Hace unos años, cuando yo aún era joven conocí a una familia un tanto peculiar. Una vieja hechicera, un científico convertido en padre, una aprendiz de bruja y sus hijos; Entre ellos Daniel el hijo mayor y favorito de su abuela, Sebastian como el segundo y más desastroso, Emelie la primera descendiente de bruja y un nuevo integrante en camino, que se convertiría en el menor de los hermanos.
Eran una familia complicada igual que todas; con sus altos y bajos, días malos y otros buenos. Pero todo cambió una tarde de invierno de 1490 bajo una lluvia torrencial. El nacimiento de una pequeña bebita con el poder de cambiarlo todo; Lo que para la familia Kirigan significó el comienzo de una nueva etapa en sus vidas y el inicio de un conflicto mucho más grande.
El día del parto, la pequeña bebé que venía a revolucionar a la familia, les generó más angustias que alegría. Leilane quien ya había pasado por tres partos anteriormente, sufría y se debilitaba por la magia de la bebé, llegando al filo entre la vida y la muerte. Para los aquípides o mejor conocidos como humanos, el nacimiento de un bebé se puede complicar por muchos motivos, pero a diferencia del mundo que yo conocí, el mayor problema en un nacimiento mágico es el poder incontrolable de algunos seres; como lo fue el de la pequeña Brittany Kirigan.
La furia de la hechicera crecía a un nivel impresionante al enterarse de que su única hija corría peligro. Una brillante aura azul atravesaba la habitación, anunciando que una nueva bruja se sumaba a la vida y no sería cualquier bruja, sería la más poderosa del momento.