El corredor parecía estirarse más allá de lo posible, como si las paredes se deslizaran hacia atrás con cada paso que daba. La casa tenía su forma de reconfigurarse, de mostrar lugares que no estaban allí antes. El eco de mis propios movimientos me seguía, y cada crujido bajo mis pies me hacía dudar de que realmente estuviera solo. Fue entonces cuando la vi, una puerta pequeña al fondo, entreabierta como si me estuviera esperando.
Cuando empujé la puerta y crucé el umbral, me encontré en una habitación completamente diferente. Era claustrofóbica, con las paredes cubiertas por escrituras, como si alguien hubiera pasado años llenándolas de palabras. Algunas frases eran nítidas, escritas con caligrafía que reconocía como mía. Pero otras estaban distorsionadas, como si hubieran sido escritas por una mano diferente. Me acerqué a una de las paredes y comencé a leer.
"No confíes en ellos," decía una línea.
Más abajo, otra frase me hizo detenerme:
"Silas, ¿qué has hecho?"
Fue entonces cuando noté que no todas las palabras eran mías. Algunas caligrafías eran distintas, más violentas, como si estuvieran escritas con ira. Mi respiración se aceleró mientras las frases comenzaban a resonar en mi mente, como si las paredes mismas estuvieran hablándome. De pronto, las palabras comenzaron a distorsionarse, los trazos convirtiéndose en símbolos retorcidos que parecían serpientes arrastrándose por la superficie.
Era mi caligrafía, pero algo estaba fuera de lugar. Las frases no solo me hablaban, sino que parecían responderse unas a otras, como si fueran parte de una conversación. Entonces, una voz baja y temblorosa llenó el silencio.
"Siempre supiste lo que eras, pero no querías verlo."
La voz venía de mi izquierda, pero no había nadie allí. Giré en todas direcciones, buscando el origen, y fue cuando miré el centro de la habitación que lo encontré.
Allí estaba, un espejo roto, el marco cubierto de polvo y grietas. El espejo estaba en el centro de la habitación, colocado sobre una mesa baja. Su superficie, rota en innumerables fragmentos, reflejaba rostros, pero distorsionados en formas aterradoras.
Algunos fragmentos de su superficie reflejaban diferentes partes de la habitación, con sombras que parecían moverse. Pero lo que me inquietó fueron las versiones de mí mismo que me devolvía.
Me acerqué, incapaz de detenerme, y miré mi propio reflejo. Era yo, pero no era yo. En uno, me vi como siempre, seguro y sereno, pero en otro, cansado y confundido. En otro, mi expresión era más dura, más calculadora, como si estuviera viendo a alguien a quien juzgaba. En otro fragmento, mi rostro mostraba una tristeza profunda, una culpa que me hizo apartar la vista. Cuando volví a ver, habían cambiado, en uno de los fragmentos, mi rostro estaba cubierto de grietas, como si fuera una porcelana rota. En otro, mis ojos brillaban con una luz amarilla, y mi sonrisa era más un depredador mostrando sus dientes que una expresión humana. Y en el fragmento más grande, vi algo que me hizo retroceder: una versión de mí mismo sentado en una silla, inmóvil, con una mirada fría y calculadora que parecía perforar mi alma.
"Ellos no recuerdan, pero tú sí. Siempre has recordado," murmuró el reflejo, y su voz resonó en mi mente como un grito lejano.
Aparte mis ojos del espejo. Vi otro mural de fotos. Este mural dominaba una pared. Al principio, los rostros que aparecían en él parecían humanos, con expresiones de angustia y sufrimiento. Pero mientras los observaba, comenzaron a cambiar. Sus ojos se transformaron en fosas vacías, sus bocas se alargaron en gritos silenciosos, y sus pieles comenzaron a agrietarse, volviéndose como cuero reseco. Algunos comenzaron a tomar formas híbridas, fusionando rasgos humanos con animales grotescos: dientes afilados, lenguas bifurcadas, y extremidades que se retorcían como si intentaran liberarse de la pintura.
Uno de los rostros, más grande que los demás, se convirtió en algo que solo puedo describir como una mezcla entre un lobo y un hombre. Su mandíbula se abrió como si pudiera engullirme, pero antes de que pudiera apartar la vista, vi algo más. En sus ojos había una chispa de reconocimiento, como si esa criatura supiera exactamente quién era yo.
El mural parecía moverse, las figuras queriendo escapar de las paredes y adentrarse en la habitación. Retrocedí, pero mis pies permanecieron fijos en el suelo, inmóviles ante el horror que se desataba frente a mí.
Quise salir corriendo, pero algo más llamó mi atención. Al lado del espejo había un reloj antiguo, su estructura oxidada y su esfera amarillenta marcando un tiempo que no podía descifrar. Las agujas estaban detenidas, congeladas en un instante perdido. Lo sostuve en mis manos, y sentí un leve latido, como si el objeto estuviera vivo.
Un sonido irregular salió del interior del reloj, un tic que parecía más un susurro metálico que un movimiento mecánico. Giré el reloj, y vi algo grabado en la parte trasera:
"El tiempo se detuvo para ti, Silas."
De inmediato, los rostros del mural comenzaron a cambiar nuevamente, sus gritos silenciados convirtiéndose en una cacofonía que resonaba en toda la habitación. Los ojos de las figuras parecían seguirme, cada uno cargado de una acusación que no entendía.
De nuevo, un tic irregular resonó desde el interior del reloj, un sonido que no tenía sentido. Era como si estuviera tratando de arrancar, de recuperar el tiempo perdido. Fue entonces cuando una nueva voz me habló, desde algún rincón invisible de la habitación.
"¿Recuerdas cuándo sucedió? ¿El momento en que todo se detuvo."
El último objeto sobre la mesa era un libro. Su cubierta, hecha de cuero desgastado, parecía contener secretos que no debía conocer. No tenía título, pero el símbolo entrelazado que había visto tantas veces estaba grabado en su centro. Lo abrí, y al principio las páginas estaban en blanco. Pero al pasar una tras otra, imágenes comenzaron a aparecer: cuerpos caídos, rostros deformados, y una figura indistinta que parecía mover los hilos en cada escena. Pero cuando llegué a la última, algo apareció: una sola palabra escrita en tinta oscura.
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Editado: 08.04.2025