Monte Cristo: El Carnaval Continúa

EN ALGUNA PARTE DE MONTE CRISTO: 10:00PM

Natalia despertó, la cabeza le daba vueltas y su vista estaba borrosa. Agitó un poco la cabeza y cuando su vista volvió a la normalidad se apoyó con los brazos para levantarse.

Al estar de pie, intentó dar un paso hacia el frente; pero algo le impidió mover su pierna derecha.

Al mirar hacia abajo, vio que, en su tobillo, sobre el pantalón, tenía un grillete. Se apoyó de su pierna izquierda y observó con atención el grillete, el cual estaba algo oxidado. A un lado tenía una cadena igual de oxidada que el grillete. Al seguir con la vista la cadena, se dio cuenta que esta terminaba en un viejo tubo.

Natalia tiró un par de veces la cadena, pero no podía liberarse.

Al ponerse de pie, pudo observar mejor el lugar.

Estaba en una habitación bastante reducida con paredes de madera, todo el lugar estaba sucio y apestaba a humedad.

De pronto recordó algo. Palpó un par de veces su cintura y los bolsillos, dándose cuenta de que ya no tenía su cinturón; ni sus guantes, ni la pistola que llevaba en la pierna.

En ese momento, entraron a la habitación un hombre gordo que llevaba puesta una camisa roja de cuadros y otro sujeto un poco más delgado y alto con una camisa lisa color amarillo.

Natalia los miró con atención.

—Ahora que despertaste, nos responderás algunas preguntas —exclamó el hombre alto.

—Si —exclamó el hombre gordo.

Natalia se cruzó de brazos y movió un par de veces la pierna derecha.

—Vimos como escapabas de esos malditos a través de los callejones —exclamó el hombre alto.

—Sí —exclamó el hombre gordo.

—Así que decidimos seguirte y logramos escapar. Ahora confiesa ¿Qué querían esos sujetos contigo? ¿Qué están planeando?

—Confiesa —exclamó el tipo gordo.

Pero Natalia seguía de brazos cruzados observándolos fijamente.

El hombre alto se acercó de forma amenazante a Natalia, quien bajó los brazos.

—Escucha mocosa —exclamó mientras le apuntaba con el dedo en medio del pecho—. Yo no soy un hombre paciente, menos con los niños.

—Mejor hazle caso —dijo el hombre gordo.

—Así que será mejor que comiences a hablar. Dime ¿qué querían esas personas contigo?  —exclamó empujando el dedo contra su pecho.

Natalia ladeó un poco la cabeza y sonrió.

En un movimiento rápido, levantó el brazo y lo dejó caer con fuerza en la muñeca del hombre alto, para luego darle un golpe de frente en la nariz.

El hombre alto se hizo hacia atrás tapándose con ambas manos la nariz.

—Eres una maldita —exclamó el hombre gordo, quien se acercó a Natalia con el brazo derecho en alto con intención de golpearla.

Pero Natalia fue más rápida. Esquivó el golpe moviendo el torso a la izquierda, levantó la rodilla y le dio en la boca del estómago.

El hombre gordo apenas y pudo emitir un quejido.

Natalia lo levantó sujetándolo del cuello de la camisa y comenzó a golpearlo repetidas veces en el rostro.

El tipo alto reaccionó. Con la mano derecha sacó una pistola que tenía en la parte trasera del pantalón mientras cubría su nariz con la mano izquierda. Levantó la pistola y le apuntó a Natalia.

Natalia observó el arma que tenía en la mano.

<<es mi pistola>> pensó.

—Suéltalo maldita sea, suéltalo —gritó.

Un tercer hombre entró a la habitación.

Este era igual de alto que el amigo del hombre gordo, pero tenía el pelo despeinado, la piel blanca y una barba de candado.

—¿Qué rayos está pasando aquí? —preguntó el tipo de la barba de candado.

—Ella nos golpeó —exclamó el tipo alto sin dejar de apuntarle a Natalia.

—Baja esa arma o lastimaras a alguien —ordenó—. Y tú, niña, por favor, suéltalo —le suplicó a Natalia.

Natalia estaba alterada, pero poco a poco iba normalizando su respiración. Después de unos segundos, la chica soltó finalmente al hombre gordo, quien cayó de sentón y comenzó a retroceder arrastrado el trasero.



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En el texto hay: secuela, misterio del pasado, secretos

Editado: 03.07.2018

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