Natalia corría cada vez más lento, apuntando con su pistola hacia el canal, en caso de encontrar alguna criatura.
El cuerpo le dolía, los pies los sentía húmedos y pesados dentro de los tenis, la vista le empezaba a cansar y sentía que en cualquier momento se desmayaría.
La chica se detuvo, con su antebrazo derecho frotó sus ojos y luego pestañeo.
Al ver con más claridad, se dio cuenta de que había llegado a una tapa de alcantarilla. Se acercó y al tomar una de las barras que estaban en vertical, se detuvo.
Cerró los ojos un momento, no escuchaba a nadie en la parte de arriba.
Estaba por subir las escaleras cuando, en la oscuridad, dos gritos desgarradores hicieron eco, para luego irse apagando poco a poco.
Natalia apoyó la cabeza sobre la escalera. Las lágrimas empezaban a correr por sus mejillas. Agitó su cabeza hacia los lados, limpio las lágrimas con su ante brazo izquierdo y se dispuso a subir.
Al llegar al límite de la escalera, se aferró a la esta con su mano izquierda y con la derecha empezó a mover la pesada tapa de hierro.
Cuando pudo remover completamente la tapa, colocó sus manos sobre los bordes que conformaban el hueco y se impulsó hacia arriba, quedando sentada en el pavimento con las piernas adentro.
Al estar completamente fuera, se dio cuenta de que estaba en la calle donde se encontraba la casa holandesa.
Volteó en todas direcciones, pero no vio rastro de persona alguna. Supuso que debían estar reunidos en el quisco, así que tenía algo de libertad para moverse y llegar hasta su casa.
Empezó a correr en dirección de la casa holandesa, cuando, a lo lejos, vio que una persona se encontraba parada en medio de la calle.
Natalia entre cerró los ojos.
La persona que se encontraba del otro lado le hacia un gesto de despedida con la mano derecha.
La chica abrió los ojos de golpe, la persona que estaba viendo era el policía que había visto durante el carnaval.
Su vista empezó a moverse de un lado a otro, mientras que el sujeto empezaba a caminar hacia ella.
Mientras más se acercaba, más aumentaba su mareo. Cuando lo tuvo frente a ella, Natalia apretó la mano y soltó un golpe flojo con su mano izquierda, pero el sujeto la esquivó con facilidad y Natalia cayó al suelo, cerrando lentamente los ojos.
<< —Ten, quédatela —exclamó una voz femenina.
Unas manos arrugadas tomaron a Natalia por las axilas y la cargaron.
Al levantar la vista, Natalia puedo reconocerlos, eran sus abuelos.
La niña volteó rápidamente, extendiendo sus brazos hacia la mujer mientras lloraba con fuerza.
Natalia no quería hacer esto, pero le era inevitable.
El hombre y la mujer se tomaron de las manos, luego, voltearon hacia donde estaba Natalia.
—Adiós amor —dijeron al unísono.
El hombre y la mujer se soltaron de las manos, sacaron una pistola cada uno, se la pusieron en la boca y tiraron del gatillo. >>
Natalia despertó, una lagrima rodaba por su mejilla izquierda y terminó en el suelo.
La chica se levantó con dificultad. Al estar de pie, volteó hacia la izquierda, luego a la derecha, pero no vio al policía.
Un ruido hizo que reaccionara de golpe sacando su arma.
A lo lejos se podían ver unas antorchas aproximarse hacia donde ella estaba.
Sin pensarlo, Natalia dio unos pasos hacia el otro lado, pero de la misma forma se podía ver a las antorchas acercarse.
<< ¿Ahora qué hago? >> preguntó en su mente.
Una fuerza extraña obligó a Natalia a voltear la cabeza hacia la derecha. Al hacerlo, se dio cuenta de que la puerta de una casa estaba abierta.
Al mirar con más atención, se dio cuenta de que la casa era de la señora Andrea.
<<Debe ser una broma>> pensó.
Los gritos de la gente que se acercaba empezaron a escucharse cada vez con fuerza.
El cuerpo de Natalia quería avanzar, pero su mente la detenía, como las ocasiones en que practicaba gimnasia.
Su mirada estaba fija en la puerta de la casa, la cual tenía dentro una oscuridad profunda, similar a la de la alcantarilla cuando se apartaba de la luz.
—Cálmate Natalia, reacciona —se dijo así misma entre dientes.
Editado: 03.07.2018