Morado y Verde

Capítulo 13

El primer golpe fue hacia John, quien había liberado mis piernas para enfrentarse a un Devon desbordado por la furia.
El puño impactó en su rostro con una fuerza brutal, haciendo que su cuerpo fuera impulsado hacia atrás, estrellándose contra el suelo con un sonido espantoso. El eco resonó en mis oídos como un rugido lejano, y de los labios de John escapó no solo un gemido ahogado, sino un grito desgarrador de dolor, como si cada fibra de su ser se estuviera rompiendo. Cerré mis ojos con fuerza, mis lágrimas cayendo sin control mientras veía cómo la sangre comenzaba a teñir las frías cerámicas blancas del cuarto del conserje.
Lucian, moviéndose con una rapidez sorprendente, liberó mis muñecas con un simple movimiento de su mano,
permitiéndome cubrir instintivamente mi pecho desnudo. Mis dedos temblaban al tocar la tela de mi camisa, mi cuerpo
cubierto de un frío sudor mientras me arrastraba, presa del pánico, hacia la esquina más alejada de la habitación.
Mis ojos, desenfocados por el terror, se centraron en John, tirado en el suelo. Con sus manos presionando su sangrante
nariz, sus gargajos se mezclaban con los gorgoteos que, para mi horror, parecían resonar por toda la sala.
La risa burlona de Lucian rompió el espeso aire tenso de la habitación, una carcajada amarga que pareció convocar a
la furia de Devon.
—¡Oh, ha llegado el salvador! —aplaudió entre risas, disfrutando del caos que se desbordaba en la habitación—.
Debo admitir, hermano, que tu acto de heroísmo me ha conmovido... —Se acercó con paso lento, su sonrisa torcida, y se detuvo a una distancia prudente—. Pero... ¿de verdad crees que esto cambiará algo?
Devon, de pie como una figura oscura, inspiró con fuerza, su mirada atravesando a Lucian, quien lo desafiaba con su
sonrisa, y luego a Thomas, quien observaba la escena con una frialdad palpable, a pocos centímetros de mí.
—¿En serio pensaste que defendiéndola... —Lucian me señaló, haciendo que Devon moviera la cabeza en mi dirección y sus ojos, antes llenos de furia, se suavizaran momentáneamente al posarse en mí, solo para endurecerse de nuevo—¿Cambiarías lo que hiciste hace unos años? Un niño casi murió por tu culpa. O mejor dicho, una niña, porque eso era Alfie. Un ser débil que no soportaba nada. No era fuerte como tú, ni rápido como yo para ejecutar las mejores bromas. No. Era basura.
—¿Y qué hacemos con la basura? —La voz de Thomas cortó el aire, y todos lo miramos.
—La descartamos —respondió John con voz rasposa, sus palabras goteando veneno mientras salpicaba de su sangre mi ropa.
Ese fue el momento que Devon estaba esperando, el detonante de su furia contenida. Aun así, no vio venir el puñetazo de Thomas, tan rápido que el impacto lo giró con la inercia del golpe, y vi cómo su cuerpocedía momentáneamente ante la fuerza.
Un grito, mi grito, atravesó el aire cuando Lucian y Thomas se lanzaron sobre Devon, como si fueran una estampida. Golpes
furiosos, rencorosos, que estampaban a Devon contra la pared, pero no conseguían frenarlo. En cuestión de segundos, el caos se apoderó de todo.
—¡Basta! —grité, el llanto ahogando mis palabras, pero ninguno de ellos me prestaba atención—. ¡Déjenlo! ¡Devon!
En un parpadeo, Devon esquivó un golpe, su furia lo hacía impredecible. Con una fuerza sobrenatural, su puño dio de lleno en la quijada de Lucian, haciéndolo caer de inmediato al suelo, mareado. El sonido de huesos chocando resonó en mis oídos como un martillo sobre un yunque. Mientras tanto, Thomas intentaba golpearlo una vez más, pero cada vez que lograba conectar, Devon respondía con tal brutalidad que no podía evitar dejarlo fuera de combate.
El tercer golpe llegó sin previo aviso. Devon tomó a Thomas del cuello, elevándolo del suelo como si fuera un muñeco de trapo. Con un rugido de rabia, lo estampó contra el suelo, la sangre brotando de la nariz de Thomas con el impacto. No pude apartar la vista, el dolor ajeno me consumía como una llama voraz.
La habitación se sumió en un silencio espeso y aterrador, marcado solo por los jadeos y los quejidos de los hombres tirados en el suelo. El aire se volvió irrespirable, pesado de tensión. Mis ojos, llenos de pánico y dolor, no se apartaron de Devon, que se erguía en medio de la escena, rodeado por cuerpos caídos. Sus puños, cubiertos de sangre, temblaban mientras su mirada se fijaba en mí.
Elevé mi mirada hacia él, observando su labio roto y la ceja sangrante, una imagen tan distinta al Devon que conocí. Pero no dijo nada, solo miraba al suelo, la determinación marcando cada uno de sus gestos.
Temerosa, me levanté lentamente y, sin saber bien qué me impulsaba, me acerqué a él, mis piernas temblando, mi corazón retumbando en mi pecho.
—¿Dev? —mi voz tembló, incapaz de ocultar el miedo que me embargaba mientras caminaba hacia él, cubriéndome con la camisa que apenas sostenía—. Mírame.
Devon levantó su mirada hacia mí, sus ojos marrones, llenos de una intensidad desconocida, me atravesaron. Con manos temblorosas, tomé sus puños, temía que él pudiera destrozarme con solo una mirada, pero intenté no flaquear.
—Todo está bien —dije, tratando de calmarlo, aunque mi voz no sonaba tan confiada como esperaba. Fui incapaz de ocultar la mentira.
Su ceño se frunció, como si despertara de un largo sueño, y sus ojos se suavizaron por un instante.
—¿Tess?
Asentí, mis ojos fijos en los suyos.
—Soy yo, todo está bien.
Devon suspiró profundamente, su mirada recorriendo la habitación con desdén, luego se centró nuevamente en mí. No dijo nada, pero sin dudarlo, tomó su chaqueta y la rodeó sobre mis hombros, cubriéndome del frío y de la fragilidad del momento. Le ayudé a acomodar mis brazos dentro, y él cerró la cremallera con gesto firme.
—Será mejor que salgamos antes de que el director o algún profesor vea esto —dijo con un suspiro cansado. Asentí, agradecida por su presencia, pero al mismo tiempo, me llenaba de una tristeza profunda.
De repente, la voz de John, rota y llena de rabia, cortó el aire.
—Eres patético, Devon. Elegir a una empollona antes que a tus amigos... eres un cobarde.
Devon no se movió, pero su cuerpo se tensó, y pude ver cómo su sonrisa, antes arrogante, desaparecía, dejando espacio a algo más peligroso, algo que jamás había visto en él.
—Avísales a las bellas durmientes... —dijo, señalando a Lucian y Thomas—. Que si vuelven a respirar cerca de ella, haré más que golpearlos. No me subestimen... —se acercó a John, y la amenaza que emanaba de su voz hizo que todos, incluso John, se quedaran en silencio.
Con un movimiento rápido, desató la corbata que me habían colocado alrededor del cuello, la tiró al suelo y, sin mirar atrás, recogió mi mochila. Tomó mi mano con fuerza, guiándome fuera de la habitación, dejando atrás el caos y la destrucción, como si todo lo que había ocurrido fuera nada más que un suspiro en la tormenta.




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