Morada de espejismos.

Capitulo 6

La madera bajo mis pies crujió con un sonido que me hizo contener el aliento mientras me acercaba a la puerta. Cada paso parecía envolverme en una sensación de incomodidad, como si el aire mismo respirara a mi alrededor, pulsando con una energía densa y casi tangible. El golpe que venía del otro lado se había detenido de manera abrupta hacía apenas unos segundos, dejando tras de sí un vacío opresivo que intensificaba mi incertidumbre. Me detuve frente a la puerta, con la mano temblando a centímetros de la aldaba, y el tiempo, por un instante, pareció desmoronarse en fragmentos que no lograba comprender.

No me había percatado aún, pero no podía escuchar el retumbar de la tormenta afuera: la lluvia martilleando las ventanas, el viento ululando entre los árboles con una furia casi primitiva. Pero ahí, frente a esa puerta, el silencio era aún más sofocante, como si la madera misma absorbiera el sonido. Un silencio extraño que me hacía más palpable con cada latido de mi corazón.

No podía sacudirme la sensación de déjà vu. No es que hubiera estado en esa habitación en particular antes, ni siquiera en esa casa. Era algo más profundo, un reconocimiento que no venía de la memoria, sino de algún rincón oscuro de mi mente que se resistía a emerger.

Finalmente, inhalé profundamente y quite la aldaba. La puerta se abrió con un gemido prolongado, casi como un lamento reprimido durante años. Lo que encontré al otro lado me tomó por sorpresa: no era lo que esperaba. La habitación parecía existir en un universo paralelo al resto de la casa.

El espacio me recibió con un aire espeso y cálido, iluminado por la vacilante luz de un candelabro. Las velas parpadeaban, proyectando sombras que se retorcían en las paredes, como si quisieran escapar. Una cama matrimonial dominaba el centro del cuarto, con un edredón que, aunque desgastado, estaba cuidadosamente alisado, como si alguien lo hubiera preparado con intención.

El silencio era absoluto. Ni el rugido del viento ni el tamborileo de la lluvia lograban penetrar aquí. Era como si la habitación estuviera sellada, aislada de todo, y ese vacío amplificaba cada uno de mis movimientos. Mi respiración, el roce de mis zapatos contra el suelo, el latido de mi corazón: todo era ensordecedor en la quietud.

El olor del cuarto era intenso y perturbador. Una mezcla de cera derretida, madera vieja y algo dulce, un aroma tenue y extraño que no lograba identificar. Mi mirada fue inevitablemente atraída hacia el candelabro que descansaba en la mesa de noche junto a la cama. Tenía un diseño elaborado, con filigranas que formaban espirales intrincadas. A pesar de la tenue iluminación, noté algo peculiar: pequeños grabados en la base metálica, líneas que se entrelazaban en patrones que parecían casi familiares.

Mientras recorría la habitación con la vista, la inquietud creció en mi pecho. El papel tapiz desgarrado dejaba al descubierto parches de madera desnuda, y un armario en la esquina, con la puerta ligeramente entreabierta, parecía guardar secretos que prefería no desenterrar. Cada paso que daba me hacía sentir más pesado, como si la gravedad misma tuviera una intención en este espacio.

Fue entonces cuando lo vi: un cuadro colgado sobre la cabecera de la cama, con un marco de madera oscura decorado con tallas intrincadas que evocaban ramas enredadas. Pero no fue el marco lo que capturó mi atención, sino la imagen en el lienzo.

El cuadro mostraba tres figuras: una mujer, un hombre y un niño. Estaban de pie juntos al borde de un acantilado, con la casa en la distancia, como un espectador silencioso de la escena. La mujer parecía mirar hacia el horizonte, su expresión entre la desesperanza y el desafío. El hombre, de rostro parcialmente cubierto por la sombra, parecía estar inclinado hacia el niño, que estaba entre ambos. El niño, tenía una expresión indecifrable: una mezcla de inocencia y algo oscuro, como si entendiera el peso de lo que ocurría.

El aire en la habitación se tornó más denso, y de repente, un recuerdo me invadió, súbito e implacable. No era mío, o al menos no lo reconocía como tal, pero lo viví como si estuviera ocurriendo en ese instante.

Me encontré en el borde del mismo acantilado. La tormenta rugía a lo lejos, y el ruido de las olas rompiendo contra las rocas era ensordecedor. La mujer estaba corriendo hacia el borde, pero su movimiento no era libre: algo o alguien la perseguía. Quise mirar hacia atrás, ver quién o qué era, pero mi vista permaneció fija en ella. Sus pasos desesperados levantaban pequeños estallidos de barro, y su vestido ondeaba como un fragmento arrancado del cielo.

El acantilado parecía llamarla, y su carrera terminó de forma brutal. No vi el momento exacto de su caída, pero lo supe. El espacio se llenó de su ausencia, y el silencio repentino fue aplastante. Miré hacia donde había estado, y entonces vi algo más. Una sombra. No era un hombre, ni una figura claramente humana. Era una presencia que pareció invadirme, absorbente y despiadada.

Jadeando, con el sudor frío corriendo por mi espalda. El cuadro seguía colgado, inmutable, pero ahora parecía diferente. En una esquina del lienzo, apenas visible, noté un pequeño símbolo grabado: las líneas entrelazadas de las cartas. Era un detalle insignificante, pero la certeza de que no estaba ahí por casualidad me invadió.

¿Qué significa esto?, pensé, con el impulso de tocar el cuadro. Pero algo en mi interior me advirtió que no lo hiciera. No se trataba solo de miedo, sino de una certeza aplastante de que cualquier acción podría desencadenar algo irreversible.

Me giré hacia la cama, con el corazón aún latiendo con fuerza. El ambiente no tenía sentido; la casa estaba abandonada desde hacía años, pero aquí todo parecía indicar actividad reciente. Las velas del candelabro aún goteaban cera fresca. El calor del aire me oprimía, como si la habitación misma respirara junto a mí.

Mientras contemplaba el espacio, me percaté de un detalle inquietante: no podía escuchar nada más. Ni la tormenta, ni el viento, ni el crujir ocasional de la casa. Era como si esta habitación existiera en un vacío absoluto, en un tiempo detenido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.