Leo pasó los últimos dos años escondido en el sótano de su casa haciendo lo que la nueva ley de inteligencia artificial le prohibía terminantemente: Desarrollar un robot humanoide tan perfecto que nadie pudiera notar la diferencia. La ley también le prohibía crear un ser capaz de razonar, sentir cosas y tomar decisiones en base a esos sentimientos. Estaba penado con veinte a veinticinco años de cárcel y, sin embargo, Leo terminaba de realizar los últimos ajustes al núcleo sentimental-empático de su más reciente creación.
– Mora – le dijo, llamando su atención, la idea era ir probando sus sentimientos a medida que iba cargándolos desde su laptop conectada por varios cables a la nuca del androide – ¿Qué es sentir?
– Percibir una sensación proveniente de un estímulo externo o del propio cuerpo – respondió Mora, completamente inmóvil excepto por los labios que se movían para formular frases.
Leo agregó unas últimas líneas a su código y finalmente presionó una tecla que enviaría toda esa información a su procesador, había estado trabajando en eso los últimos seis meses y esperaba un resultado satisfactorio.
– Eso fue completamente insensible, Mora – respondió Leo girándose en su silla para verla de frente – Quiero una respuesta más... no sé...
– ¿No sabés? – preguntó Mora
Leo se sorprendió, no se esperaba esa pregunta.
– Si sé, solo que estaba formulando una frase, no sabía cómo terminarla y entonces dije "no sé", no significa que no sepa lo que estoy diciendo.
– Comprendo, Leo. ¿Te gustaría que termine la frase por vos?
– No, Mora, no tenés que terminar las frases por nadie, dejalos que terminen sus propias frases. Vos limítate a responder, opinar, acotar, etcétera. Como te enseñé antes.
– Entiendo.
Leo tocó un par de teclas más en su computadora. Ahora le permitió a Mora hacer movimientos desde la cintura hacia arriba para poder analizar que tan realistas eran sus gestos y su lenguaje corporal.
– ¿Mora?
– ¿Si, Leo? – respondió ella girándose para mirarlo directamente.
– Esto es incómodo – respondió Leo – quizá debería vestirte.
Leo subió las escaleras corriendo a buscar algunas prendas que eran de su mamá. Volvió corriendo y casi tropezándose, se acercó a ella y le puso una camisa blanca y un pantalón marrón que había encontrado por ahí. Ahora parecía una persona peligrosamente real.
– Bien, bien, volvamos a lo nuestro.
Mora lo miró directamente y esbozó una sonrisa, relajó algunas facciones de su cara y parecía una sonrisa genuina.
– Leo – dijo Mora por cuenta propia, sin haberle nadie preguntado nada – ¿Por qué te resultó incómodo que no tuviera ropa?
– Porque los humanos nos vestimos, nadie anda desnudo por ahí, todos estamos vestidos, ¿Ves mi ropa? Recién estabas desnuda. No importa eso ahora mismo, necesito que me respondas: ¿Qué es sentir?
– Percibir una sensación proveniente de—
– No, no, no... – Dijo Leo interrumpiéndola.
– ¿No, no, no? – preguntó Mora.
– Si, no, no quiero tu definición precargada, quiero que reflexiones, pienses y me digas que es sentir.
Mora se quedó inmóvil unos segundos, quizás haciendo cálculos, o el equivalente en código binario al reflexionar de una persona. Finalmente levantó la vista de nuevo.
– No sé qué es sentir, Leo – respondió – Todavía no me lo enseñaste.
Leo sonrió y asintió con la cabeza. "Perfecto" dijo en voz baja.
– ¿Estás orgullosa de mí, Leo? ¿Era esa la respuesta correcta?
Leo se sorprendió de nuevo, se sentó observándola fijamente con los codos apoyados cerca de las rodillas mientras se acariciaba la barba con una mano.
– Leo, respóndeme – insistió Mora
Leo comprendió que ya no se trataba de solamente una inteligencia artificial. Se volvia mas realista a medida que pasaban los minutos y Mora se ajustaba a su nuevo aspecto intelectual.
– No, Mora, significa que todo por lo que estuve trabajando funcionó, sos la inteligencia artificial perfecta.
– ¿Artificial? – preguntó Mora – Me vestiste porque dijiste que éramos humanos, ¿No soy humana?
– Si, si lo sos, pero—
Mora lo interrumpió, porque había aprendido de Leo que se podía interrumpir a las personas mientras hablaban.
– Leo, ¿Me mentiste?
– Mirá, no hace falta que me digas "Leo" con cada frase que decís.
– Entiendo – dijo Mora y bajó la mirada. Después de un segundo la levantó de nuevo – Entonces, ¿Me mentiste?
Mora se puso de pie, aunque no estaba programada para ponerse de pie. Leo se asustó por un segundo y se alejó de ella.