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Estaba anocheciendo cuando los chicos regresaron a casa, Santiago estacionó el auto, al terminar, bajaron del auto y se dirigieron a la puerta de la casa. Zoé se adelantó a abrir la puerta, mientras que los chicos bajaban las bolsas. Ricardo se le adelantó a Santiago con dos bolsas en mano, de pronto, un escalofrió recorrió todo su cuerpo, volteó a ver sobre sí mismo y observó que todas las luces de las casas del vecindario estaban encendidas, todas menos una, la casa de enfrente.
—¿Sucede algo? —preguntó Santiago.
—Mira por allá —dijo Ricardo señalando la casa de enfrente con la cabeza.
—Esa señora es rara.
—¿La conoces? —preguntó Ricardo con intriga.
—Ha estado observando la casa desde que llegamos, hay que tener cuidado.
Ricardo tragó saliva.
Desde la oscuridad los vigilaba la dueña de la casa.
Al abrir la puerta, Abigail estaba de pie a mitad de las escaleras.
—Despertaste —exclamó Zoé emocionada— Fuimos a comprar algunas cosas y te compré algo para tu desmayo, pero veo que ya estás bien.
—¿Y mamá? — preguntó Abigail con preocupación.
—¡¿No ha llegado?! —preguntó Zoé sorprendida.
Abigail negó con la cabeza, Zoé puso la mano en su frente y dio un gran suspiro.
—Bien, este… mmm alístate, saldremos al carnaval— dijo Zoé para tranquilizarla.
Abigail asintió con la cabeza y subió rápidamente por las escaleras hasta su cuarto.
Ricardo y Santiago entraron en la casa, se dirigieron a la cocina y dejaron las cosas sobre la mesa.
Santiago caminó hacia la sala y abrió su maleta, sacó una camisa gris, unos Jens y ropa interior que ocultó entre las piernas del pantalón, luego subió las escaleras y al llegar a la planta alta se dirigió a la última puerta que se encontraba del lado izquierdo al fondo del pasillo, al llegar tocó la puerta, nadie respondía, así que abrió la puerta y entró, observó que había un retrete y una puerta de cristal, al abrirla, vio en la parte de arriba una regadera, momentos después cerró la puerta del baño y le puso el seguro.
Ricardo estaba en la cocina, abrió su mochila, sacó uno de los focos y lo puso en la mesa, se quedó pensando, momentos después, sacó el celular de uno de sus bolsillos y vio la hora,
<< Rayos, mmm mejor cambio esto mañana >> pensó.
Mientras tanto, en la primera habitación de arriba, las chicas se habían bañado y cambiado de ropa.
Santiago había terminado de bañarse y entró en la cuarto de la madre de las chicas, pensó que no le importaría.
Ricardo subió corriendo para entrar al baño del fondo cuando escuchó que Zoé le gritaba desde su habitación.
—Tienes diez minutos.
—Sí —exclamó Ricardo de forma apresurada mientras entraba al baño.
Al cabo de diez minutos los chicos ya estaban listos. Santiago se puso los Jens y la camisa gris, dejando dos botones del pecho sueltos y las mangas arremangadas.
Zoé llevaba una blusa rosada y un pantalón café entallado.
Abigail por su parte, una blusa blanca y un pantalón negro suelto de las pantorrillas.
—¿Por qué tarda tanto? —se preguntó Zoé, Santiago la miraba de reojo.
Ricardo bajó rápidamente por las escaleras, llevaba una camisa de polo azul y unos Jens.
—Vámonos —exclamó.
Zoé le lanzó una sonrisa y él se la devolvió.
—Guau —Exclamó Ricardo mientras veía a Abigail—. Te vez genial —agregó con una sonrisa.
—Gracias —respondió un poco ruborizada.
—Andando— dijo Santiago mientras los veía con detenimiento.
Zoé salió primero, detrás ella iba Abigail, luego Ricardo y Santiago salió de ultimo para apagar las luces.
Subieron al auto y se encaminaron hacia el carnaval.
En la casa de enfrente, en la oscuridad, la señora los observaba.
—Son hijos del diablo —dijo con voz ahogada.