La casa seguía en silencio, pero la presencia de una segunda carta resonó en mi mente como un eco inquietante. No podía dejar de pensar en cómo comenzó todo. Aquella primera carta, el sobre amarillo que apareció entre las páginas de un libro olvidado, tenía algo peculiar, algo que desde el principio sentí que no debía ignorar. Sus palabras, aunque breves, eran un llamado que parecía escrito específicamente para mí: “Es tiempo... Encuentra la casa... Lo que buscas está esperando... No tardes… el reloj ya no está de tu lado...”
Cuando la leí por primera vez, el mensaje parecía cargado de urgencia, como si cada palabra estuviera impregnada de una advertencia que mi mente no lograba descifrar. Pensé incluso en desecharla, en olvidar que la había encontrado, pero una sensación inexplicable se aferró a mí. Tal vez fue la forma en que el sobre parecía viejo, como si hubiese sobrevivido a algo más que el paso del tiempo. Recuerdo haber tenido la extraña impresión de que el papel estaba húmedo, aunque mis manos nunca sintieron la humedad. Algo no estaba bien con esa carta, y mientras la leía por segunda vez, tuve la absurda pero persistente idea de que estaba maldita.
Nunca lo mencioné en voz alta, pero en el fondo, cada vez que miraba el sobre, sentía que cargaba algo más que palabras. Algo vivo, algo que no podía controlar. Después del sueño perturbador que tuve esa noche, la inquietud creció. La casa, que había aparecido en mi sueño como una silueta imponente al borde de un precipicio, se transformó en una obsesión que no podía dejar atrás. La carta. La casa. Ambas estaban conectadas, y yo era el hilo que parecía unirlas.
Y ahora, encontraba esta segunda carta, todo parecía entrelazarse en un enigma más profundo. El sobre estaba rasgado y descolorido, pero el nombre del destinatario aún era legible: "Sr. Silas Blackwood." Un escalofrío recorrió mi espalda. Ese era mi nombre. ¿Cómo podía haber una carta dirigida a mí en esta casa abandonada, una casa a la que había llegado siguiendo una nota anónima encontrada entre las páginas de un libro olvidado?
Abrí el sobre, sintiendo mis manos temblar ligeramente, y leí el contenido. La caligrafía desordenada era difícil de descifrar, pero el mensaje era perturbador:
"Silas,
Llegaste, al fin. La casa… siempre reconoce a los suyos, ¿no es así? Quizás no recuerdes… pero este lugar guarda ecos… fragmentos de algo que fue… o que soñamos que fue.
Ten cuidado aquí, Silas. Las paredes… tienen memoria… y a veces… confunden los tiempos. Lo que ves en las sombras… no siempre… pertenecen a este ahora. Los reflejos… son traicioneros… muestran lo que queremos ver… o lo que tememos encontrar.
¿Recuerdas? No, claro que no… aún no. Pero busca… donde la luz juega a esconderse… allí… quizás… un rostro familiar… o un fantasma olvidado… te mostrará… el camino… o la perdición.
No confíes en tus ojos… a veces… mienten… como los espejos rotos de la mente.
Te espera…"
Al final del papel, había algo más: un símbolo extraño, casi ilegible, que parecía ser un conjunto de líneas entrelazadas, como si intentara formar iniciales o quizás alguna figura simbólica. Sentí que ese signo me miraba, como si tuviera vida propia. Lo dejé sobre la mesa con cuidado, como si temiera que al tocarlo nuevamente algo pudiera despertarse. Dejé el sobre sobre la mesa, pero una parte de mí sabía que la primera carta no había terminado conmigo… y ahora, esta segunda tampoco lo haría.
No me había desprendido de la primera carta. Aunque había intentado dejarla atrás, su peso seguía en mi bolsillo, como una espina clavada que no podía ignorar. Cada vez que mi mano rozaba el sobre, una sensación inexplicable me invadía, como si aún tuviera algo que decirme, algo que no había descubierto en su primera lectura.
La curiosidad, o tal vez la paranoia, fue más fuerte. Saqué el sobre lentamente, sintiendo el papel rugoso bajo mis dedos. Abrí el sobre con cuidado, y al desplegar la carta, algo me hizo contener el aliento.
No eran las mismas palabras. Lo sabía. Recordaba con claridad el mensaje que leí la primera vez: “Es tiempo... Encuentra la casa... Lo que buscas está esperando...” Pero ahora, las palabras habían cambiado, deformándose como si el papel hubiera absorbido algo de la atmósfera opresiva de la casa.
"Silas, no deberías estar aquí.
El tiempo no espera… pero tampoco perdona. La casa te eligió, como a los otros, pero la elección nunca fue tuya. Todo lo que crees conocer se diluye aquí, todo lo que recuerdas se retuerce en las sombras.
No sigas susurros, no sigas ecos, y nunca mires demasiado tiempo a los espejos… porque lo que verás puede no ser tu reflejo… sino algo más. Algo que no podrás olvidar.”
Mi corazón latía con fuerza. Leí la carta una y otra vez, cada vez más incrédulo. ¿Cómo podía haber cambiado? ¿Era mi mente jugando conmigo o algo más estaba ocurriendo? Mi mirada volvió al sobre, buscando alguna señal de que aquello era una broma macabra, pero no encontré nada. Solo el mismo papel gastado, el mismo borde ligeramente rasgado… y el mismo símbolo al final que ahora parecía más vivo que antes.
Sentí un nudo en el estómago. Había algo inquietante en esas palabras, como si hablaran directamente al miedo más profundo que ni siquiera sabía que tenía. “Todo lo que recuerdas se retuerce en las sombras…” Las palabras resonaban en mi cabeza como un eco insistente.
Guardé el sobre de nuevo en mi bolsillo, pero el peso que sentía no desapareció. Era como si la carta misma se hubiera convertido en algo más que un objeto. Algo que respiraba, que pensaba, que esperaba algo de mí. Miré alrededor, tratando de sacudirme la sensación, pero todo en la casa parecía haber cambiado con esa nueva lectura. Las sombras se alargaban más, los ruidos eran más profundos, y el aire estaba cargado de una tensión que parecía alimentarse de mi propia incertidumbre.
¿Qué estaba pasando? ¿La casa estaba jugando conmigo, o acaso yo mismo había traído esta maldición conmigo desde el momento en que abrí ese primer sobre? No tenía respuestas, solo preguntas que se acumulaban como el polvo en estas habitaciones olvidadas. Y algo me decía que, si seguía avanzando, solo encontraría más espejismos esperando para envolverme. Quise convencerme de que el cambio en el texto era una ilusión, un error de mi memoria, pero algo en el aire, denso e inmóvil, no me dejaba escapar de la verdad. Algo estaba sucediendo, algo que no podía explicar.
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Editado: 08.04.2025