Monstruos Y Sombras, El Rey Elfo

El Rey Leproso

Corte de Jerusalén 1173 (Era de los hombres)

Tal y como predije, nuestro tiempo acabó varias vidas atrás, cinco, para ser exactos, pero cinco de casi doscientos años de vida, los que lograba vivir sin llamar la atención. Había pasado ya por tantas vidas que no sabría decir con exactitud quien soy realmente, para Anharel siempre seré Gardar de Harar, el joven leproso que lo salvó de aquel terrible final que le esperaba, pero para mí, también era Caderel de EgamarThar de HoulerIsrak de PadamarSlever de AlheryaVladimir de KazánIoan de Biertan, y ahora Balduino Iv, rey de Jerusalén e hijo de Amalarico.

Mientras caminaba en silencio por los pasillos de mi palacio, no hacía más que pensar en la coincidencia de volver a padecer la lepra, no había vuelto a padecerla desde que fui Gardar. A decir verdad, había veces en las que casi lograba convencerme de que seguía siendo él, casi.

Me asomé a uno de los patios interiores del palacio, la noche estaba a punto de hacer su aparición, Anharel no tardaría en llegar.

Me apresuré a ir a mis aposentos donde casi nadie se atrevía a entrar debido a mi enfermedad. Aproveché aquella situación para depositar las gemas en un pequeño saco de piel y los libros con los conjuros en una caja de plata. Me cambié la túnica blanca con bordados en oro por ropa más cómoda y salí sin ser descubierto, por suerte, hasta la puerta principal, donde esperé a que apareciera Anharel.

Pasados unos minutos vi aparecer un esbelta figura entre el polvo del desierto que levantaba la brisa nocturna. 

Conforme se acercaba a mí, pude distinguir los largos cabellos dorado de Anharel escapando de la capucha que le tapaba la cara.

_¿No te han visto?

_No, pero de todos modos mejor si lo hacemos rápido.

Anharel me indicó que lo siguiera.

Nos alejamos del palacio y nos adentramos en la ciudad. Seguí a Anharel a través del laberinto de calles estrechas. Por fin logramos salir de la ciudad y llegar hasta los caballos que había preparado en las puertas.

_Siendo el rey de esta ciudad, no habría logrado salir de ella sin tu ayuda_ dije con una sonrisa.

_Mi tiempo me llevó conocerla de ese modo, los humanos son muy complejos y desordenados, ni se te ocurra transitarlas a la luz del día, casi no se puede avanzar_ dijo mientras se subía al caballo.

Yo lo imité y lo seguí a través del desierto. Tras un par de horas de viaje llegamos a una montaña escarpada. Anharel detuvo su caballo y yo junto a él.

_¿Es aquí?_ pregunté algo extrañado.

_Sí, consideré que sería un lugar ideal para ocultarlas, nadie buscaría aquí.

Desmontamos y avanzamos hasta el pie de la montaña. Desde nuestra posición parecía un gigante que se alzaba ante nosotros. Permanecí un largo instante contemplándola con admiración.

_Sígueme.

Le obedecí. Anharel me guió a través de un estrecho pasillo que partía la montaña en dos. Ambos lados del pasillo mostraban profundas cuevas en las rocas.

_Creo que ya sé lo que estás pensando.

Anharel me dirigió una ligera mirada.

_Mucha coincidencia sería que dieran con la correcta.

Nos aproximamos más a uno de los laterales del pasillo y empezamos a subir por un angosto camino hasta la cueva elegida. Nos adentramos en ella. Dentro, la temperatura era mucho más baja que fuera, incluso en la noche. Anharel preparó una antorcha improvisada con un palo que encontramos y un trozo de tela de su traje, golpeó dos piedras y listo.

Nos adentramos un poco más hasta que descubrí el lugar ideal.

_Detente, aquí_ dije señalando una grieta pegada al suelo.

Anharel se acercó a ella y la iluminó con la antorcha. Parecía profunda. Me agaché junto a ella y saqué la caja de plata. La abrí por la que consideré la última vez.

_¿Estás seguro?_ preguntó la voz de Anharel a mis espaldas.

Me volví a él, como siempre, la luz del fuego hacía que su aspecto cambiara por completo.

_Sí, yo creo que será un buen escondite...

_No_ me interrumpió_, me refiero a que si estás seguro de querer hacerlo.

_Oh_ dije mientras volvía a dirigir mi mirada hacia el interior de la caja_. Sí, totalmente_ dije cerrándola_. Aún queda mucho para que podamos llevar a cabo el ritual, considero que es arriesgado estar paseándolas por medio mundo. Ya estuvieron a punto de quitárnoslas una vez, no puedo permitir que eso vuelva ocurrir y la corte de Jerusalén es un lugar ideal para que ocurra eso que tememos. Piénsalo Anharel, ¿qué ocurriría si las gemas y los libros caen en las manos equivocadas? ¿Qué pasaría si en lugar de ser derrotado resulta que es liberado? Todo nuestro trabajo, todos los sacrificios habrán sido en vano_. Hubo un breve silencio_. Es demasiado arriesgado_ dije mientras dirigía mi mirada a Anharel, quien mostró su acuerdo con mi plan.

Le sonreí.

Cerré el cierre de la caja, la metí en la bolsa de piel que había usado para transportarla y la introduje en la grieta. Entre los dos cubrimos el hueco con piedras y ramas que encontramos por la cueva hasta que no quedó rastro de ella.



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En el texto hay: elfos, demonios, dragones

Editado: 11.10.2020

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