Morada de espejismos.

Capitulo 14

El olor fue lo primero que recordé. Un hedor metálico y dulzón que se mezclaba con el aire húmedo del bosque. Era un aroma que se impregnaba en la piel, en la ropa, y que parecía seguirte incluso después de haber salido de allí. Creo que tenía alrededor de ocho años, pero ese olor quedó grabado en mi memoria como una marca indeleble. Estaba de pie en un claro del bosque, con los árboles altos cerrándose a mi alrededor como una jaula. La luz del sol apenas se filtraba entre las ramas, creando sombras que se movían con el viento. A mi lado, alguien estaba de pie. No recuerdo su rostro, ni siquiera su voz, pero su presencia era inconfundible. Era una figura alta, con una postura rígida y una respiración pesada que parecía llenar el silencio entre nosotros.

"Es hora de aprender," dijo, o al menos eso creo. Las palabras eran un eco distante en mi mente, como si hubieran sido pronunciadas en un sueño. Me entregó algo frío y pesado: un rifle. Mis manos pequeñas apenas podían sostenerlo, pero no me atreví a soltarlo. Había algo en su tono, en su mirada invisible, que me decía que no debía fallar. Caminamos en silencio, el crujir de las hojas secas bajo nuestros pies era el único sonido que rompía la quietud del bosque. A medida que avanzábamos, el olor se hacía más fuerte. No era solo el hedor metálico de la sangre; había algo más, algo rancio y dulzón que me revolvía el estómago. Intenté no respirar profundamente, pero era imposible escapar de él.

Fue entonces cuando lo vi. Un cable grueso colgaba entre dos árboles, y de él pendían pieles. Eran de animales, o al menos eso quise creer. Algunas estaban frescas, aún goteando sangre que formaba pequeños charcos en el suelo. Otras estaban secas, arrugadas y endurecidas como pergaminos olvidados. Me detuve, incapaz de apartar la mirada, pero la figura detrás de mí me empujó suavemente hacia adelante.

"No mires demasiado," dijo, o tal vez lo pensé. "No es para ti."

Llegamos a un claro más amplio, donde el olor era casi insoportable. En el centro había una mesa de madera vieja, cubierta de herramientas oxidadas y manchas oscuras que no quería identificar. Alrededor de la mesa, había más pieles, esta vez extendidas sobre el suelo como alfombras grotescas. Algunas tenían formas que no reconocía, con extremidades que parecían humanas pero no lo eran del todo.

La figura se movió hacia la mesa, dejando que el rifle colgara de mis manos temblorosas. "Observa," dijo, y comenzó a trabajar. No sé qué estaba haciendo exactamente, pero el sonido de cuchillos raspando contra hueso y carne llenó el aire. Cerré los ojos, pero el sonido seguía ahí, perforando mi mente.

"Es tu turno," dijo la figura, y me empujó hacia adelante. Frente a mí, un ciervo estaba atrapado en una trampa, su pata trasera torcida en un ángulo imposible. Sus ojos me miraron, llenos de miedo y dolor, y sentí que mi corazón se detenía. La figura colocó mis manos sobre el rifle, ajustándolo contra mi hombro."Dispara," ordenó. Su voz era firme, pero no había ira en ella. Era más como una expectativa, una certeza de que haría lo que me pedía. Pero no podía. Mis manos temblaban, y las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro.

"Dispara," repitió, esta vez más fuerte. Sentí su mano en mi hombro, pesada y fría, empujándome hacia adelante. Cerré los ojos y apreté el gatillo.

El sonido del disparo resonó en el bosque, ahogando todo lo demás. Cuando abrí los ojos, el ciervo estaba en el suelo, inmóvil. La figura se inclinó hacia mí, y aunque no podía ver su rostro, sentí su sonrisa. "Bien hecho," dijo, y me quitó el rifle de las manos.

El camino de regreso no lo recuerdo, igual no recuerdo cómo llegamos a dónde el ciervo estaba. El olor, el sonido del disparo, la imagen del ciervo en el suelo, todo se mezclaba en mi mente como un torbellino. Cuando llegamos al lugar donde estaban las pieles, la figura se detuvo. "Recuerda esto," dijo, y señaló hacia el cable. "Todo tiene un propósito."

No entendí lo que quiso decir, pero esas palabras quedaron grabadas en mi mente. Incluso ahora, años después, no puedo sacarlas de mi cabeza. "Todo tiene un propósito." Pero ¿cuál era el mío?

Desperté del recuerdo con un sobresalto, mi respiración agitada y mi corazón latiendo con fuerza. Estaba de vuelta en la casa, pero el olor seguía ahí, impregnando el aire como si nunca hubiera desaparecido. Miré mis manos, esperando ver el rifle, pero estaban vacías. Sin embargo, podía sentir su peso, frío y opresivo, como si aún estuviera allí.

Las voces regresaron, susurrando en mi mente.
"Todo tiene un propósito, Silas. ¿Recuerdas cuál es el tuyo?"

Me levanté, tambaleándome, y me dirigí hacia el espejo fragmentado. Mi reflejo me devolvió la mirada, pero esta vez no era solo yo. Había algo más en mis ojos, algo que no quería reconocer. Cerré los ojos, pero las voces no se detuvieron.

"No puedes escapar del reflejo."




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