Morada de espejismos.

Capitulo 8

El diario estaba abierto sobre la mesa, pero mi mente ya no estaba en sus páginas. ¿Por qué resonaba tanto en mi interior? ¿Por qué las palabras escritas ahí se sentían como un eco de algo que no podía recordar? Cerré los ojos, buscando un respiro en medio del caos que la habitación y sus secretos me habían arrojado encima. Fue entonces cuando un recuerdo, lúcido pero extraño, emergió con fuerza. Era como si el diario hubiera desatado algo dormido dentro de mí.

Estaba sentado en mi vieja habitación, muchos años atrás, con una luz tenue iluminando las páginas de un libro que me había atrapado desde el primer capítulo. Siempre fui un lector voraz de historias oscuras, y este libro en particular había dejado una marca profunda en mí: la crónica de un asesino serial conocido como "El Cazador Sombrío". No era un simple criminal; era un fantasma. Nunca encontraron huellas, ni rastros que pudieran llevar a su captura. Su modus operandi era metódico pero impredecible, dejando un rastro de víctimas que compartían una peculiaridad: cada uno de ellos vivía en lugares que parecían aislados del mundo, como si el cazador se alimentara de la soledad y el aislamiento de sus víctimas.

Lo que más me perturbaba de esa historia no eran los asesinatos, sino las descripciones de los lugares. Uno de ellos me dejó particularmente inquieto: una vieja casa junto a un acantilado, donde se decía que había cometido su crimen más despiadado. La víctima, una mujer cuyo cuerpo apareció en el fondo del acantilado, nunca fue identificada, y las pocas pistas que dejaron atrás eran fragmentos desconectados. Un sobre amarillo encontrado en la casa fue lo único que los investigadores pudieron recuperar, pero el contenido nunca se hizo público.

Mi obsesión con esa historia creció al punto de que podía recordar cada detalle, cada palabra escrita en el libro sobre esa casa. La forma en que la describían me provocaba escalofríos incluso en mis años de juventud: “Una morada que parecía más viva que sus habitantes, cuyas paredes exhalaban secretos y sombras.” Era una frase que no podía olvidar, y ahora, aquí estaba, en una habitación que parecía arrancada directamente de las páginas de ese relato.

Mientras el recuerdo se profundizaba, comencé a preguntarme si mi atracción por lugares solitarios y lúgubres, como la casa donde ahora me encontraba, había sido una coincidencia. ¿O era algo más? ¿Había alguna conexión entre mi interés por esas historias y el lugar donde ahora me encontraba, atrapado en un enigma que parecía consumir mi razón? El pensamiento me desconcertaba, pero también me obligaba a seguir buscando respuestas.

Un detalle específico del recuerdo volvió a mí con fuerza: el sobre amarillo encontrado en la casa junto al acantilado en la historia del cazador. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda mientras intentaba ignorar la posibilidad que comenzaba a formarse en mi mente. Regresé al diario, pasando las páginas con desesperación, buscando algo más, alguna pista que pudiera esclarecer lo que estaba ocurriendo.

Entonces, en una página casi ilegible, encontré una frase que me dejó helado:

"El sobre amarillo es siempre el principio y el final."

Las palabras estaban escritas con una caligrafía diferente a la de las demás páginas, como si alguien más hubiera intervenido en el diario. Me levanté de golpe, alejándome unos pasos de la mesa, mientras las imágenes del libro que había leído años atrás comenzaban a mezclarse con las de mi entorno actual. No podía ser posible. No tenía sentido. Y, sin embargo, lo sabía. La primera carta que había encontrado, aquella que inició todo, era idéntica al sobre amarillo mencionado en la historia del cazador.

La realización me golpeó como un trueno, y un torrente de preguntas inundó mi mente: ¿Cómo había llegado esa carta hasta mí? ¿Qué conexión había entre el cazador y esta casa? ¿Era el cazador real, o simplemente una historia que ahora se convertía en mi realidad?

No podía pensar con claridad, pero las piezas comenzaban a encajar de una manera inquietante. Volví a el diario, buscando desesperadamente algo más que pudiera aclarar la conexión entre el pasado y el presente. Fue entonces cuando encontré una ilustración: un dibujo tosco, casi infantil, de la casa junto al acantilado. Era la misma casa que había imaginado mientras leía el libro y, no sé porqué razón, sentía que yo lo había dibujado.

Debajo del dibujo, había una frase que me hizo detenerme por completo:
"Algunos nunca dejaron de buscar. Otros nunca supieron que ya habían llegado."

Cerré el diario de golpe, incapaz de procesar lo que acababa de leer. Todo lo que alguna vez pensé que era ficción, una simple historia sobre un asesino serial que nunca fue capturado, ahora parecía ser parte de mi propia realidad. La casa, el acantilado, el sobre amarillo... todo estaba conectado, pero ¿cómo? ¿Era posible que mi obsesión por esas historias me hubiera llevado aquí? ¿O había algo más, algo que trascendía el tiempo y la lógica?




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