Morado y Verde

Capítulo 2

07:50 a.m.

Observé el reloj de mi muñeca derecha y luego mi vista se desvió hacia el edificio frente a mí. Casi treinta minutos habían pasado ya, en un ciclo sin fin de mirar el colegio y después mi reloj, una y otra vez.

Siempre llegaba temprano. No era tanto por la puntualidad, sino por la necesidad de prepararme mentalmente. Como si el simple hecho de enfrentarlo de manera anticipada hiciera que el día pasara más rápido, que cada hora fuera una espera menos, hasta que finalmente pudiera volver a casa.

Pero la verdad era otra.

No quería entrar.

Cada día en el colegio era una cuenta regresiva. Sabía cuántas horas, minutos y segundos quedaban para regresar, y esa presión, esa ansiedad de saber que todo seguía igual, me carcomía. Me agotaba, me drenaba la energía. Era como vivir en una repetición interminable, sin descanso.

—¡Y me besó, chicas! ¿Pueden creerlo? ¡Me besó! —Escuché a una chica gritar, entre risas, mientras su grupo de amigas la rodeaba.

Suspiré, observándolas de reojo.

Ojalá mis problemas fueran tan simples. Ojalá pudiera preocuparme por cosas tan triviales como si mi crush me correspondiera o no, o si me besaba o no. Preferiría eso a lo que enfrentaba a diario. Mil veces lo preferiría.

07:55 a.m.

El tiempo se deslizaba, más cerca de lo que temía. Y las ganas de llorar se acumulaban dentro de mí, como una marea que no podía detener.

—¿Tienes miedo, verdad? —La voz me sorprendió. Me giré rápidamente, sin saber qué esperar.

—¿Q-qué? —Tartamudeé, mi mirada se cruzó con su cabello castaño.

Sonrió, con una leve ironía en su rostro—Todos le temen a la escuela. A estudiar y esas mierdas.

Ah.

Asentí, aún con la mente perdida, tratando de procesar sus palabras.

Devon Walker.

No era popular, pero tampoco un desconocido. Compartíamos algunas clases, como Arte. Era bueno en eso, aunque no tanto en matemáticas. No le había ido mal con las calificaciones, pero lo sabía porque no era difícil de observar. Tampoco es que me dedicara a seguirlo.

De hecho, su aspecto era de esos que no podían pasar desapercibidos. Ojos y cabello castaños, alto y definido. Atractivo. Supongo que eso era lo que hacía que la gente lo conociera. También su amabilidad. Siempre me había parecido el tipo de chico correcto, de esos que no tienen problemas con nadie.

Y su parecido con Gilbert Blythe no hacía las cosas más fáciles.

Claro, no era igual, pero el parecido era suficiente para hacer que sus ojos se quedaran grabados.

—¿Eres una chica Emo? —Preguntó, sonriendo levemente. Negué, frunciendo el ceño.

—¿Punk?

—No.

—¿Te gusta el negro? —Me encogí de hombros. Me gustaba, pero no sentía que fuera un aspecto que me definiera realmente.

—No hablas mucho, ¿verdad? —Solté un suspiro—No, no hablas mucho... —Silbó suavemente—Soy Devon.

—Lo sé.

—Ah—Rascó su cabeza, pensativo—¿Compartimos clases tú y...?

—Arte y Matemáticas.

—Claro... —Carraspeó, con algo de incomodidad—Siento que no te he visto mucho antes, lo siento.

Claro que no. La chica de ahora no se parecía en nada a la chica de antes. Antes, era alegre, llena de colores y risas, con ganas de pintar todo lo que veía, de aprender y descubrir. Ahora, la única pintura que me acompañaba era la tristeza, el negro de mis ropas, la seriedad en mi rostro. Ya nada parecía digno de retratarse.

—¿Cómo te llamas?

Apreté los labios, cansada, con el temor de que si hablaba más, él no me dejaría en paz.

—Tessa.

—Tessa—Repitió con lentitud—¡La chica de los colores! ¡Claro! —Rió, como si de repente todo tuviera sentido. Negó con la cabeza—¡Sé quién eres! Siempre te sientas en la fila junto a la ventana. —Asentí levemente.

—Te ves diferente... quiero decir, no es que te veas mal ni nada, solo... —Se detuvo, como si no supiera cómo seguir.

Pero fue entonces cuando los oí.

—¡Devon! —Una voz grave llamó desde detrás de él.

Ambos giraron, pero yo no lo hice. Mis manos se apretaron en los bolsillos, casi como si de alguna forma pudiera esconderme de lo que se venía.

—¿Qué pasa, Lucian? —Devon chocó los puños con alguien que, por su tono y actitud, sabía que no iba a ser nada bueno. Mi cuerpo se tensó involuntariamente.

—Ven, quiero presentarte a alguien.

Mi cuerpo comenzó a temblar, como si una presión invisible me aplastara.

—Lucian, ella es Tessa —Presentó Devon con una sonrisa, ajeno a lo que yo sentía—Tessa, este es Lucian, mi mejor amigo.

—Sé quién es —Lucian dijo con frialdad, sus ojos se posaron en mí.

Y yo también sabía quién era.

Lucian. El chico que había hecho de mi vida un infierno los últimos días.

Devon frunció el ceño, mirándome con una mezcla de desconcierto y algo de incredulidad—¿Ah, sí?

No pude evitar voltear hacia el lado opuesto, apretando los puños. Ya nada tenía sentido.

—Será mejor que entremos, ya son las ocho —Lucian habló con seriedad, interrumpiendo la incomodidad que se había instalado en el aire.

—Claro, vamos —Devon empezó a caminar y luego, sin previo aviso, tomó mi mano izquierda, levantándola levemente. La acarició, sus dedos rozaron la pulsera, la única que quedaba de los colores que solían significar algo—Fue un gusto charlar contigo, Tessa—Dijo, besando el dorso de mi mano—Por cierto, bonito nombre.

Y sin más, siguió caminando hacia la entrada del colegio.

Mis ojos fueron de Devon a Lucian. El primero con una sonrisa ligera, el segundo con una mirada cargada de odio, advertencia. Había algo en sus ojos que me heló la sangre, como si estuviera recibiendo una promesa silenciosa de que no me libraría tan fácilmente.

Y eso era lo negativo de Devon Walker.

Que su mejor amigo, Lucian, era una de las personas que habían hecho imposible mi vida los últimos días.




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