Morada de espejismos.

Capitulo 20

Su rostro era oscuro, sin características discernibles, pero sus ojos brillaban con una luz roja intensa que parecía perforar mi mente. Había algo familiar en él, algo que no quería aceptar pero que ya no podía ignorar.

"¿Quién eres?" logré preguntar, aunque mi voz salió débil y temblorosa.

La sombra inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera considerando mi pregunta. Luego, habló de nuevo, esta vez con palabras claras y deliberadas.

"Soy tú," dijo, su voz grave y resonante llenando la habitación. "Pero no el tú que quieres ser. Soy el tú que has intentado enterrar. Soy el cazador."

Las palabras me golpearon como un martillo, destrozando cualquier percepción de la realidad que había intentado mantener. “Eso no es verdad,” murmuré, aunque incluso mientras lo decía, algo en mí comenzaba a tambalearse.

El cazador, porque ya no podía llamarlo de otra manera, dio un paso hacia adelante, y el suelo bajo sus pies crujió como si estuviera reaccionando a su presencia.

"¿Qué crees que soy, Silas?" preguntó, su voz tan calmada que se sentía como una amenaza en sí misma. "¿Una sombra? ¿Un monstruo? ¿O algo mucho peor?"

Levantó una mano, y en ella apareció algo que reconocí de inmediato: el rifle. Era el mismo que había sostenido en mis recuerdos de la cacería, el mismo que había usado para disparar al ciervo bajo la mirada de esa figura desconocida.

"Es curioso," continuó, mirando el arma como si fuera un viejo amigo. "Siempre pensaste que eras la víctima. Que las cosas simplemente te sucedían. Pero nunca quisiste aceptar la verdad. Tú no eres la presa, Silas. Tú eres el cazador." Las palabras desencadenaron un torrente de imágenes en mi mente. Los recuerdos comenzaron a fluir, no en fragmentos aislados, sino como una narrativa completa. El bosque, el acantilado, la mujer del cuadro, el niño. Cada detalle se entrelazaba, formando una historia que nunca quise enfrentar. En cada escena, había una constante: el cazador. Pero mientras las imágenes se repetían, algo cambió. El cazador dejó de ser una figura externa. Comencé a ver mi rostro en él, mis manos sosteniendo el rifle, mis ojos brillando con esa ferocidad inhumana.

"Recuerda, Silas," dijo el cazador, su voz resonando en mi mente como un eco eterno. "Recuerda quién eres. Recuerda lo que hiciste."

Las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro mientras las sombras en la habitación se cerraban alrededor de mí, envolviéndome en una penumbra sofocante. La figura del cazador se desvaneció lentamente, pero sus palabras quedaron grabadas en mi mente.

"Siempre supiste que eras yo. Y yo siempre supe que eras tú."

Cuando la oscuridad se disipó, estaba en una habitación, pero algo había cambiado. Las sombras ya no se movían, pero el aire todavía estaba cargado con su presencia, como si nunca se hubieran ido. Intenté mirar alrededor, buscar pruebas de lo que había ocurrido, pero no había nada. Todo parecía igual, pero sabía que no era así.

Mis piernas finalmente respondieron, y caminé hacia el espejo. Allí estaba yo, mi figura reflejada como siempre, pero mi rostro... mi rostro no era mío. Había una sonrisa que no intentaba hacer, una expresión que no reconocía.

"No puedes escapar de lo que eres, Silas," susurró una voz detrás de mí. Me giré rápidamente, pero no había nadie.

Y entonces lo entendí. El cazador nunca se había ido. Porque el cazador siempre había estado dentro de mí.




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