Mordida por error, enamorada por accidente.

CAPÍTULO 8 — Investigación oficial (no autorizada) y un mensaje imposible.

Kael todavía estaba en la sala, caminando de un lado a otro como un león enjaulado, cuando su teléfono sonó.

Miró la pantalla.
Su expresión cambió por completo.

—Tengo que irme —dijo de inmediato.

—¿Irte? —pregunté—. ¿Ahora?

—Sí —respondió, guardándose el teléfono—. Es… algo de mi familia.

Algo en su tono me dio escalofríos.

—¿Estás bien? —le pregunté.

Kael me miró como si quisiera decirme mil cosas… y no pudiera decir ninguna.

—Cuídate, Elena —dijo al final—. Y no salgas.

Alicia asintió exageradamente.

—No saldremos —mintió sin vergüenza.

Kael me miró una última vez, serio, preocupado…
y se fue.

Apenas se cerró la puerta, Alicia se giró hacia mí con una sonrisa peligrosa.

—Ok.
—No —respondí yo.
—Sí.
—No.
—Plan de investigación activado.

Suspiré.

—Alicia, Kael dijo que no saliera.
—Kael no es mi mamá —respondió mientras se ponía la boina—. Y tú necesitas respuestas.

Media hora después, estábamos caminando rumbo a la casa de la fiesta.

Yo llevaba una gorra.
Alicia llevaba… demasiado entusiasmo.

—Recuerda —dijo—: somos estudiantes de arte investigando texturas.
—¿Texturas?
—Sí, humanas.

Antes de poder discutirlo, mi teléfono vibró.

Me detuve.

Número desconocido.

El corazón se me subió a la garganta.

Abrí el mensaje.

> Corvin:
¿Dormiste bien, Elena?

Sentí frío en la espalda.

—Alicia…
—¿Qué?
—Él tiene mi número.

—¿QUIÉN?
—El de la fiesta.
—¿EL VAMPIRO?
—¡NO LO DIGAS!

Me quedé mirando la pantalla.

¿Cómo tenía mi número?
Yo no se lo di.
Estaba segura… creo.

Otro mensaje apareció.

> Corvin:
Anoche te fuiste sin despedirte.

Mi memoria lanzó imágenes que no quería revivir.

No respondí.

—No contestes —ordenó Alicia—. Regla número uno: no le escribas a hombres misteriosos con dientes raros.

El teléfono vibró otra vez.

> Corvin:
No quería asustarte. Solo me preocupé.

—Eso es peor —susurré—. Se preocupa.

Seguimos caminando hasta llegar cerca de la casa.

Había gente afuera.

Alicia, sin miedo alguno, preguntó:

—Disculpen, ¿hubo alguien extraño anoche?
—¿Extraño cómo? —preguntó un chico.
—Elegante. Oscuro. Guapo. Mordelón.

—Había un tipo así —respondió—. Nadie lo conocía.
Mi corazón se aceleró.
—Creo que se llamaba… Corvin.

Sentí que se me aflojaban las piernas.

Alicia abrió los ojos como si hubiera ganado la lotería.

—ELENA.

Mi teléfono vibró otra vez.

> Corvin:
Te ves linda cuando frunces el ceño.

Se me heló la sangre.

—Alicia…
—¿Qué?
—Creo que nos está viendo.

Ella giró lentamente la cabeza.

—Elena…
—¿Sí?
—Corre.

Corrimos.

No sabía cómo Corvin tenía mi número.
No sabía qué era exactamente él.
Y Kael no estaba conmigo para protegerme.

Pero algo era seguro:

La mordida no fue un accidente.
Y el mensaje…
tampoco.




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