Salí del aula con mis notas finales en la mano y una sonrisota que casi me dolía la cara. Aprobé pintura avanzada. No sé si fue talento, suerte o que el profesor estaba cansado de verme cada semana preguntándole si mi cuadro “se veía torcido”, pero lo logré.
—¡Elena, espera! —Alicia corrió detrás de mí, sosteniendo su hoja como si fuera frágil—. También pasé… de milagro.
La abracé tan fuerte que su chocolate caliente favorito hubiera salido volando si lo llevara en la mano.
—¡Lo ves! ¡Te dije que sí podías!
—Estoy segura de que fue un error administrativo —murmuró, pero estaba sonriendo.
El pasillo estaba lleno de estudiantes celebrando el inicio de las vacaciones. Yo también quería gritar, pero me contuve por respeto a los que estaban llorando por sus notas (algunas tragedias universitarias son reales).
Alicia y yo cruzamos la salida principal, y el sol de la tarde nos pegó de lleno.
—Ok, oficialmente… —levanté mis manos al cielo— ¡somos artistas en ascenso!
—Todavía no famosas —aclaró Alicia.
—Shhh… eso viene después.
Mis pies me llevaron automáticamente a pensar en comida.
Porque cada gran victoria merece un café… y porque no había desayunado, pero eso no viene al caso.
—Vamos a la cafetería “Café Lirio”. Yo invito.
Alicia me miró con sospecha.
—¿Tú?
—Sí, pero solo si pides algo barato —le guiñé.
Entramos y la campanita de la puerta sonó. El aroma a café me abrazó como si fuera familia.
—Siéntense donde quieran —dijo una voz masculina.
Y ahí lo vi.
Un chico moreno claro, con cabello negro ondulado y ojos calmados. Llevaba un gafete que decía KYLE. Tenía esa sonrisa que hace que uno confíe sin razón lógica.
Se acercó con una libreta.
—¿Es su primera vez aquí?
—No —respondí—, pero es la primera vez que tú nos atiendes.
Él sonrió.
—Empecé esta semana. Todavía estoy practicando para no tirar las bandejas.
Alicia soltó una risita suave.
Ok.
Eso fue tierno.
—Mientras no tires mi café, no hay problema —dije.
—Haré lo posible —respondió él—. ¿Qué quieren dos futuras pintoras famosas?
Alicia abrió los ojos.
—¿Cómo sab…?
Kyle señaló mis manos, todas manchadas de pintura azul y amarilla.
—Es un don —dijo, encogiéndose de hombros—. Y ustedes tienen la vibra de personas que huelen a trementina más que a perfume.
Me reí.
—Ok, Sherlock del arte. Yo quiero un latte.
—Y yo… un chocolate caliente —susurró Alicia.
Kyle anotó y levantó la vista.
—Perfecto. Si el chocolate queda malo, culpen a Alicia. Me pone nervioso.
Alicia casi se derrite en la silla.
—Elena, no te rías así —murmuró, roja como un tomate.
Pero yo no podía evitarlo.
—Amiga… te miró como si fueras la Mona Lisa versión real.
—¡Cállate! —dijo tapándose la cara.
Mientras esperábamos los cafés, yo apoyé los codos en la mesa, observando la tarde a través del cristal.
Vacaciones.
Arte.
Café.
Y un chico amable que hacía sonreír a mi mejor amiga.
Parecía un inicio perfecto.
Lo que no sabía era que, más allá de los árboles y las calles tranquilas, un mundo completamente distinto se movía en silencio.
Un mundo donde vampiros de ojos profundos y lobos de mirada negra caminaban entre nosotros.
Un mundo al que Alicia y yo estábamos a punto de entrar… sin permiso y sin regreso.
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Editado: 07.12.2025