Han pasado dos años desde que Telescopio y Aquetzalli la Mujer Pantera se conocieron, ambos han creado un vínculo que ninguno de los dos había experimentado en mucho tiempo. Han cazado juntos, han alrjado a los indígenas de su cueva, y han aprendido el idioma del otro. Telescopio tiene conocimiento en nahuátl, pero Aquetzalli, que aprendió español con el tiempo, ha adquirido el idioma donde al mencionar la C o la Z pega la lengua a los dientes, también usa palabras como "áis" o "éis" al final de cada oración y el "vosotros" o "vuestra". Aún así, Telescopio le ha contado todo lo que ha vivido antes de conocerla, la mujer-bestia escuchaba con atención, asombrada de todo lo que ha vivido. En una hermosa noche, ambos comían carne de tapir y de venado mientras hablaban
—Wow ¿todo eso has vivido?—Preguntó ella
—Sí, es impresionante ¿no?—dijo el, quién ya se había acostumbrado a la compañía de Aquetzalli
—¿puedo preguntarte algo?—dijo ella
—Si, claro—dijo el
—¿alguna vez fuiste humano?—dijo con curiosidad
—Sé que sí, pero no recuerdo nada de mi vida como humano—dijo el monstruo algo melancólico
—Yo fuí humana—dijo ella algo triste
—¿En serio?—preguntó el monstruo asombrado
Ella se acurrucó en la esquina de la cueva, abrazando sus piernas, mostraba melancolía en su mirada, solo miró la luna, suspiró y dijo
—Cuando era niña, mi pueblo fua ayuentado por otros enemigos, y migramos para poder encontrar un nuevo hogar, esperando alguna señal de los dioses, un día, se reveló, un águila posada sobre un nopal devorando una serpiente cerca de un lago. Ahí supimos que ese era el lugar indicado, y se fundó, Tenochtitlán. Aunque, en el proceso de construcción, las mujeres y ancianos acampábamos a unos metros, con el tiempo me volví una mujer hermosa y esbelta, todos los hombres me pretendían. Pero un día, mientras recogía maíz, a lo mejos vi humo, el área de donde venía era de mi casa, llegué lo más pronto que pude, solo para ver como se quemó mi casa, con mi familia dentro. Todo era culpa de Yolotzin, una hechicera del pueblo que tenía envidia de mi belleza, pero eso no acabó ahí. Me maldijo, primero me hizo inmortal, para nunca reunirme con mi familia, luego, me transformó en esto. El que mi propio pueblo me desterrara, me dolió más que la transformación. Nadie me reconoció, fue como si—dijo ella, casi rompiendo en llanto y sin encontrar la palabra adecuada
—Hubieran visto un monstruo que no podía ser más que eso—Dijo Telescopio, que ya sabía de eso
Ella lo miró, su único ojo orgánico reflejaba tristeza profunda que estaba contenida desde hace eones, ella se sorprendió. El día que conoció a Telescopio, era muy callado, distante y no quería establecer ningún tipo de amistad o vínculo de ningún tipo. Tal parecía que esos dos años con Aquetzalli lo hicieron cambiar y mucho. El vió como ella se metió a la cueva, y cuando volvió, portaba un juego de joyas hechas de jade, concha, obsidiana y turquesa. Eran dos aretes, un collar, y un par de brazaletes para las muñecas y tobillos.
—Son gemas sagradas—dijo ella—los dioses las hicieron, y le dan a su portador cualquier poder divino que se invoque. Pero es un arma peligrosa y mucho más si cae en manos equivocadas, así que yo me encargo de protegerlas— dijo ella con un tono neutral
El solo asintió, pero mentalmente se decía que no creía eso, que era solo una superstición pero no quería decírselo y prefería que ella sola viera que no había ningún poder en esas gemas. Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por un sonido similar a un trueno. Telescopio sabía que esa era la noche triste, y aunque esa vez, la victoria fue para los españoles, era por seguro que volverían
—¿Que fue eso?—preguntó ella
—un grupo de invasores de otras tierras, hombres de piel blanca con armas que escupen fuego seguido de un trueno, un cuerpo rodeado de una coraza como las tortugas, y llevan lanzas y cuchillas más afiladas que sus armas, van encima de animales más grandes que venados, acompañados de bestias tan feroces como los jaguares y acompañados por Tlaxcaltecas, la ciudad puede considerarse perdida—dijo el
Ella iba a intervenir, pero el la detuvo del brazo
—No, no vayas—dijo el mostrando preocupación
—tengo que hacerlo, es mi pueblo y no sobrevivirán—dijo ella apresuradamente y preocupada
—No es nuestra lucha—Respondió Telescopio fríamente—además, ¿porqué hemos de salvarlos? ¿Que han hecho ellos por ti si no excluirte solo por ser un monstruo?—
—Hay inocentes en ese pueblo, niños, mujeres, ancianos. ¿No sientes nada?—dijo ella tratando de convencerlo
Telescopio recordó que muchas veces había visto morir y agonizar durante guerras que ocurrieron por nada
—Te cubriré la espalda—dijo Telescopio
Ambos corrieron y llegaron a la batalla, los españoles y mexicas se asustaron por la presencia de ambos monstruos, y empezaron a pelear con ellos. Telescopio a pesar de recibir los disparos, las balas no lograban dañarlo, su fuerza era suficiente para mandar a volar a un hombre de un puñetazo, también podía doblar un fusil alrededor del cuello de otro sin problema. Aquetzalli, por su parte, luchaba ágilmente con garras y colmillos, sin embargo, en un punto estubo rodeada de invasores, ella inmediatamente gritó
—¡Tláloc! ¡Dame tu poder!—y lanzó un relámpago que derribó a varios españoles, los cuales huyeron, pero apenas lograron escapar.
Una vez que terminó la batalla, los dos se retiraron a su cueva. Sin embargo, al entrar, se encontraron con una visión que les heló la sangre, un joven azteca, con mirada espeluznante y un aura aterradora.
—No puedes, estás muerto—dijo ella angustiada
—¿Pasa algo?—preguntó Telescopio sin entender la situación
—¿Ya no me recuerdas Aquetzalli? Soy yo, tu hermano Yaótl—dijo el joven con una voz amenazante y una sonrisa malvada
—No eres el, te pareces a él, pero yo lo ví morir—dijo ella, tratando de convencerse de que ese no era su hermano