Monte Cristo: El Carnaval Continúa

MIERCOLES

Natalia se levantó tarde. En su cabeza todavía zumbaban aquellos silbidos de la noche anterior. Las manos le seguían temblando, su respiración estaba tan fuerte como la noche anterior y le habían salido ojeras, lo cual le daba un aspecto de drogadicta con abstinencia de una semana.

Decidió salir a la calle para ver si había cambiado algo y quizá vigilar a los chicos.

Al llegar al parque, vio que la gente seguía trabajando como de costumbre. Parecía que no habían escuchado los silbidos de la noche anterior, pero pensó que era normal, ya que era demasiado tarde y la gente ya debía estar dormida a esa hora cuando ocurrió.

Caminó un rato por el parque, pero no vio a los chicos.

Natalia pestañeaba, los parpados le pesaban, sabía que en cualquier momento se iba a desmayar, ya que no había dormido bien. Dio un suspiró largo y se resignó a terminar su tarea del día antes de lo previsto.

Caminaba por el lado este del pueblo cerca del rio, esto lo hizo para evitar que la gente la viera de forma rara y empezaran a murmurar por su condición.

La calle estaba vacía, no había otra alma más que la de ella.

A una cuadra delante de ella, un ruido hizo que se detuviera y abriera los ojos.

Observó con atención hacia el frente unos segundos y un tipo salió de una ventana.

El sujeto llevaba en la espalda un costal grande color rojo y la cabeza cubierta con un pasa montañas.

Natalia tardó unos segundos en reaccionar, abrió los ojos lo más que pudo y empezó a correr hacia él.

Al percatarse de la chica, el sujeto empezó a correr, moviendo el costal hacia los lados golpeándole la espalda.

Natalia empezaba a sentirse más cansada, la vista se le ponía borrosa y sentía que sus pasos eran torpes. El tipo tomó ventaja de esto, corrió con un poco más de fuerza y entró en un callejón del lado derecho. Natalia pestañeo un par de veces, apretó los puños y corrió con más fuerza, doblando en el mismo callejón donde había entrado el sujeto. Al estar en el callejón, solo encontró una barda de madera.

Natalia inhaló con frustración sin apartarle la vista a la barda. Dio media vuelta y se encaminó a la salida, pero algo llamó su atención.

En el suelo, a unos centímetros de la barda, había una lata.

Natalia caminó lentamente hacia ella, la levantó y vio las letras que venían en la etiqueta.

Lomo de atún en agua

—Oh no —exclamó Natalia.



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En el texto hay: secuela, misterio del pasado, secretos

Editado: 03.07.2018

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