Monstruos Y Sombras, El Rey Elfo

Adiós

Ivar continuaba mirando el cuerpo de Tarwe con expresión de horror, sin atreverse siquiera a moverse, era como si le hubiera afectado tanto que hubiera bloqueado su capacidad motora.

Cuando por fin logró reaccionar, llevó su mano hacia el carcaj y, con un veloz movimiento, sacó una flecha, cargó el arco y la disparó. El extraño personaje vestido de negro la esquivó con un ágil movimiento, como si careciera de huesos. Ivar repitió la acción repetidas veces, y todas acabaron del mismo modo. Harto ya de las acciones del elfo, el hombre de negro alzó el brazo de nuevo e hizo que el arco de Ivar estallara en mil pedazos.

El elfo miró incrédulo y sorprendido sus manos vacías y los pedazos de su arco esparcidos por el suelo.

Miró al otro con odio. Se giró y con un par de zancadas llegó junto al cuerpo de Tarwe, agarró con firmeza el asta de la lanza y, con un fuerte tirón, la arrancó del cuerpo de la elfa. Vi como la sujetaba entre sus manos con el dolor reflejado en su mirada, pero a pesar de ello, decidió emplearla como arma propia.

Empezó a correr hacia el hombre de negro, pero este, con un leve movimiento de la mano, lo hizo elevarse en el aire y lo lanzó contra el suelo, acto seguido, desapareció del mismo modo en que vino.

Ivar se levantó ágilmente de un salto, cogió de nuevo la lanza, que había salido disparada debido al impacto, y empezó a correr en dirección a la puerta que daba al exterior.

_Ivar_ lo llamé mientras me levantaba y corría tras él.

No llegué a salir cuando Ivar ya estaba de vuelta. Traía la lanza con la punta mirando al suelo, como si le costara levantarla. Su mirada seguía el mismo ejemplo de la lanza. Caminaba con paso vacilante. Pasó por mi lado sin detenerse y llegó junto a Tarwe. Se agachó junto al cuerpo con los ojos húmedos y lo rodeó con sus brazos, aproximándolo al suyo hasta el punto de rozarse. Ivar apoyó la frente en el rostro de Tarwe. Acabó derrumbándose.

Me di la vuelta dispuesto a salir para dejarlo a solas, pero justo en aquel preciso momento sonó un cuerno, uno que no pertenecía a los ghendas. Ernard acababa de llegar. Me volví para mirar a Ivar, pero él ni se inmutó, seguía sosteniendo el cuerpo sin vida de Tarwe entre sus brazos.

Abandoné el lugar y me dirigí al exterior, justo a tiempo para ver cómo los elfos oscuros eran masacrados por el gran ejército de Ernard, provocando la retirada de los elfos oscuros.

Me lancé a pelear yo también junto a los nuestros hasta que los ghendas se perdieron en el bosque por completo.

Una vez que no quedó ni un solo elfo oscuro en el campo de batalla, me retiré de nuevo junto a Ivar. Seguía arrodillado, con el cuerpo entre sus brazos. Me acerqué y puse mi mano sobre su hombro.

_Los ghendas se han retirado_ le dije, pero siguió sin responder.

Me miró con los ojos llenos de lágrimas.

_Lo que tengo que hacer ahora es mucho peor.

Oí unos pasos detrás de nosotros. Ansgar y Enar acababan de llegar. Su euforia se esfumó al contemplar la escena.

Enar fue corriendo hasta Ivar.

_¿Cómo es posible?_ preguntó arrodillándose junto a Ivar.

No respondió enseguida.

_Fue por mi culpa.

El doctor me miró por primera vez desde que comencé a hablar.

_¿Se sentía culpable?

_Sí, un sentimiento que no era cierto. Ivar no tuvo la culpa, fue decisión de Tarwe arriesgar su vida para salvar la de Ivar, aunque en ese momento no pensara que si lo hacía, le produciría el mismo daño, o más.

_¿Y qué era eso que debía hacer Ivar que tanto le preocupaba?

_Tenía que quemar su cuerpo.

Ivar estaba sentado en una silla junto al cuerpo de Tarwe en la sala empleada como enfermería. Se habían encargado de arreglar el cuerpo de tal modo que si lo mirabas, más que muerta, parecía estar dormida. Le habían lavado y peinado el cabello, los labios, como se le habían puesto azules, se los tuvieron que pintar un poco hasta conseguir el color coral de ella. Estaba vestida con su atuendo de guerra, con la misma ropa con la que la había conocido tantos años atrás.

Ivar la observaba atentamente, como esperando a que despertara, aunque ambos sabíamos la verdad, era cierto lo que se decía de que la esperanza es lo último que se pierde.

Me senté junto a él en absoluto silencio.

_No puedo quemarla_ dijo entre sollozos.

_No sé qué decir para calmar tu dolor.

_Nada, porque no hay nada que lo vaya a calmar_. Acarició el rostro de Tarwe_. Ni siquiera llegamos a reconciliarnos del todo, me prometió que sería esta noche, tras nuestra victoria. Siento que se va sin perdonarme del todo, ¿crees que me esperará allí o seguirá su camino?¿Se acordará de mí o elegirá olvidarme?

Puse mi mano sobre su hombro.

_Ella ya te había perdonado.

_Espero que sea cierto, que no me guarde rencor.

Ansgar entró en la estancia en aquel momento, no dijo nada, pero tampoco hizo falta.

_Es la última_ dijo al fin. Ivar la acarició de nuevo_. Si quieres llamo a alguien que la lleve.

Ivar miró a su padre.

_No, seré yo quien la lleve y quien la deposite en la pira_. Miró de nuevo a Tarwe, arrancó el colgante que la identificaba como elfa del bosque y se lo guardó, acto seguido, se inclinó sobre ella para depositar un último beso en sus labios_. No me reuniré contigo hasta haberte vengado_ le susurró.

Tal y como le había dicho a su padre, Ivar fue quien llevó el cuerpo a la pira. Cogió una antorcha y la miró un instante, aún estaba a tiempo de no hacerlo, de ofrecerle otro funeral menos doloroso para él.

Pero no fue así, la antorcha de Ivar salió disparada de su mano y cayó en mitad de la pira, que pronto empezó a arder. Los demás lo imitamos. Vi como las llamas avanzaban con velocidad, devorando la madera, la ropa de Tarwe y su cuerpo. Su aspecto comenzó a cambiar, el fuego hizo desaparecer la belleza de su rostro pero, a pesar de ello, me di cuenta de que yo la seguía amando.



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En el texto hay: elfos, demonios, dragones

Editado: 11.10.2020

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