la magia que logra controlar gracias a un extraño talismán que lleva en su cuello — prosiguió la historia aquella mujer a su nieto — el día en que baja una espesa niebla le precede bajando de la montaña cubriendolo todo y así evitar ser vista por otras personas. La misma niebla sumerge a todos en un profundo sueño del cual es imposible despertar los.
Recordaba con exactitud aquella noche y la niebla espesa que cubrió todo por completo. No se podía ver nada ni a un metro de distancia.
— solo quedan despiertos los niños que serán sus presas, ella sabe quienes son y solo durante esa noche ella tratara de llevarse la mayor cantidad de niños posibles de uno de los pueblos aledaños a la montaña. Su magia los borra de la memoria de todos los seres queridos también las fotos y cualquier objeto que los pueda traer a la memoria son desaparecidos — la anciana rompió en un llanto silencioso delante de su nieto.
— abuela vamos, son solo historias — dijo abrazándola tratando de que se calmara un poco — no se preocupe no me pasara nada.
— no se si aun estas a tiempo — soltó entre suspiros y gemidos de dolor aquella mujer.
Robert no prestó atención a las palabras de su abuela y las tomó como cuentos de terror de una persona senil. La cena transcurrió en silencio y la tensión del momento era tan alta que se podría cortar con un cuchillo.