Morada de espejismos.

Capitulo 7

El diario estaba sobre la mesa, detrás del candelabro. Lo descubrí cuando lo moví, ya que su claridad no me había dejado verlo. La cubierta estaba hecha de cuero desgastado, con grietas que delataban años de abandono. Me acerqué lentamente, sintiendo una resistencia inexplicable en cada paso, como si el aire mismo intentara detenerme. El objeto parecía llamarme, con una presencia tan tangible como la que había sentido con las cartas.

Cuando finalmente lo tomé entre mis manos, una sensación extraña me invadió. No era como sostener cualquier otro libro; había algo en su peso, en la textura del cuero, que me hacía sentir que estaba vivo. Lo abrí con cuidado, y las primeras páginas estaban en blanco, amarillas por el tiempo, pero completamente vacías. Fue al avanzar unas cuantas hojas que encontré palabras desordenadas, escritas con una caligrafía apresurada y nerviosa. Algunas líneas eran difíciles de descifrar, mientras que otras parecían haber sido tachadas con tanta fuerza que el papel casi se rompía.

La primera frase que pude leer me estremeció:
"No todos los que encuentran este lugar recuerdan quiénes son."

La frase estaba escrita sola, en el centro de la página, como si el autor hubiera querido que fuera imposible ignorarla. Cerré los ojos un momento, tratando de comprender por qué esas palabras resonaban tan profundamente en mí. Al abrirlos de nuevo, avancé unas páginas más, y entonces lo vi. Mi nombre. Silas. Estaba escrito varias veces a lo largo de una página, como si el autor hubiera estado obsesionado con esa palabra. Pero no había apellido. Sólo Silas. Al principio pensé que era una coincidencia, que debía haber otro Silas relacionado con la casa, pero mientras miraba esas letras, sentí algo extraño. Algo más allá de la lógica me decía que ese nombre me pertenecía, que era mío de una manera que no podía explicar.

Una oleada de imágenes inundó mi mente, como fragmentos de sueños olvidados. Me vi de pie en un acantilado, la misma escena que había revivido al mirar el cuadro, pero ahora era diferente. Podía distinguir más detalles: la casa estaba ahí, imponente y silenciosa, mientras la tormenta rugía alrededor. Frente a mí, una mujer corría desesperada, y detrás de ella, una sombra la perseguía. No era una persona, no podía serlo. Era algo oscuro, abstracto, un vacío que parecía consumir la luz y el espacio a su alrededor.

La mujer tropezó, y pude escuchar el grito desgarrador que escapó de sus labios. No entendía por qué, pero sabía que su caída era inevitable. Y luego, antes de que se desvaneciera del todo, giró el rostro hacia mí. Por un instante, nuestras miradas se cruzaron, y sentí un dolor punzante en el pecho. Su rostro era familiar, pero no podía recordar de dónde. La escena terminó abruptamente, como si alguien hubiera arrancado un hilo que sostenía mi memoria.

Volví al diario, con las manos temblando. Las siguientes páginas estaban parcialmente ilegibles. Algunas palabras parecían desvanecerse mientras las miraba, como si el papel estuviera vivo y cambiara con mis pensamientos. Entre los fragmentos que logré descifrar, encontré frases que me inquietaron aún más:

"La casa respira, pero no como nosotros. Lo que oculta es un reflejo... o un espejismo. Es difícil saber la diferencia."

"No confíes en los recuerdos. Aquí, se retuercen como sombras en el agua."

Cada línea parecía estar escrita para mí, aunque sabía que no era posible. ¿Quién había escrito esto? ¿Cuántos habían llegado antes que yo a esta casa? ¿Y por qué sentía que el diario estaba conectado conmigo, que estaba reaccionando a mi presencia? Pasé las páginas una y otra vez, buscando respuestas, pero lo único que encontré fue más incertidumbre.

Entonces, en una de las últimas páginas que revisé, apareció algo que me detuvo por completo. Había una lista de nombres, escritos con la misma caligrafía, pero sólo el primero estaba completo:
"Silas—."

El apellido estaba borrado, como si alguien hubiera hecho un esfuerzo consciente por eliminarlo. El resto de los nombres estaban incompletos o tachados, y algunos eran apenas visibles, como si hubieran sido escritos en una capa más profunda del papel.

El dolor en mi pecho regresó, más fuerte que antes, y me obligó a soltar el diario. Retrocedí unos pasos, mirando cómo caía sobre la mesa. Pero no fue sólo el impacto lo que me inquietó. Fue lo que ocurrió después. Las páginas, que habían permanecido en silencio, comenzaron a moverse lentamente, como si el viento invisible las acariciara. Era imposible. La habitación estaba completamente aislada del exterior, y ni siquiera podía escuchar la tormenta que seguía furiosa afuera.

Decidí que no podía quedarme inmóvil. Tomé el diario de nuevo y me obligué a avanzar en las páginas, sin importar lo que encontrara. Fue entonces cuando apareció algo nuevo: un dibujo. Estaba hecho a lápiz, con líneas gruesas y desordenadas que parecían haber sido hechas con prisa. Era la silueta de una casa junto a un acantilado, exactamente como la que había visto en mis recuerdos. Pero lo más perturbador no era el dibujo, sino lo que estaba escrito debajo:

"Silas, ¿recuerdas? Nunca fue sólo un sueño."

La frase era una acusación, una pregunta que no podía responder. Mi mente era un caos de imágenes y sensaciones, pero cuanto más intentaba entender, más se desvanecían los fragmentos que había logrado reunir.

Miré alrededor de la habitación, que ahora parecía aún más opresiva. Las sombras en las paredes eran más largas, las velas titilaban como si fueran a apagarse en cualquier momento. Había una presencia en el aire que no podía ignorar, un susurro silencioso que me pedía que siguiera adelante, pero cada fibra de mi ser me decía que retrocediera.

Sabía que este era solo el comienzo. La casa tenía más secretos, y el diario era sólo una pieza en un rompecabezas mucho más grande. Pero ¿cómo podía seguir buscando? Cuando ni siquiera podía confiar en mis propios recuerdos.




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