Mordida por error, enamorada por accidente.

CAPÍTULO 3 — La noche que me beso.

Cuando Kyle le dio su número a Alicia en la cafetería, pensé que mi amiga iba a explotar.
Parecía un globo inflado de felicidad y nervios.

—¿Y ahora qué hago? —me preguntó agarrando la servilleta como si fuera dinero sagrado.
—Escríbele antes de que te dé un ataque —respondí.

Alicia se demoró horas en escribir, borrar, reescribir… pero al final lo hizo.
Y Kyle respondió en minutos.

> Kyle: Hoy habrá música en la playa.
Kyle: ¿Quieren venir?
Alicia: ¡Sí, sí!

Así que… ahí estaba yo, aceptando mentalmente que iba a ser una chaperona involuntaria.

La playa estaba tranquila y hermosa.
No mucha gente, música suave, luces pequeñas colgadas entre palmeras, olas tibias rompiendo cerca de la arena.
Esas noches que parecen sacadas de una película.

Kyle estaba sentado esperando.
Alicia casi se tropezó al verlo. Él se levantó, sonriendo tímidamente.

Yo decidí dejarlos tranquilos.
No quería interrumpir su “primer casi-cita”.
Así que caminé un poco por la orilla, dejando que el viento y las olas me despeinaran.

Cerré los ojos por un segundo…

Y cuando los abrí…

Él estaba pasando justo a mi lado.

El mismo chico alto y moreno que había visto en la cafetería.
El que se había sentado solo, el que había pedido café en silencio, el que había hecho contacto visual conmigo más de una vez, aunque yo fingiera que no lo notaba.

Me quedé congelada medio segundo.

Era él.
El mismo.
El chico de la cafetería.

Pero aquí, bajo la luz de la luna, se veía aún más…
intenso.

—¿Noche bonita, verdad? —me dijo, inclinando un poco la cabeza.

Su voz era profunda, suave.
Me sacó del trance.

—Sí… muy bonita —respondí, todavía sorprendida.

Él sonrió. Una sonrisa breve, pero que decía demasiado.

—Soy Kael —se presentó.

Kael.
Lo recordé enseguida.
El nombre perfecto para ese rostro.

—Elena — dije yo.

Kael miró hacia donde Kyle y Alicia reían torpemente.

—¿No estás con él? —preguntó.
—¿Con Kyle? No, no —solté una risa—. Ese es de mi amiga.

Kael sonrió un poquito más.
Y no sé si lo imaginé, pero juraría que se relajó.

Nos quedamos caminando cerca del agua, hablando como si nos conociéramos de antes.
Y en parte… ya nos habíamos visto.

—Te vi en la cafetería —le dije finalmente.
—Sí —respondió con tranquilidad—. También te vi a ti.

Mi estómago hizo algo raro.
No mariposas…
más como un cosquilleo inesperado.

—Parecías ocupada —añadió.
—Estaba dibujando un gato horrible.
—¿Gato? Eso parecía un espíritu confundido —bromeó.
Me reí tan fuerte que hasta las olas parecieron reírse.

Nos sentamos en la arena, cerca del agua, sin pensarlo.
La brisa fresca nos golpeaba, pero él era cálido, como si su piel guardara el calor del día.

—Me gusta cómo hablas —dijo él de repente.
—A veces hablo demasiado —contesté.
—Eso es lo que me gusta —dijo con una sinceridad que me dejó… sin palabras.

Entonces pasó algo tonto que terminó siendo importante.

Una ola enorme me mojó de pies a cabeza.

—¡Aaaah! —grité.
Kael se rió. Una risa suave, profunda.

—Eso te pasa por confiar demasiado en el mar.
—¡¿Y tú por qué no te mojaste?!
—Reflejos —dijo, poniéndose serio—. Soy casi ninja.

Me reí tanto que perdí el equilibrio y casi me caigo encima de él.
Kael me sostuvo por la cintura con una fuerza suave pero firme.

Y ahí quedamos.

Muy cerca.
Demasiado cerca.

Mi corazón latía fuerte.
El suyo… no lo sé, pero él estaba mirándome como si no existiera nada más alrededor.

—¿Puedo? —susurró, rozando mi mejilla con su mano.

No estaba enamorada.
No todavía.
Pero Kael me gustaba.

Mucho.

Así que asentí.

Y él me besó.

Un beso lento.
Cálido.
El tipo de beso que hace que el mundo se quede quieto por un instante.

Cuando se separó, sonrió como si llevara toda la noche queriendo hacerlo.

—Desde la cafetería quería besarte —confesó.

Yo respiré profundo.
Intentando no derretirme.

—Pues… te salió bien —dije.

Kael rió bajito.
Esa risa… esa risa iba a perseguirme.




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