Monte Cristo: El Carnaval Continúa

UN DÍA ANTES DE LA LLEGADA DE LOS CITADINOS.

Monte Cristo.

Estado de Chiapas, México.

2005

UN DÍA ANTES DE LA LLEGADA DE LOS CITADINOS.

 

1

Eran las 5:00am, aún no había salido el sol y las calles del pueblo estaban en completo silencio. Era el ambiente perfecto para hacer ejercicio o tal vez otra cosa, según Don Teodoro.

—Puedes hacerlo mejor —exclamaba Don Teodoro.

Natalia inhalaba y exhalaba, mientras sostenía con ambas manos la pistola. Tenía la cara de lado, observando con el ojo derecho la mira del arma apuntando hacia un tronco que se encontraba parado a unos metros de ella con una diana pegada.

Apretó tres veces el gatillo, de las cuales salieron tres balas que dieron en el centro de la diana, el arma no hacía ruido, ya que tenía puesto un silenciador para evitar despertar a las personas que dormían en los edificios que se encontraban cerca.

—Perfecto —dijo calmadamente Don Teodoro—. Pero lo estás pensando demasiado, eso hará que te maten, confía en tus instintos —agregó.

Natalia dio un suspiro.

Veinte minutos después, la chica estaba pateando con su pierna izquierda a la parte frontal del tronco, pero esta vez, el tronco tenía amarrada una lona que lo cubría todo.

Natalia pateaba con fuerza y regresaba rápidamente la pierna dejando el torso de lado, cubriendo su costado con el brazo izquierdo y con el brazo derecho cubriendo en vertical hasta la nariz.

­—Uno más Natalia, eres muy joven para cansarte —volvía a decir Don Teodoro.

Natalia volvía a inhalar y exhalar con más fuerza.

Pasaron otros veinte minutos, cuando el señor ya tenía lista una maquina lanza— pelotas de tenis.

—¿Por qué tengo que hacer esto todas las mañanas? —preguntaba Natalia mientras se encontraba a unos metros de su abuelo.

—Cuando llegue el momento me lo agradecerás— exclamó Don Teodoro—. ¿Lista? —

Natalia asintió con la cabeza.

—¡Desenfunda! —gritó Don Teodoro.

Acto seguido, presionó un botón de la máquina, lo cual hizo que temblara unos segundos, para luego lanzar pelotas de tenis que salían una detrás de otra.

Natalia sacó rápidamente una pistola que se encontraba en una funda, abrochada en su cintura, de su costado derecho y empezó a disparar únicamente con su mano derecha.

Apuntó rápidamente, posicionando la vista del ojo derecho sobre la mira del arma y empezó a disparar. Una tras otra, las pelotas empezaban a caer en la arena con una bala incrustada.

Después de doce tiros la pistola empezó a emitir chasquidos.

—Rayos —exclamó.

Se lanzó hacia atrás, arqueando la espalda, pateando hacia arriba una de las pelotas, aterrizando con los brazos extendidos y haciendo un pequeño empujón para poder conectar la misma acrobacia dos veces más. Cada vez que tocaba el suelo con las manos, la mano derecha le dolía porque aterrizaba sobre la pistola, soltándola un momento y volviéndola a tomar.

Al conectar la misma acrobacia por cuarta vez, a media vuelta, desabrocho con su mano izquierda, la pequeña funda que se encontraba en su pierna izquierda, para luego tomar el cartucho que había dentro. Presionó con el pulgar derecho el botón que tenía la pistola para liberar el cartucho cargado, este salió volando, dejando el espacio vacío. Al hacer esto, tuvo que jalar las piernas con más fuerza para poder aterrizar, ya que necesitaba las dos manos para cargar la pistola.

Cuando tocó el suelo con los pies, puso la pierna derecha delante de la izquierda, apuntando nuevamente con el brazo derecho.

Volvió a presionar el gatillo y las pelotas volvían a caer a la arena. Después de doce disparos, la pistola volvió a chasquear.

Natalia observó que una última pelota se aproximaba a ella, las pupilas se le dilataron por unos segundos y la pelota terminó en su estómago, haciendo que pusiera ambas manos sobre el punto en que la había golpeado, haciendo una mueca de dolor.

—¡Natalia! —exclamó asustado su abuelo, dando unos pasos hacia ella.

Natalia empezó a toser con la mitad del torso encogido hacia las rodillas, momentos después, empezó a reír.

Don Teodoro tenía la mirada atónita, momentos después, Natalia empezó a enderezarse lentamente y Don Teodoro dio un suspiro de alivio, la chica había logrado detener la pelota, habiéndola clavado en una daga que tenía oculta en la manga izquierda de su chamarra azul de mezclilla.



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En el texto hay: secuela, misterio del pasado, secretos

Editado: 03.07.2018

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