Morado y Verde

Capítulo 3

«No se trata de si van a derribarte, se trata de si vas a levantarte cuando lo hagan» —Vince Lombardi, entrenador de fúbol americano.

«Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento» —Eleanor Roosevelt

«Qué maravilloso es que nadie tenga que esperar ni un segundo para empezar a mejorar el mundo» —Ana Frank

«Muchos piensan en cambiar el mundo, pero casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo» —Leon Tolstoi

Leí una y otra vez las frases que mi profesora de Arte, colocaba fuera del salón. Y quise reír porque parecían estar escritas para mí.  Cada letra, cada frase y cada sentido de cada una de ellas se marcaban en mí como fuego. Pero al final de todo, solo hacía eso, leerlas sin hacer nada.

Solo dejaba que pasara.

Apoyé mis brazos en la baranda del primer piso, observando desde lejos a los demás. Jugueteé con mis dedos, mientras los analizaba. A cada uno de ellos y me pregunté...

¿Qué hicieron ellos para ser aceptados? ¿Para pertenecer?

¿Para qué no los odiaran?

¿Qué hice diferente?

¿Fueron mis gustos, mi forma de vestir?

Podría haber cambiado. Habría hecho lo que sea.

¿O fui yo? ¿El hecho de ser yo?

Suspiré. Al final del día, seguiría esperando una respuesta.

Mis ojos fueron hasta el grupo que se encontraba sentado en medio de los escalones. La familiaridad con la que se trataban, las risas y los leves empujones amistosos entre ellos, me hicieron sonreír.

Morado y Verde.

Mi sonrisa decayó.

No eran buenos. Al menos no conmigo.

Divisé a Devon entre ellos. Lanzó una carcajada ante lo que Thomas decía y Kayla lo hizo también. Sara y John comían golosinas desde una gran bolsa y escuchaban a Thomas parlotear.

Desde lejos, parecía como si todo fuera normal. Como si fueran buenos chicos, pero no lo eran.

Yo lo sabía.

Mi cuerpo lo sabía.

Mis recuerdos lo sabían.

Busqué la capucha de mi campera para colocarla y conecté mis auriculares para tener algo de compañía. Me servía para esconderme, al menos, por un rato.

Elevé mi mirada y mis ojos conectaron con Thomas. Sonrió.

Me tensé.

Mi auricular izquierdo cayó en mi hombro. Y luego percibí el aliento de alguien susurrar en mi oído.

—Hola, Tessa—La burla en su voz me alarmó.

Lucian.




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