Mordida por error, enamorada por accidente.

CAPÍTULO 10 — El olor que no debía estar ahí.

No dormí más.

Después de que Corvin desapareció de mi cuarto, me quedé sentada en la cama, abrazándome las piernas, mirando la puerta como si fuera a volver a abrirse sola.

Mi corazón seguía acelerado.
Mi piel todavía sentía su mano.
Y mi cabeza… era un desastre.

Cuando amaneció, Alicia tocó mi puerta.

—¿Sigues viva? —preguntó.
—Lamentablemente, sí.

Entró con dos tazas de café.

—Soñé que me mordía un vampiro vegano —dijo—. Creo que tu problema ya me está afectando.

La miré.

—Alicia…
—No. No digas nada. No quiero saber si fue real o no. Necesito estabilidad emocional.

Me levanté y fui al baño.
El espejo me devolvió una versión de mí que se veía… igual, pero no lo era.

Las marcas seguían ahí.
Más claras.
Más definidas.

Y entonces lo sentí.

Un olor.

No café.
No jabón.
No Alicia.

Algo frío. Oscuro. Antiguo.

—Alicia… —dije lentamente— ¿abriste la ventana de mi cuarto?

—No —respondió desde la cocina—. ¿Por qué?

Tragué saliva.

—Por nada.

Mentí.

Porque el olor no venía del aire.
Venía de la noche.

De él.

El timbre sonó.

Las dos nos congelamos.

—¿Esperas a alguien? —susurró Alicia.
—No.
—¿Yo espero a alguien?
—Espero que no.

Abrí la puerta.

Kael.

Estaba serio. Más de lo normal.
Sus ojos recorrían el pasillo, la sala, el aire… como si estuviera leyendo algo invisible.

—¿Puedo pasar? —preguntó.

Asentí.

Apenas cruzó la puerta, su cuerpo se tensó.

—Él estuvo aquí —dijo.

Mi estómago cayó al suelo.

—¿Quién? —preguntó Alicia, aunque ya sabía la respuesta.

Kael me miró directamente.

—Corvin.

No preguntó.
Afirmó.

—¿Cómo… cómo lo sabes? —susurré.

Kael cerró los puños.

—Porque puedo olerlo.

Alicia abrió la boca.

—¿Olerlo como… perfume caro o como amenaza sobrenatural?

Kael ni siquiera la miró.

Se acercó a mí.

—¿Entró a tu cuarto? —preguntó con voz baja, peligrosa.

No respondí.

Eso fue suficiente.

Kael respiró hondo, como si estuviera conteniendo algo enorme dentro de sí.

—¿Te hizo daño?
—No —dije rápido—. Solo… habló conmigo.

Kael apretó la mandíbula.

—Eso ya es daño.

Alicia levantó la mano.

—Ok, perdón, pausa importante —dijo—. ¿ALGUIEN ME EXPLICA POR QUÉ HAY HOMBRES QUE ENTRAN A ESTE APARTAMENTO COMO SI FUERA UN CAFÉ?

Kael me miró otra vez.

—Elena… lo que te está pasando no es normal.
—Ya me di cuenta —respondí.
—Su mordida no debía despertarte así.
—Eso mismo dijo él.

Kael levantó la cabeza de golpe.

—¿Qué?

—Dijo que su mordida no debía convertirme en nada —confesé.

El silencio cayó pesado.

Kael se pasó la mano por el cabello.

—Entonces es peor de lo que pensaba.

—¿PEOR? —gritó Alicia—. ¿CÓMO QUE PEOR?

Kael la miró por fin.

—Porque si no te convirtió…
—¿Entonces qué? —pregunté.

Me miró con una mezcla de miedo y cuidado.

—Entonces algo en ti reaccionó sola.

Mi corazón empezó a latir más rápido.

—¿Qué soy, Kael?

Él dudó.

—Todavía no lo sé —admitió—. Pero Corvin sí lo va a querer averiguar.

Alicia se acercó y me agarró del brazo.

—Elena…
—¿Sí?
—Prométeme algo.
—¿Qué cosa?
—Que la próxima vez que un hombre misterioso aparezca en tu cuarto… me despiertes.

Solté una risa nerviosa.

Kael no sonrió.

—Esto recién empieza —dijo—. Y no voy a dejar que te pase nada.

Lo miré.

Me sentí un poco a salvo.

Aunque muy en el fondo, sabía la verdad:

Corvin no había venido a hacerme daño.

Había venido…
a comprobar algo.

Y eso me asustaba más.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.