Morada de espejismos.

Capitulo 21

El silencio de la casa era diferente esta vez. No era el silencio opresivo al que me había acostumbrado, el que presagiaba que algo acechaba en las sombras. Era un vacío absoluto, una nada que hacía eco en mi mente como si el propio espacio estuviera suspendido en el tiempo. No sentía miedo, no exactamente. Pero había una tensión creciente en el aire, una sensación de que todo estaba llegando a un punto culminante.

Me encontré de pie en el corredor, ese interminable pasillo que siempre parecía más un laberinto que un camino. A ambos lados, las paredes respiraban. No literalmente, pero había algo en ellas que se movía, como un pulso tenue que parecía latir al ritmo de mi corazón. Mis pies avanzaban, aunque no estaba seguro de si era por mi propia voluntad o porque la casa misma me llevaba.

El corredor parecía estar cambiando, alargándose y estrechándose como si estuviera vivo, reconfigurándose a mi alrededor. Las sombras en las esquinas se movían, pero no con la animación amenazante a la que me había enfrentado antes. Esta vez, parecían observarme, esperándome, como si estuvieran al borde de revelar un secreto que llevaba toda la vida intentando no descubrir.

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### **El Umbral**

Mi caminata terminó frente a una puerta que no había visto antes, aunque, de alguna manera, sabía que siempre había estado allí. Era enorme, de un negro brillante que reflejaba mi figura distorsionada, rodeada por los contornos retorcidos de las sombras que se cernían detrás de mí. No tenía pomo, pero la puerta se abrió de todos modos, deslizándose hacia adentro con un movimiento suave que no debería haber sido posible para algo tan pesado.

El interior de la habitación estaba completamente oscuro. La oscuridad no era simplemente ausencia de luz; era una presencia palpable, un manto que parecía tragarse todo lo que intentaba cruzar su umbral. Pero sabía que debía entrar. Algo en mí, algo profundo y arraigado, me decía que este era el lugar al que había sido llevado desde el momento en que puse un pie en la casa.

Di un paso adentro, luego otro, y en cuanto mis pies cruzaron completamente el umbral, la puerta se cerró detrás de mí. El sonido resonó como un trueno, y la oscuridad comenzó a disiparse, revelando un espacio que me dejó sin aliento.

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### **La Habitación del Espejo**

Era como si estuviera en el interior de un caleidoscopio. La habitación estaba completamente rodeada de espejos, cada pared, el techo, incluso el suelo reflejaban mi imagen desde todos los ángulos posibles. Pero los reflejos no eran consistentes. Cada uno mostraba una versión diferente de mí. En un espejo era más joven, en otro más viejo, en algunos llevaba ropa que no recordaba haber usado, y en otros mis ojos brillaban con esa luz roja que había llegado a temer.

Di un giro lento, observando cómo cada reflejo parecía actuar de forma independiente, moviéndose con ligeros retrasos o haciendo gestos que yo no estaba haciendo. Era un espectáculo desorientador, un colapso de la realidad tal como la entendía. Pero lo que realmente me heló la sangre fue un reflejo en particular.

Estaba en el espejo directamente frente a mí. Era yo, pero no era yo. Su postura era más rígida, su mirada fría y calculadora. Y cuando moví la mano para tocar el cristal, él no hizo lo mismo. Simplemente me miró, clavando esos ojos que parecían ver no solo mi rostro, sino todo lo que había intentado ocultar de mí mismo.

"¿Finalmente listo para aceptar lo que eres?" dijo la figura, su voz resonando en toda la habitación. Su boca se movió en el espejo, pero la voz estaba dentro de mi cabeza.

"¿Quién eres?" pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Mis labios apenas se movieron, pero sentí el peso de mis propias palabras, como si fueran el comienzo de algo irrevocable.

La figura sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era una mueca depredadora, una expresión que hacía que mis manos se apretaran en puños mientras el pánico comenzaba a escalar en mi pecho.

"Soy tú," dijo. "El verdadero tú. No la máscara que llevas, no el personaje que has construido para evitar la verdad. Soy el fragmento que creaste para escapar, pero ya no puedo quedarme en las sombras."

"Eso no es cierto," murmuré, aunque incluso mientras lo decía, las palabras sonaban vacías. Las imágenes comenzaron a llenar mi mente, recuerdos fragmentados que me habían estado persiguiendo desde que entré en esta casa. La cacería, el acantilado, la mujer, el niño. Todo estaba allí, pero ahora se sentía completo, como si las piezas finalmente estuvieran cayendo en su lugar.

La figura dio un paso hacia adelante, y aunque estaba dentro del espejo, sentí que se acercaba, ocupando más espacio en la habitación. "Sabías que este momento llegaría, Silas. Sabías que no podrías seguir corriendo para siempre. Esta casa... esta casa no es más que un espejo de tu mente rota. Cada pasillo, cada sombra, cada rostro que has visto, todo eres tú. Tus recuerdos. Tus miedos. Tu verdad."

El suelo bajo mis pies comenzó a temblar mientras la habitación se distorsionaba. Los reflejos en los otros espejos comenzaron a cambiar, mostrando no solo versiones de mí mismo, sino eventos que reconocía. En uno, estaba en el acantilado, empujando a la mujer del cuadro mientras su grito se mezclaba con el rugido de las olas. En otro, sostenía el rifle, disparando al ciervo mientras el niño observaba con lágrimas en los ojos.

"Esto no puede ser real," susurré, pero mi voz apenas era un hilo. Quería apartar la mirada, pero los espejos me rodeaban. No había escape.

"Es real, Silas," dijo la figura. "Todo lo que has visto, todo lo que has hecho, todo lo que eres. La casa no te atrapó. Tú la creaste. Es tu mente, fragmentada y rota, tratando de protegerte de la verdad. Pero ya no puedes esconderte."

La figura dentro del espejo se acercó más, su rostro ahora separado del mío solo por el grosor del cristal. Extendió una mano, y el cristal comenzó a agrietarse, las fracturas extendiéndose como telarañas que conectaban cada espejo en la habitación. Cuando la grieta final llegó al suelo, todo se rompió.




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