Morado y Verde

Capítulo 4

CAPITULO CON CONTENIDO SENSIBLE

Mis rodillas fueron las primeras en tocar el suelo, seguidas de mis manos. La fuerza que Lucian había utilizado me desestabilizó por completo. Con rapidez, me levanté, apoyándome contra la pared mientras esperaba lo que fuera a suceder.

El terror recorrió cada extremidad de mi cuerpo, cada partícula de mi ser.

Pero lo peor de todo fue ser consciente de cómo mi cuerpo y mi mente se preparaban. Ya estaban listos, y odié sentirme así.

Miserable.

—¿Sabes? —comentó, mirando hacia ambos lados del pasillo—. Anhelar chicos ajenos es algo incorrecto, y más aún cuando están tomados.

Respiré agitadamente, apretando los puños de mi campera.

—¿No te parece? —Insistió, mientras yo mantenía la mirada fija en el suelo con todas mis fuerzas.

No lo mires.

No lo mires, Tessa.

—¡Contesta! —ordenó con un tono filoso. Asentí rápidamente, sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas.

—¿Sí qué?

—E... está mal —murmuré.

Aplaudió, burlón.

—Veo que no eres tan inepta. Eso te da puntos —chasqueó la lengua, divertido—. Me gustan.

Fruncí el ceño, confundida.

—"Pregunta: ¿Qué es lo que te gusta, Lucian?" —fingió mi voz en un tono ridículo. Me negué. No sé qué me llevó a hacerlo, pero lo hice.

—No.

Lo siguiente que sentí fue su mano sujetando mi mentón con fuerza. Elevó mi rostro hasta que mis ojos quedaron atrapados en los suyos.

—Pregúntame.

Lloré. La escasa valentía que había logrado reunir se desmoronó.

—¿Qué es lo que te gusta, Lucian? —Una lágrima descendió por mi mejilla y llegó hasta sus dedos.

Sonrió.

—Tus auriculares —respondió—. Perdí los míos. No te molestará que tome los tuyos, ¿o sí? —Negué rápidamente con la cabeza—. Genial.

Los desconectó de mi celular y los guardó en su bolsillo justo cuando unas pisadas comenzaron a acercarse.

**Por favor, que sean los profesores**, rogué internamente.

—¿Perdiendo el tiempo? —comentó Thomas, acompañado por Sara y John.

—Algo así —respondió Lucian con una sonrisa maliciosa—. ¿Devon y Kayla?

Thomas caminó hacia mí.

—Charlando. Le di ánimos a Kayla para que lo invite a salir.

—¡¿Qué?! —chilló Sara, arrugando el ceño—. ¿Por qué hiciste eso?

—¿Y por qué no? —respondió Thomas mientras alzaba una mano hacia mi cabello. Sara lo apartó bruscamente con un empujón—Lleva años enamorada de él.

—¡Pues yo también!

Charlaban como si yo no estuviera ahí. Como si Lucian no me tuviera inmovilizada contra la pared. Como si fuera invisible.

Pero sabía que no sería así por mucho tiempo.

Thomas se encogió de hombros.

—Pues no te he visto haciendo mucho para cambiarlo —dijo, clavando sus ojos en mí—. Además, lo mantendrá ocupado.

—Devon no es fácil —susurró Sara, visiblemente molesta.

Lucian rió.

—Y menos ahora que hay más moscas en el terreno.

Sara lo miró, confundida.

—¿Lo dices por Kayla?

—Lo digo por la reina de los colores.

Todos giraron sus miradas hacia mí.

—¿Te gusta Devon? —preguntó John con una sonrisa burlona. Era la primera vez que hablaba.

Negué rápidamente.

—¿Quieres acostarte con él? —continuó, acercándose peligrosamente, dejándome encerrada entre él, Lucian y Thomas—. ¿Que chupe tus senos? ¿Que te haga gemir como una golfa?

—Por favor...

—Oh, vamos. ¿Por qué Devon haría eso siquiera? —intervino Sara, mordaz.

Lucian llevó una mano hasta mi entrepierna.

—Porque, aunque te cueste admitirlo, Sara, Tessa es muy linda, ¿no?

Thomas y John asintieron, satisfechos.

No me toquen. Por favor, no me toquen.

—¿Eres virgen, reinita? —preguntó Thomas, con una curiosidad malsana. Asentí con miedo.

—¿Has besado ya? —Negué.

—¿Y quieres besar a Devon? —cuestionó Sara mientras masticaba chicle.

No respondí.

—Pues déjame decirte algo... —dijo, acercándose hasta cerrar el círculo a mi alrededor—. En tus sueños lo besarás, puta.

John rió.

—No seas así, Sarita. Al menos déjala soñar.

—¿Y si le enseñamos a besar? —sugirió Lucian, como si fuera una idea brillante.

John se encogió de hombros.

Thomas sonrió.

—Encárgate.

Me removí con brusquedad, intentando escapar. **No podían quitarme eso.**

—En un beso sientes los labios del otro, el calor del otro... —Lucian presionó mis mejillas, obligándome a abrir la boca—. El sabor del otro.

Lo siguiente que hizo me descompuso.

Escupió dentro de mi boca.

Sentí arcadas. Me ahogaba. Me asfixiaba.

Tenía asco. Tenía rabia. Quería gritar.

Me soltaron, y caí al suelo una vez más, vomitando todo lo que tenía en el estómago. Lágrimas de humillación y repulsión brotaban sin control.

Una zapatilla blanca se posó sobre mi mano izquierda, presionando con fuerza. Un gemido de dolor escapó de mis labios.

—Será mejor que aprendas que chicos como Devon no están a tu alcance —espetó Sara, mientras incrementaba la presión. Me quejé, llorando.

—No te acerques a él, ¿entendido?

Asentí, desesperada.

Quería que terminara.Que terminara ya.

Sara retiró su pie, y yo corrí.

Hui.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.